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viernes, 27 de diciembre de 2024

9. Otra vez a las puertas del año nuevo

No sé si me creerán, pero mi sensación ahora mismo es como si, desde el momento en que comenzó este año que está a punto de terminar, no hubieran transcurrido doce meses, sino un par de lustros por lo menos. Es la consecuencia de haber estado de viaje una cuarta parte de 2024 cumpliendo mi viejo sueño de dar la vuelta al mundo y constatar que la Tierra es esférica y no plana, periplo que inicié el 14 de abril y concluí el 25 de julio. Igual que la pandemia de comienzos de 2020 nos distorsionó a todos la percepción del tiempo y la memoria, pues a mí este viaje me ha descolocado un poco y me ha traído de vuelta a un mundo que ya no es el mismo que yo dejé a mitad de la primavera pasada.

Esta ha sido sin duda mi aventura más destacada del año, pero no la única, puesto que quizá recuerden que en febrero viajé a París para dar mi última clase en el máster de Alain Sinou, que en junio se jubilaría de la universidad París-8, y también que en abril, antes de irme a mi gran viaje, recibí en Madrid a los alumnos de ese máster, a los que acompañé por la ciudad durante una semana. Después de volver de tierras lejanas, he hecho unas cuantas excursiones a La Coruña (agosto), Llanes-Asturias (octubre) y Ámsterdam (diciembre). Este último viaje, del que no conté nada en el blog, tuvo lugar en el gran puente de la Inmaculada y la Constitución, y me sirvió para comprobar que esa ciudad tan querida por mí sigue siendo extraordinaria. Les adjunto una imagen mía en una conocida tienda de zuecos de madera, en la zona del mercado de las flores.

También he recibido en casa a mis consuegros romanos, a los que conocí en Roma durante mi periplo y que, por ahora, son los únicos que me han devuelto la visita, espero que no sean los últimos. Mi querida amiga alemana Patri, alma gemela de mi hijo Lucas, estuvo también tres días alojada en mi casa, durante sus vacaciones de otoño. Así que, en medio de esta actividad casi frenética, me he dado de bruces con las navidades, un tiempo que siempre he odiado pero que en el año en curso creo que no me puede pillar enfurruñado, tras doce meses tan intensos y felices como los que he pasado, sólo enturbiados por la repentina muerte de mi querido amigo Joe, un personaje insustituible al que añoro cada día.

Coherentemente con todo ello, he puesto, como saben, un árbol de Navidad por primera vez en mi vida postmatrimonial y me he apuntado a diversas celebraciones, casi todas ellas con música, de las que les voy a dar cuenta. En primer lugar, la Contrapunto Big Band, que dirige mi querido amigo Henry Guitar y cuyos componentes gustan de autodenominarse la Contramuslo Big Band, grabaron a mediados de mes un villancico para felicitar las pascuas a todos sus colegas. Es el primer vídeo con el que les obsequio hoy.

El viernes 20 de diciembre me acerqué a la sala Jazzville, cerca de la glorieta de Conde de Casal, para asistir al concierto del grupo Eclectia Project, un conjunto instrumental que comanda mi amigo Christian Visea y que hace exactamente un año presentó su nueva formación en el mismo local. Christian es un guitarrista vallecano muy bueno, que compone una música que, partiendo del jazz, desarrolla un universo sonoro lleno de paisajes, colores y texturas. Tiene un estilo elegante y tranquilo que a veces recuerda a la música ambiental que suele emitir el Hilo Musical y que tanto usan los dentistas y otros facultativos. Con esta nueva formación, la cosa suena fenomenal y el concierto me resultó muy agradable, como aperitivo de los fastos con los que ya nos amenazaban. Vean un clip que grabé de este evento.

El sábado 21, seguían los eventos musicales y eso me llevó a coger el Metro hacia la zona del Puente Vallecas donde se sitúa el bar La Bombonera, bastante cerca del campo del Rayo Vallecano. Allí, a partir de las siete de la tarde, actuaba el Colectivo La Palmera, que está compuesto por unos cuantos de los miembros de la Contramuslo. Este colectivo suele incluir la batería de mi amigo Críspulo, que esta vez estaba inmerso en la sobremesa de una comilona con sus amigos del barrio, por lo que el concierto fue sin percusión, pero igual de divertido. Les traigo también un pequeño clip de uno de los temas, de marcado aire rockero, que incluía paradas en las que la gente debía de quedarse haciendo la estatua. Ángel, el pianista que asume los galones de showman en este grupo, trataba de guiar a los asistentes a que se quedaran congelados en esas paradas, pero él mismo se equivocaba a menudo. Véanlo.

Desde cualquier ángulo que se considere, este que termina ha sido un año intenso, en el que yo he tenido la suerte de gozar de buena salud, que a mis años es lo crucial, y si no, que se lo pregunten a Rapha-Él. A nivel nacional, la derecha se desespera porque ven que no pueden desalojar a Sánchez del poder y yo, aunque la figura del presidente no me seduce demasiado, me estoy volviendo sanchista, después de ver cómo lo atacan desde la fachosfera, los pedrojotas y los nacionalistas catalanes, entre otros. Sánchez ha demostrado que puede navegar por aguas turbulentas sin inmutarse especialmente y la verdad es que el señor Fake-joo no ofrece muchas alternativas, su plan de gobierno se limita a desalojar a Sánchez del poder y luego ya veremos.

La verdad es que para este viaje no hacía falta que hubieran echado al fraCasado. Este, simplemente, era tonto; Fake-joo no lo es en absoluto, pero es malvado. Lo comprobamos en el debate preelectoral, en el que se le vio disfrutar como gorrino en lodazal templado destrozando a Sánchez con esmero. Tal vez no ganó las elecciones porque a la gente no le gustó ese estilo cruel. Lo que pasa es que las gafas le daban hasta ahora un aire doctoral, como de inofensivo contable de entidad bancaria. Sin embargo, últimamente se las ha quitado y es como si se le hubiera desnudado el alma. Comparen las imágenes, antes y después de quitarse las gafas. Viendo la segunda de ellas, creo que este señor haría carrera como actor de películas de terror, para hacer de vampiro o de hombre lobo. A mí esos ojos me dan mucho miedo.

