Pues aquí me tienen de nuevo,
renacido después de casi un mes de hibernación informática, disfrutando de mi
Lenovo completamente reparado, saneado y formateado, de modo que es exactamente como si
me hubiera comprado uno nuevo. Fui a la tienda a recogerlo y me lo encontré
inmaculado, yo creo que hasta le habían sacado brillo. Y desde entonces estoy
como niño con zapatos nuevos, o como adolescente con su nueva Xbox. Lo que pasa es
que, igual que cuando uno saca un filete del congelador, hasta poder empezar a
cocinarlo ha de cumplir una serie de requisitos que se llevan su tiempo. Si
nos entra la prisa y ponemos por ejemplo el filete directamente sobre el radiador de la
calefacción, lo más probable es que lo desgraciemos. Yo he debido agotar los
plazos, cumplir los procesos y reprimir mi ansiedad, hasta volver a la situación
de partida. Primero visité a mi amigo friki, que me instaló la versión pirata del
Windows 16, después he recuperado los archivos que había guardado en un disco
duro externo. Y ya estoy listo para ser cocinado.
Pero durante ese tiempo de
hibernación digital, no he permanecido ocioso, ya saben ustedes que hasta me he
hecho un corto viaje a Atenas, del que incluí un par de fotos en uno de los
posts que perpetré malamente, ayudándome del teléfono móvil, para que esta tribuna
no sufriera una desconexión fatal y se fuera a la mierda. Porque los blogs, como las plantas, hay que regarlos de vez en cuando para que sobrevivan. Una vez que se han secado ya da igual que intentes regarlos. Les recuerdo también
que yo vengo de afrontar el año pasado un viaje de vuelta al mundo en el que
visité a los amigos que tengo por todas partes. Esas relaciones también hay que
regarlas periódicamente, para que no se desvanezcan y se pierdan para siempre, uno ha de mantener el contacto y la historia de mis amigos all over the world ha tenido en estos días una serie
de feedbacks que les cuento.
En primer lugar, mi amiga chilena
Valeria López me presentó en Santiago a una compañera suya de oficina que se llama Gabriela
y es periodista. Con ella estuvimos tomando pisco sours por el céntrico barrio
de Lastarria. Bien, pues Gabriela venía a Madrid a mediados de septiembre para
hacer un máster en la facultad de Ciencias de la Información. Desde entonces
hemos hablado por teléfono con frecuencia, pero no habíamos podido quedar,
porque con sus actividades lectivas no encontrábamos momento y ocasión. Finalmente, en navidades, me anunció que no pensaba viajar a
pasar las fiestas con su familia, porque es un viaje muy caro. Dado que se
quedaba por aquí y estaba de vacaciones, nos citamos un día junto a la estatua de García
Lorca en la plaza de Santa Ana, momento al que corresponde la foto que les
adjunto.
Desde la plaza iniciamos un tour
gastronómico que empezamos en La Venencia con un par de manzanillas,
continuamos en La Casa de las Torrijas, donde mi amigo Andriw, camarero
colombiano del lugar, nos sirvió unas torrijas fantásticas con sus correspondientes chupitos de vino dulce. Y la rematamos en la Taberna de Antonio Sánchez con unas berenjenas
con miel de caña para chuparse los dedos. Con esta excursión por lugares
emblemáticos que la chica no conocía, cumplí mi misión de cicerone, de forma
que ella pueda ahora presumir con sus amigos de buena conocedora del Madrid
profundo. El bueno de Andriw nos hizo las fotos que ven abajo y le mandamos
todas ellas a Valeria con nuestros mejores deseos para el año nuevo.
Dentro de mis mensajes a los
amigos foráneos, yo suelo pedirles fotos de sus niños, los que los tienen y les
voy a mostrar algunas, empezando por el súpersimpático Ryan, el hijo de mi
querida amiga Shannon, de Los Ángeles, que le ha puesto por nombre su propio
apellido de soltera. Con este crío, que aún no tiene ni un año, hice yo muy
buenas migas, como pudieron ver en mi blog. En esta foto se muestra con el
reglamentario gorro de Navidad. Por cierto, he estado en permanente contacto
con Shannon con motivo de los terribles incendios que han asolado su ciudad. Shannon ha sufrido la pérdida de uno de sus tíos políticos, además de tener que presenciar cómo se calcinaban completamente dos casas de la familia en la zona de
Malibú. Me cuenta también que la zona de bosque por la que hicimos senderismo y el precioso camino hasta
llegar al lugar, ya no existen, han quedado arrasados. Vean al bueno de Ryan,
ajeno a las tragedias que le iba a traer a su familia el año nuevo.