A nivel mundial, esperamos también aterrorizados la toma del poder por Donald Trump. No se sabe cómo se va a desempeñar este señor tan imprevisible, pero nada bueno podemos esperar. Mientras los políticos de los diferentes países siguen su deriva, trufada de pequeñas rencillas y rencores, la Inteligencia Artificial sigue su curso y ya se ven por ahí resultados de la infiltración de esta poderosa herramienta en los diferentes aspectos de nuestro devenir cotidiano. Seguro que ustedes, queridos lectores, tan versados en el mundo digital que hasta pueden seguir un blog como el mío, han recibido en sus móviles el vídeo elaborado con IA en el que las diferentes parejas de antagonistas se abrazan embelesados para desearse feliz Navidad. Por si acaso no lo han visto todavía, aquí se lo traigo. 

Aplicando la IA a unas imágenes, se puede ilustrar la música interpretada en un xilófono de los de toda la vida para lograr una felicitación de Navidad de resultado muy vistoso.

Finalmente, la música, con la ayuda de la Inteligencia Artificial, consigue resultados espectaculares, siempre que se aplique con sentido del humor. Hablando de Trump, tal vez ustedes recuerden el único debate que este señor mantuvo con Kamala Harris. Salió tan escaldado, que ya no quiso tener ninguno más (igual que Sánchez). Bien, pues en ese debate, Trump sorprendió a todo el mundo proclamando que en Springfield los inmigrantes se estaban comiendo los gatos, los perros y las mascotas de los pacíficos habitantes de esa localidad. Todos pudimos ver a Kamala mondándose de la risa ante tamaña barbaridad. Con el audio de esa proclama, un DJ sudafricano que se hace llamar The Kiffness ha elaborado un vídeo realmente divertido, que les pido que vean. Realmente, uno se pregunta cómo es posible que los norteamericanos hayan podido elegir como presidente a este sujeto.

A mí la situación me tiene tan aterrorizado como al perro que sale al final de este vídeo desternillante, pero aún así, me he sumado a la cena de Nochebuena con la familia de mi hermano Antonio, que lleva muchos años invitándome a su mesa en tan especial ocasión. Y, todavía haciendo la digestión del banquete, algunos de los implicados acudimos el día de Navidad al restaurante La Divina de Goya a degustar sus famosos caracoles, que ofrecen todos los días del año. Uno ha de cumplir con los ritos y las liturgias de las navidades, procurando llegar entero al final. Yo he superado de momento el primer round; me quedan todavía la Nochevieja, el Día de Año Nuevo y los Reyes Magos con el roscón y lo demás. La verdad es que yo me lo estoy pasando bien últimamente, aunque, como el hippi de la viñeta que les pongo abajo, he de reconocer que fue mucho más divertido tener 20 en los 70, que tener 70 en los 20.

Continúo por lo demás con mis rutinas habituales, el domingo acudiré por última vez a la academia de yoga The Mysore Shala, que el día uno cerrará sus puertas para siempre. Todavía no tengo una solución alternativa para seguir practicando esta disciplina que ya forma parte de mi vida y para lo que no descarto seguir haciéndolo en casa. No obstante, si puedo encontrar una nueva academia, me intentaré apuntar, por aquello de socializar un poco, ver a gente diferente y no limitarme al simple ejercicio casero. Esto forma parte de mis propósitos de año nuevo. Por otro lado, les recomiendo encarecidamente la visión del documental que ha dirigido el exitoso músico C.Tangana sobre el mundo del flamenco, que está ahora mismo en los cines de toda España. Se titula La guitarra flamenca de Yerai Cortés y es espectacular.

En fin, es este un post cortito de texto, con mucho contenido audiovisual, como los que yo solía escribir para cerrar los años en que mantuve viva la página Reflexiones a la Carrera. El cierre de esa tribuna, después de casi doce años, es una de mis principales novedades de este 2024. Pero ya saben también que, durante mi viaje around the world, di tres conferencias en Corea y una más en Curitiba, en la sede del prestigioso IPPUC, Instituto de Pesquisa e Planejamento Urbano de Curitiba. El impacto de esta última charla fue tal, que me han hecho una entrevista on line para incluirla a todo color en la revista anual de dicho organismo. Les invito a leerla, está en portugués pero no creo que tengan mucho problema para entenderla. Para ello han de pinchar AQUÍ. Mi entrevista, como palestrante destacado de este año, se encuentra entre las páginas 43 y 47. Es un archivo pdf, sencillo de pasar las páginas y de ampliarlo por trozos para leerlo con comodidad.

Con este regalo de Reyes me despido de ustedes por este año. Si consiguen leerlo, verán que, después de cuatro años de jubilado, yo ya no me corto; digo exactamente mis opiniones y no tengo que dar explicaciones o disculpas a nadie. La línea ideológica y argumental de mis respuestas a las preguntas de esta entrevista es totalmente coherente con lo que yo he ido escribiendo y opinando en estos doce años de bloguero, que continuaré en enero de 2025. Así que, lo dicho: que tengan ustedes una buena entrada de año, que el 2025 nos siga trayendo buena salud y que podamos seguir cómodamente vislumbrando el mundo desde esta nuestra privilegiada atalaya con la cabeza sobre los hombros. Un enorme abrazo para todos.

lunes, 16 de diciembre de 2024

8. Sobreviviendo en un mundo volátil

Mis queridos lectores y seguidores: esto va a toda pastilla, el mundo gira y gira en su espacio infinito, con amores que comienzan, con amores que se han ido, con las penas y alegrías de la gente como yo… ¿Cómo dicen? ¿Que eso ya lo cantaba Jimmy Fontana hace lustros? Por supuesto, nada menos que en el año 1965; yo tenía por entonces catorce añitos y trataba de comprender lo que se me venía encima, allí en La Coruña, una ciudad entonces cerrada y claustrofóbica para mí, con un clima espantoso, que me resultaba muy agobiante. ¿Saben ustedes algo de Jimmy Fontana? Seguro que no. Jimmy está considerado aún hoy como un auténtico gigante de la música ligera italiana y todo gracias a ese tema inmortal.

Pero este señor ya tenía una larga carrera como músico de jazz, había tocado el contrabajo en diferentes grupos y se había animado a componer canciones menos complejas, con una de las cuales (Lady Luna, 1961) había incluso participado sin éxito en el festival de San Remo. En 1965 compuso Il Mondo, la canción en la que volcó sus preocupaciones y toda su sabiduría musical. Consciente del potencial del tema, buscó al maestro Ennio Morricone para que le hiciera el arreglo orquestal y el resultado y su repercusión internacional superaron todas las previsiones. El tema entró en las listas de todos los países e impulsó la carrera de este artista, que nunca igualaría ese éxito. Les voy a pedir que vean el vídeo que les pongo más abajo.

Jimmy Fontana, que por supuesto no se llamaba Jimmy ni se apellidaba Fontana, tenía un aire inconfundible de contable y, efectivamente, estudiaba contabilidad durante el día, aunque luego por la noche acudía a los antros romanos a tocar el contrabajo en sus sucesivos grupos de jazz, el último de los cuales llegó a ser liderado por él, bajo el nombre de Jimmy Fontana e il suo trío. Pero, sin verle mucho futuro a ninguna de sus dos profesiones, decidió componer una canción a la manera de Domenico Modugno, que era quien se llevaba todos los éxitos en ese momento. Jimmy era un músico sólido y compuso un Modugno que superaba al modelo. Un caso similar al de Otis Redding que, cansado de derrochar energía tribal en su música, decidió componer una canción a la manera de los Beatles, y le salió el Sitting on the dock of the bay, por el que todo el mundo lo recuerda.

Hala, ya se han entretenido un rato, a la vez que han aprendido algo que no sabían, con lo cual hemos matado dos pájaros de un tiro, según la conocida locución verbal que todavía se sigue usando, con permiso de las sociedades protectoras de animales. Por cierto, en inglés se dice to kill two birds with one stone, matar dos pájaros con una sola piedra. Eso es así en el inglés británico, que se usa en la mayor parte del imperio. En Norteamérica, donde las armas de fuego están por todas partes, la expresión se termina en cambio por with one shot, para deleite de los de la Asociación del rifle y en consonancia con la expresión española. Todavía no he empezado con el texto de este post y ya han aprendido ustedes una segunda cosa. Vale, ya no les vacilo más. Les decía que el mundo va a toda velocidad y cada vez se acelera más. Es como si todo el personal se pusiera a correr, antes de que Trump tome posesión, no vaya a ser el demonio que nos ponga todo patas arriba y ya no haya remedio.

Tal vez eso es lo que han pensado los rebeldes sirios que, en once días han terminado el trabajo que tenían atascado desde hace trece años. Yo que, como gallego soy desconfiado, estoy un poco mosca con la rapidez de este suceso. En la era de las comunicaciones por satélite, creo que, por muy primitivos y asilvestrados que sean estos rebeldes triunfadores, no se hubieran metido a una aventura que podía haberles salido fatal, sin una investigación previa de la inteligencia que les garantizase que el régimen corrupto de Bachar el Assad no iba a defenderse. Porque la cosa se ha hecho sin un solo disparo. Hasta puede que hayan consultado el tema con el mismísimo Trump. Pero esto son todo imaginaciones mías. Como esas interpretaciones que dicen que se está preparando la construcción de un gaseoducto desde Qatar a Occidente, para joder más a la industria del gas de Putin y necesitaban atravesar una Siria más afín. Lo que pasa ahora es que no se sabe en qué va a desembocar este movimiento táctico, que fácilmente puede terminar en un estado fallido, como Libia, Somalia o Haiti. En fin, ya veremos, dijo un ciego (otra locución verbal con la que les obsequio).

Otro que se ha apresurado a montarla antes de que Trump tome el mando es el presidente de Corea del Sur, en este caso de forma catastrófica para sus intereses, porque el país no estaba por la labor de volver a los tiempos de la dictadura de Park Chung-hee. Sobre este tema me mantengo en permanente contacto con mi hermano coreano Woo, que está lógicamente preocupado por la aceleración de los tiempos en esta era despendolada que amenaza con llevarse por delante a los más pintados, y si no que se lo pregunten a Macron. Pero es que, en un ámbito más cercano y cotidiano, a mí me afectan determinados cambios que veo como irreversibles y que hacen que mi pequeño mundo de jubilado hiperactivo se vea también directamente amenazado, a pesar de lo que he presumido tras mi viaje de vuelta al mundo de tres meses y medio.

Ya les dije que estoy encantado de haber hecho ese viaje antes de que todo se vaya a la mierda. Si llego a dejarlo para el año que viene, lo mismo ya no lo hubiera podido hacer. Otros cambios, sin embargo, me entristecen porque señalan el fin de una época. Como les comenté en el post precedente, yo ya no puedo ver películas de Netflix, porque me las desgracian con diversos cortes intermedios para publicidad. Y, algo todavía más grave, mi amiga Ana, la artesana de Chapinería a la que debo las zapatillas que llevo usando más de veinte años, ha cerrado su industria y ya no podré renovar las que tengo cuando se caigan a pedazos. Un indicativo más de un mundo que se se termina y, qué quieren que les diga, con más de 70 a uno ya le cuesta adaptarse a las novedades que se van sucediendo.

En esa línea, recibí ayer un audio de mi querido amigo Nacho, el director de la escuela de yoga The Mysore Shala, a la que llevo acudiendo tres años y medio. En él me anuncia que la escuela se cierra el 1 de enero. Después de trece años de actividad, Nacho ya no puede más y se va a dedicar a otras tareas, más o menos relacionadas con el yoga: talleres, retiros y similares, a los que yo no tengo ningún interés en ir. ¡Madre mía! Una de mis más recientes señas de identidad que se desvanece en el viento y cuyo recuerdo se perderá como lágrimas en la lluvia. Vamos, que sólo me falta que Henry Guitar deje de dar clases de guitarra, Ed suspenda sus clases de inglés on line y me cierren el Ricla. La verdad es que yo salgo a pasear por la calle Atocha y apenas queda ninguno de los negocios y tiendas de toda la vida. Las sustituyen otras dedicadas al turismo tóxico y pedorro que invade mi barrio haciéndolo inhabitable los fines de semana y empezando a extenderse ya a los jueves.

Esto del turismo es algo de locos, sobre todo después de superar la pandemia. En estos días de Navidad, el centro se llena hasta más allá de su cabida con alcoranos y similares. ¿Cómo dicen? ¿Que no saben lo que son los alcoranos? Pues es un término que me proporcionó mi querida amiga África a la que visité el otro día. Alcorano es el gentilicio que distingue a los naturales de Villarejo de Salvanés, según mi acreditada manía, los más paletos de la Comunidad de Madrid. También se llena el centro de gentes de Toledo, Ávila o Segovia, más todos los pueblos de esas provincias, en los que se organizan excursiones en autobús de un solo día, para que los lugareños puedan ver las luces y la obra calamitosa de la Puerta del Sol, cuya estación de Metro ha de cerrar las puertas de entrada y salida en las horas punta para evitar peligrosas avalanchas. Y, en compensación, me dicen amigos de Ávila y Toledo que en los fines de semana, sus ciudades se llenan de madrileños, que las hacen invivibles.

Lo dicho: estamos todos locos. Pero el caso es que el mundo, tanto privado como más extenso, se ha acelerado y yo constato innumerables cambios en comparación con mi situación hace un año. Por un lado, tengo sobre mis espaldas un viaje de vuelta al mundo de tres meses y medio que me ha cambiado bastante en profundidad y que quedó debidamente reseñado en el blog The Road Runner Trip. Mi blog cotidiano ha cambiado de formato y ahora se nutre de un post cada quince días de media, lo que no le ha gustado a todos mis seguidores, pero es otra muestra más de la evolución de los tiempos. Y también ha cambiado mi situación personal, tal como les he sugerido en diversas informaciones colaterales de mis últimos posts. De ser un solitario irredento y empedernido capaz de irse por ahí un cuarto de año de ciudad en ciudad, he cambiado mi estatus al de LAT que, según las redes sociales es lo más cool de los modelos familiares, el colmo de la modernidad.

¡Ah, que tampoco saben lo que es el modelo LAT! ¡Joder, mira que saben ustedes pocas cosas! Pues enseguida se lo explico: LAT es un acrónimo inglés que significa Living Apart Together, es decir, vivir juntos separados. Ya saben que no es mi costumbre dar muchos detalles en este blog sobre mi vida privada y que los que siguen este blog en su mayor parte tienen otras formas de contactar conmigo si la curiosidad les puede. Pero no olviden que la curiosidad mató al gato, que no es ya una locución verbal, sino lisa y llanamente un aforismo. Pero, como forofo reciente del modelo LAT, he tenido que poner en cuestión mi anterior fobia a la Navidad y elegir entre seguir ejerciendo de perro verde o adaptarme un poquito a los nuevos tiempos. Y, como es natural, he elegido lo segundo. Y esa transformación me ha llevado a instalar un árbol de Navidad en mi casa, algo que no hacía desde hace casi veinte años, cuando huí de mi familia de Torrelodones. Vean que no les engaño.

La verdad es que la Navidad tiene siempre para mí un componente positivo que es que mis dos hijos vienen a casa desde las tierras lejanas en las que habitan. Kike llega pasado mañana y Lucas está ya conmigo, para deleite de Tarick Marcellino, que no se le quita de encima en todo el día, como pueden comprobar en el vídeo de abajo. A Tarick no le mola nada este frío y se pasa los días entre el regazo de Lucas y los radiadores de calefacción, junto a los que se suele instalar a dormir. Y, desde luego, no le ha llamado nada la atención el árbol, que me compré en el Corte Inglés y que a Lucas le ha dejado boquiabierto.

Pero en absoluto se crean que ese espíritu navideño, teñido de falso buenismo, me hace abdicar de mis juicios sobre este mundo desigual y perverso en el que vivimos, en el que el dinero y el poder lo determinan todo. El capitalismo desbocado nos ha llevado a una situación en la que los florentinos y similares lo dominan todo. Y en el que los negocios más lucrativos son sin duda los ilegales: la droga, el tráfico de personas, la prostitución o la venta de armas, por no hablar del tráfico de órganos. Y todos ellos necesitan procedimientos de blanqueo del dinero negro, lo que explica el auge desmedido del turismo. Nos han engañado a todos para que los de A vayamos a B y los de B a A de manera compulsiva. El turismo masivo es la vía ideal para el blanqueo del dinero sucio.

En ese contexto les quiero relatar una historia que me ha afectado directamente. Es algo nimio, pero significativo. Hace unos siete u ocho años, yo recibí una inesperada cantidad de dinero, vía herencia, y antes de usar la mayor parte en inversiones que no les voy a detallar aquí, decidí darme dos caprichos, que se contaron en el blog: hacerme socio de ACNUR y comprar acciones del Deportivo de La Coruña. Respecto a lo segundo, por aquellos tiempos las acciones estaban tasadas en 60€ cada una. Yo compre 20, así que invertí 1.200€. El club de mis amores estaba pasando por apuros económicos que lo llevaron a la tercera división nacional y pedía ayuda para saldar la deuda monumental que tenía.

Unos años después, el club emprendió una ampliación de capital, destinada a salir de la situación concursal, y ofreció a los accionistas como yo duplicar su inversión, trapo al que entré diligente. Pasé a tener entonces 40 acciones, por valor de 2.400€. Tras eso, me he desentendido un poco, no voy a las juntas de accionistas, pero he seguido por la prensa el brillante proceso que le ha permitido a la propiedad mayoritaria del club, la entidad bancaria ABANCA, saldar la deuda entera y convertirse en un club saneado, ya en la Segunda División y con pretensiones de subir a Primera. Eso sí, cada vez que pasaba unos días en La Coruña, me acercaba por la sede social para interesarme por mi inversión. La última vez, las acciones estaban a 60,10€, que es como si hubieran bajado, pero eso entendía yo que ayudaba al club a ir saliendo de la penuria.

Pero en agosto pasado visité de nuevo La Coruña, como saben, y me acerque como de costumbre a preguntar qué había de lo mío. Y, para mi gran sorpresa, me informaron que este 27 de mayo, mientras estaba yo en Sydney, Australia, el club había anunciado que, para terminar de una vez con la deuda, había decidido rebajar el valor de las acciones, desde 60,10€ a 0,08. Como lo oyen (o lo leen). Es decir, que, gracias al Depor de mis penares, están ustedes leyendo el blog de un auténtico millonario, titular de acciones del club por valor de 3,20€. No sé lo que piensan ustedes (una vez que hayan dejado de carcajearse a mi costa) pero a mí me parece una indecencia que esto sea posible legalmente. Es que así es como funciona el capitalismo salvaje este en el que nos tratamos de desempeñar.

Frente a esto yo tengo dos caminos: el primero es dejar esas acciones como están, para seguir siendo accionista nominal y esperar a ver si poco a poco se van revaluando, algo que creo que sucederá cuando las ranas críen pelo. El segundo es vendérselas a ABANCA, la entidad bancaria mayoritaria, autora de la tropelía por la que todo el mundo le felicita. Me llevaría esos poco más de tres euros, pero podría consignarlo como pérdida patrimonial en la siguiente declaración de Hacienda que haga, y desgravarme un poquito, que este mundo cruel está organizado para los listillos y aprovechados que conocen todos los trucos.

En medio de este carrusel de historias cambiantes que nos acosan en un mundo acelerado que no se toma un respiro, hay también noticias agradables. El Madrí y el Barça están ahora mismo pinchando, lo que le ha puesto la Liga en bandeja al Atleti, de lo que me congratulo. Y el Dépor está ya en Segunda, peleando por mantenerse y tratar de ascender a Primera, si no es este año, el que viene. Y, lo que más gusto me da, es ver que Guardiola pierde un partido tras otro, por primera vez en la historia. Ya me había alegrado de la caída de Mourinño (una persona repulsiva y pésimo entrenador), que está penando por Turquía, como antesala de su vuelta a su tierra a entrenar al Rio Ave o algún club del mismo pelaje. Guardiola es un buen entrenador, quizá el mejor, pero también una persona repulsiva, en mi opinión. Y nada mejor que asistir a su estrepitosa caída, que evidencia la imagen de abajo.

Pero, fuera coñas como decimos en mi tierra, la situación de nuestro mundo pinta mal, con la victoria de Trump y la amenaza mundial de los populismos de extrema derecha que amagan con acabar con la Democracia. Trump se vende a sí mismo como el tipo que va a acabar con todas las guerras en marcha, de las que culpa a Biden. Ahora todo el mundo se echa las manos a la cabeza con el indulto preventivo de su hijo, algo que este anciano gagá había prometido no hacer nunca. No sé de qué se extrañan; también había prometido que estaría sólo cuatro años en el cargo y ha habido que desprenderlo del sillón con agua caliente. Respecto a Trump, ya-veremos-dijo-un-ciego, pero de un tipo tan colérico e imprevisible se puede esperar cualquier cosa.

Y a pesar de todas las amenazas de este mundo acelerado que camina imparable hacia su desaparición, hay cosas que permanecen. En mi barrio ya no quedan casi tiendas ni bares de los antiguos, mi academia de yoga cierra, mi amiga Ana ya no hace zapatillas de casa de piel de cordero y mis acciones del Dépor valen tres euros. Pero pasado mañana es el día de Santa Lucía. Y dicen en mi tierra que por Santa Lucía, mengua a noite e crece o día. A partir de pasado mañana, las tardes empiezan a estirar. Lo que pasa es que las mañanas continúan encogiendo y la suma de ambos fenómenos da un saldo negativo a la duración de los días, hasta el 20 de diciembre, día del solsticio y el día más corto del año. Luego, las mañanas siguen encogiendo todavía hasta el 27, pero el saldo empieza ya a ser positivo.

Y a partir del 27, los días crecen por el principio y por el final. Ya saben también que, por la inercia térmica de la Tierra, los días más fríos se sitúan estadísticamente en torno al 20 de enero. Fenómenos todos ellos derivados de la llamada eclíptica, la inclinación del eje de rotación de la Tierra con el eje de traslación alrededor del sol, causante también de las estaciones, simétricamente opuestas en ambos hemisferios. Ese ángulo fue medido con precisión por Eratóstenes de Cirene, sabio griego del siglo III antes de Cristo, que estableció su magnitud en 23 grados y 51 minutos, amplitud después confirmada por el egipcio Ptolomeo. Y nadie les ha enmendado la plana.

Si la Tierra mantiene la eclíptica desde tiempos inmemoriales, tal vez no todo esté perdido. Así que dedíquense ustedes a disfrutar con fruición de los tiempos navideños, sean buenos, no sean perros verdes como yo lo era hasta este año y a ver si tienen suerte y les toca la Lotería. Hace poco salió por la tele un supuesto sabio que enseñó un saco de arroz de muchos kilos, echó allí un granito negro y dijo después que la probabilidad de encontrar ese granito era muy superior a la que tenemos de que nos toque la Lotería. A mí no me toca nunca, desde luego, pero en la puerta de Doña Manolita hay una cola de postulantes esperanzados que este año llega a la Gran Vía y da la vuelta hasta el Uniqlo, que ocupa ahora el edificio donde estaba antes el cine Avenida, donde yo vi dos veces Blade Runner. ¿Será por lo acojonado que está el personal con las perspectivas mundiales? No lo sé. En cualquier caso, ya veremos dijo el ciego. 

lunes, 2 de diciembre de 2024

7. Sobre el maktub, la breva y el método Luisinho

El 27 de noviembre, hace unos cuantos días, el gran Jimi Hendrix hubiera cumplido 82 años, si no hubiera fallecido a la edad maldita de 27, hace ya una eternidad. Es una pena, pero estaba escrito que debía suceder así, el destino nos reserva estas jugarretas y faenas, lo mismo que propicia ciertos encuentros mágicos en nuestras trayectorias. El 17 de octubre de 1961, dos chicos londinenses que no se conocían de nada, se encontraron en la estación de tren de Dartford y ese encuentro dio origen a una de las bandas más longevas y prolíficas del rock: The Rolling Stones. Mick Jagger (18 años) esperaba el tren que lo acercaría a la London School of Economics donde estudiaba, y Keith Richards (17 años) se dirigía a la Sidcup Art School, donde intentaba perfeccionar sus habilidades como dibujante.

Y quiso el destino que se juntaran en la Plataforma 2 de la estación, a la espera de su tren. Jagger llevaba dos discos de Muddy Waters y Chuck Berry, que un conocido le había traído de los Estados Unidos, mientras que Keith Richards portaba su guitarra electrificada. Ambos iban preparados para impresionar a sus colegas escolares, a ver si ligaban un poco, que por entonces era uno de sus objetivos vitales prioritarios, junto con la música, por supuesto. Para Richards, esos discos eran un tesoro, así que abordó a Jagger, empezó a hablar con él y se subieron juntos al vagón en el que siguieron conversando al respecto. Jagger tenía ya un grupo de rock amateur con el que se reunía a tocar cuando podía y Richards se sumó a los pocos días a ese grupo, que todavía no había adoptado el nombre que les daría la fama. Vean una foto de ambos en la estación de marras. Se la hicieron unos días después de su encuentro, intuyendo que allí empezaba algo grande y había que inmortalizarlo.

Cosas como esta cuenta Keith Richards en su autobiografía Life (2010), un libro interesante y divertido en el que revela todos sus secretos. Yo me lo leí hace unos años y creo que es uno de los libros de memorias de músicos más maravillosos que he leído, junto con el que Miles Davies publicó en 1989, un texto clave para conocer la historia del jazz completa. Los Stones, ya con su nombre, completaron el grupo con sus otros tres miembros originales y empezaron a tocar versiones de temas de blues y soul que seleccionaban con mucho cuidado, antes de lanzarse a componer, un arte en el que se revelarían como maestros. Corría el año 62 y de eso hace ahora 62 años, lo que no deja de ser otra muestra de cómo el destino juega con nosotros. Y empezaron a ser conocidos, al rebufo del estratosférico éxito de los Beatles. De esa época es este You better go on, que tocaron de la forma que ven abajo para un programa de la televisión local. Este vídeo tiene exactamente 60 años, que manda carallo. Veánlo.

  

Muchos años después, ambos músicos, ya millonarios, se distanciaron y Mick inició una carrera en solitario, acompañado por otros artistas de prestigio, como Jeff Beck o Lenny Kravitz. Tuvo unos éxitos importantes, pero nada comparable a la repercusión mundial de los Stones. Durante ese tiempo, Richards se marchó a Jamaica en donde se dedicó a tocar y componer con diferentes músicos locales, sin otro propósito que el de pasárselo de puta madre. Añorante de las glorias pasadas en común, Jagger lo fue a visitar y reanudaron su relación, Desde entonces, los Stones hacen giras y giras, en las que estos ya octogenarios artistas desarrollan una energía sorprendente. Hace ya bastantes años que en sus giras se hacen acompañar por una unidad médica geriátrica permanente. Y en paralelo siguen grabando unos discos bastante presentables. Mientras el cuerpo aguante. Vean una foto de ambos más actual.

Hendrix murió ahogado en sus vómitos en el baño de un hotel de Londres en donde estaba alojado con una chica que no era su novia y que entró en pánico y no supo qué hacer hasta que era ya demasiado tarde (por cierto, esta chica y la novia americana de Jimi han pasado luego décadas peleándose por la herencia del músico, jalándose del moño, judicialmente hablando). Y cualquiera de ustedes, queridos lectores, puede caer en la tentación de pensar que el tipo se había abandonado a la mala vida, adobada por toda clase de sustancias, por lo que no es de extrañar que terminase como terminó. Pero yo les aseguro que Keith Richards no llevó una vida mucho más saludable durante muchos años, y aquí lo tienen, a punto de cumplir los 80, felizmente rodeado por su mujer, sus hijos y sus cinco nietos (no sé si tiene ya alguno más). Así que esta diferencia de trayectorias, únicamente cabe atribuirla a la buena o mala suerte; en definitiva, a lo que solemos llamar el destino.

Partiendo de un ateísmo básico, fundacional (mi padre era ya ateo convencido), yo tengo últimamente la percepción de que tal vez por ahí en alguna parte exista una especie de Gran Guionista, que determine todas nuestras vicisitudes sucesivas. De ninguna forma me lo imagino como un dios bondadoso como el que suelen evocar los cristianos, sino más bien un grupo de dioses traviesos y malévolos, a la manera de los de la antigua Grecia, que juegan a los dados con nuestros destinos, sólo para divertirse y desprovistos de cualquier tipo de empatía o sentimiento misericordioso. Después de más de 70 años de vida, mi mente se inclina últimamente a un concepto en línea con lo que los árabes llaman el maktub. Empezaré por decirles que el maktub no es un concepto musulmán, sino árabe, anterior al Corán, como lo prueba el hecho de que en ese texto sagrado se menciona una vez, cuando dicen que Mahoma siguió el maktub que ya le determinaban los Evangelios cristianos y la Torá judía.

El concepto es, pues, anterior al Corán. Para los árabes, el maktub es el camino que cada uno sigue a lo largo de su vida, un camino que está trazado completamente desde mucho antes de nuestro nacimiento. Si nuestro camino entero está trazado y predeterminado, solamente nos queda la tarea de caminar por él. A veces sucede que nos desviamos de nuestro camino, pero es entonces cuando el maktub nos lleva de vuelta, una versión árabe del karma de los hindúes. Entre los musulmanes creyentes se utiliza mucho el inshallah, que viene a ser un equivalente al Dios proveerá de los católicos. Pero el maktub no tiene necesariamente que ver con ninguna divinidad. Por tierras más próximas se solía usar un dicho que rezaba: ¡no caerá esa breva! Sin embargo, hay ocasiones en que el maktub o el karma hacen que te caiga finalmente la famosa breva. Sólo queda entonces reconocerlo y mostrarse agradecido con el destino.

Mirando hacia atrás con mi perspectiva de septuagenario, debo reconocer que, en general, soy una persona que ha ido teniendo bastante suerte en la vida (por ahora) y lo digo solamente a título comparativo, confrontando mi trayectoria con la de muchos de los que me rodean, o rodeaban; ya saben que he perdido a tres amigos muy cercanos en menos de un año. Ellos se han ido y yo estoy aquí, escribiendo mi blog para ustedes y viviendo la vida a grandes tragos. Dice mi admirada Maruja Torres que cuantos más amigos se le mueren, más ganas le entran a ella de vivir la vida lo más intensamente que pueda. Parte fundamental de esa suerte que presumo de haber tenido está en el hecho de haber nacido en Europa en la segunda mitad del siglo XX. Un tiempo en el que no nos tocó vivir ninguna guerra, circunstancia que se producía en nuestro mundo occidental por primera vez en la Historia.

Lo que viene ahora no parece tan halagüeño y lo siento por mis hijos. Con Trump a los mandos, nuestra sensación es de estar en un barco gobernado por un timonel medio loco. Sin olvidarnos de Putin, Netanyahu y los demás. Un panorama siniestro, pero hoy no quiero yo derivar mi discurso por estos vericuetos. Aunque sí les recomiendo el artículo de ayer en El País de la escritora portuguesa Lidia Jorge, una de las plumas europeas más cualificadas para hablar de nostalgia o saudade de los tiempos venturosos que nos tocó en suerte disfrutar a nuestra generación. Les voy a poner el enlace con este artículo crepuscular y les digo que, si no son suscriptores y no lo pueden abrir, pues búsquense la vida a través de algún amigo o alguna otra forma de acceder a su texto. Yo me limito a indicarles que pinchen AQUÍ.

Tremendo artículo este de Lidia Jorge. Pero retomando el hilo de más arriba, creo que además de un equipo de guionistas cósmicos, que ya lo quisieran en Hollywood, hay una especie de predeterminación que nos hace movernos en planos paralelos, en los que nos vamos entrecruzando todo el rato. De ahí eso de que el mundo es un pañuelo. Para mí el mundo es un paquete de pañuelos extendidos, que no tienen comunicación entre ellos. A pesar de que yo tengo amigos por todo el mundo creo que me muevo en un solo de esos planos y que con la gente que habita en los otros jamás me voy a encontrar. Un ejemplo. En el post anterior les hablé de la escritora ecuatoriana Natalia García Freire, cuyo libro de cuentos ya me he terminado. Los guionistas estelares de mi vida decidieron que acudiera a su presentación en la librería Tipos Infames, a pesar de que era miércoles y yo tenía mi sesión de guitarra en Palomeras.

Para poder llevar adelante esa decisión, estos cabrones hicieron enfermar a Henry Guitar, que se quedó sin voz y suspendió nuestra clase-ensayo, lo que me permitió a mí acudir a la presentación del libro. Todo esto se contó en mi post anterior, que se publicó oportunamente en el blog. Unos días después, acudí al bar Ricla, donde mi tocayo y su hermano Jóse me habían avisado que su madre había cocinado un pote asturiano, uno de los platos que más me gustan del lugar. Y allí, mi tocayo, que es seguidor puntual del blog, me contó que ellos conocían hace mucho a Natalia, cliente asidua del Ricla de cuya vida personal saben muchas más cosas que yo (que no voy a detallarles aquí). Es obvio que el mundo es un pañuelo, aunque se trata de un pañuelo de muchas capas, por una de las cuales nos vamos moviendo. Por cierto, aquí les dejo mi foto sosteniendo el cartel con el que me reservaron mesa en el lugar.

Si uno acepta estas cosas del maktub, el karma y el mundo estratificado en capas que no se comunican nunca, aunque sea a título poético, pues se alcanza una especie de paz interior o nirvana, a lo que ayudan mucho cosas como el yoga, el blues y la compañía de un gato tan especial como el bueno de Tarik Marcellino. En realidad, mi amiga Tato empezó a criar a Tarik para su sobrino Manu, pero aquí intervino el maktub y resultó que uno de los compañeros de piso de Manu vetó la presencia de animales en la casa que comparten. A mí me había mandado antes fotos y vídeos de otros gatos, pero ninguno me gustaba. Y, en cuanto me llegó el primer vídeo de Tarik, supe que ese era mi gato y le pedí que me lo reservara. Y así me encontré con el animalito más majo y buen compañero del mundo. Un gato que no está para nada triste y azul, ni tiene nada que ver con el gato de Schrödinger, aunque a menudo hace uyuyuyuy, como el famoso de Rosario Flores.

Con Tarik, el único problema es que está un poco gordo, pesa más de seis kilos y he decidido ponerle comida en el cuenco sólo una vez al día, antes de acostarnos. Es una medida que no le ha gustado demasiado y encima, como es un ansioso, generalmente se acaba toda la comida antes de mediodía, por la tarde pasa un hambre considerable y por las noches saca su acento gallego para clamar desesperadamente: ¡¡¡Pero cando se come nesta casa, carallo!!! Vean cómo se pone de elocuente el bueno de Tarik Marcellino Martínez para proclamar que no hay derecho, hombre, que él se porta bien y no es justo que lo tenga a dieta.

Pobrecito mío. En fin, mi vida plácida sigue a toda pastilla, en medio de este tsunami de locura consumista que nos anega a todos en estas fechas. Desde que han encendido las luces de Navidad en Madrid, ha comenzado una avalancha de turismo local pedorro, gente que viene de Toledo, Ávila o Segovia y, lo que es peor: de Villarejo de Salvanés, donde reside la gente más paleta del entorno. Todos ellos llenan las calles del centro, atestan los bares y atascan el tráfico, hasta el punto que los municipales cortan los accesos y a mí me cuesta un buen rato de elocuencia convencer al agente de turno de que vivo justo detrás y que lo único que quiero es dejar el coche en mi plaza de residente frente al Museo Reina Sofía. La forma de defenderse de esto es no salir apenas de casa, que es lo que yo hago, dedicado a la lectura y otras nobles ocupaciones.

Ya me he terminado el libro de Natalia, La máquina de hacer pájaros, que no me atrevo a recomendarles. Esta mujer tiene un mundo interior muy particular, que podríamos considerar surrealista y en el que a veces es difícil discernir de qué nos está queriendo hablar. Sus cuentos son cortos y algunos son fabulosos. En otros se queda uno un tanto estupefacto. Con este libro terminado, me he puesto con otro que me tiene entusiasmado: Nada es verdad (Niente di Vero, 2022, Veronica Raimo). Se trata esta vez de una escritora romana de unos 40, que disecciona las particularidades de una familia bastante peculiar, dominada por un padre preso de paranoias, que ve peligros por todas partes, de los que quiere proteger a sus dos hijos, la narradora y su hermano. Es un libro divertidísimo, que se lee con placer y que les recomiendo sin dudarlo.

Además de leer, continúo con mis actividades diversas. El día 28 tuve una entrevista de hora y media, a través de Zoom, con mi amiga Sonia de Gregorio, de la que ya les conté que la Comisión Europea le ha concedido una beca para que investigue durante tres años sobre el concepto Regeneración Urbana, del que es, en mi opinión, una de las personas más conocedoras a nivel nacional. Dentro de una ronda con expertos del tema, me ha incluido a mí como veterano y tuvimos una sesión muy interesante. A Sonia le preocupa que el nombre se esté empezando a usar de manera impropia (por ejemplo, la Operación Nuevo Norte, antes Chamartín, se vende ahora como proyecto de regeneración urbana). Estas confusiones no son para nada inocuas: cuando aparece un concepto moderno y que mola, dicho en lenguaje de la calle, el Sistema se lo apropia y lo desvirtúa. Ya les hablaré otro día más en profundidad de este interesante tema.

Hace unos días invité a mi hermano mayor Antonio y mi cuñada Gundi a degustar un potaje de los llamados de vigilia, que se ha convertido en la receta estrella de mi cocina particular. Con dos invitados de 89 años, quería yo aprovechar que pudieran venir antes de que resulte imposible moverse por la zona centro donde vivo. Después del banquete, les ofrecí mis sofás para que se echaran una siesta, oferta que conlleva el peaje de que Tarik Marcellino se te sube a compartir la siesta contigo. Entre ambos, escogió el regazo de mi hermano, en una escena que también quedó inmortalizada, como ven abajo.

Como les he dicho, para conseguir la paz, alcanzar el karma o recuperar el camino perdido del maktub, ayuda mucho un gato como Tarik Marcellino y unos hermanos como los míos. Y también lo que yo he dado en llamar el método Luisinho, con el que cierro ya este post. Luisinho fue un jugador de fútbol portugués, ya retirado, que durante varias temporadas jugó en el Deportivo de la Coruña. Era un tipo bastante bruto, con cara intimidante, al que a menudo expulsaban por darle unos meneos tremendos al delantero rival que pretendía entrar por la zona que él defendía. Además, protestaba todas las faltas que le pitaban, se encaraba con los árbitros, empujaba a los rivales. Era un auténtico energúmeno del fútbol. En una ocasión, el árbitro lo expulsó y puso en el acta que le había amenazado de muerte. Le cayeron cuatro partidos de suspensión. Sus compañeros mostraron su extrañeza de que el árbitro hubiera entendido lo que decía este hombre, dado que ellos no le entendían nada en su portugués cerrado.

Hasta que, después de un verano de descanso en su tierra, regresó convertido en una persona diferente. Ya no hacía faltas violentas, le daba la mano a los contrarios y les ayudaba a levantarse, no protestaba una sola falta y, desde luego, ya no lo volvieron a expulsar. La cosa era tan llamativa, que un periodista le preguntó qué le pasaba. Su respuesta es genial. Verá, amigo, es que este verano he reflexionado sobre mi vida, de dónde venimos, a dónde vamos. Y he tomado una decisión: ya nunca me voy a volver a enfadar por las cosas que de verdad no tienen importancia. Me parece una respuesta maravillosa, que yo he aplicado a mi vida. Porque por la calle, o conduciendo por la ciudad, uno ve continuamente escenas en las que la gente normal se pilla unos berrinches monumentales por tonterías. Yo era un poco así antes y al final sufría mucho más que el causante de mi mosqueo.

Ahora voy por la vida cediendo el paso a todo el mundo, saludando sonriente y, por supuesto, conduzco mi coche de forma mucho más cuidadosa con los demás. Ya nunca me enfado con los taxistas que me meten el morro para ganar la posición, o con los domingueros que conducen a paso de tortuga. Por no hablar de los conductores de VTC que no se conocen la ciudad y se paran a consultar su ruta en el móvil. Yo ya no me voy a enfadar nunca por las cosas que carecen de importancia. Y, desde que me aplico el método Luisinho, estoy mucho más cerca del karma, y de recuperar el camino que el maktub trazó para mí muchos siglos antes de que yo naciera. Sean buenos y hagan como yo, que la paz personal va a ser un factor clave para soportar los duros tiempos que vienen. Hasta luego.