En eso consiste la vida, en caer
y volverse a levantar. Shannon es fuerte y se recuperará de todas esas desgracias.
En paralelo, mi buen amigo Radclife Dacaunay, arquitecto del área de urbanismo
de Seattle, a quien apenas pude ver un par de horas en mi viaje, me manda
también fotos de sus hijos. Conocí a Radclife en 2017 en el workshop de C40 de
Portland (Oregon). Por entonces, su mujer, de origen polaco, estaba embarazada
de mellizos y yo guardo toda una colección de fotos de estos críos en sus diferentes
etapas desde recién nacidos. Los chicos se llaman Ziggy y Zosia y tienen ya siete años. Vean aquí su
imagen más reciente, durante un viaje a París. Por cierto, yo puedo publicar estas fotos por ser este un
foro minúsculo, con apenas treinta contertulios, que son de mi confianza y sé
que no van a hacer mal uso de las imágenes. Si este fuera un blog de mayor resonancia, sería una imprudencia que yo publicara fotos de niños. Tal como
está el tema, me podría buscar un problema. Vean aquí qué guapos son los
gemelos de Radclife.
Ya sé lo que están pensando: que
me encantaría ser abuelo. Pues sí, la verdad es que han acertado, aunque es un
tema que no está en mi mano decidir. Los niños son una de las cosas más bonitas
que hay en el mundo. Todo llegará. O no, que diría M. Rajoy. Pero por cerrar
este capítulo, les recuerdo que mi amigo japonés Masafumi Koga, a quien visité
en Berkeley, ya no está más en los USA. Ahora vive en Nagoya (Japón), adonde
finalmente ha podido llevarse a sus dos gatos. Y allí ha nacido su primera
hija, a la que ha puesto por nombre Ito, como el apellido de quien fuera su
profesor en la universidad de Osaka, el bueno de Siojy Ito, con quien me reuní en Kyoto. Él también me ha mandado fotos de la familia completa y de
la pequeña Ito. No sé si ya se lo he dicho, pero yo estoy firmemente convencido
de que los orientales tienen los ojos achinados de tanto que se ríen.
Masafumi ya no vive en Berkeley y
mi sobrino Zael tampoco está más en Lima. Mi viaje no hubiera podido ser el
mismo si lo hubiera dejado para más adelante. Mi amigo Rafa, de Ciudad de México, sigue allí por el momento, pero está a punto de volverse a Madrid. Y otro de
los colegas a los que visité, el gran Gonzalo López, de San Diego, me escribió
para avisarme de que su amigo Paul Espinosa, antropólogo y prestigioso director
de documentales, venía a Madrid a presentar un ciclo de cinco películas suyas
en la Filmoteca, algo que le habíamos conseguido entre Gonzalo y yo, después
de largas gestiones. Paul es un documentalista con más de cuarenta años de
carrera, durante los que ha mostrado al mundo cómo es la vida de los chicanos,
como se llama en los USA a los descendientes de emigrantes mexicanos (en México
se les suele aplicar el calificativo despectivo de pochos).
Me acerqué a saludarlo y asistí a
las proyecciones en diferentes días de tres de los cinco documentales, que me parecieron muy buenos.
Especialmente el más reciente Singing our
way of freedom (2018), centrado en la figura del cantautor Chunky Sánchez, que llegó a ser
condecorado en Washington por su labor social en favor del pueblo chicano. No sé si es
fácil que lo encuentren ustedes por las redes pero, si lo consiguen, no dejen
de verlo. Explica muy bien la historia del pueblo chicano, ese que ahora el
energúmeno de Trump pretende expulsar de vuelta a su tierra de origen. Cuando sucede que muchos de sus integrantes no han estado nunca en México, ni siquiera saben
hablar español. El propio Paul se maneja mucho mejor en inglés, como pudimos comprobar.
Vean abajo la foto que nos hicimos con un tercer amigo común en la sala de la filmoteca tras el coloquio, para mandársela a
Gonzalo.
Pero la vida ha seguido también
su curso mientras yo estaba sin ordenador. Y, dentro de mi entorno más próximo,
resulta que en mi comunidad de vecinos han iniciado unas obras de arreglo de la
fachada interior, que da al patio de manzana La obra de saneado, enfoscado y
pintura la ejecuta una cuadrilla cuyos integrantes se descuelgan desde la azotea
con técnicas de alpinismo y, así colgados en el aire, van completando las
sucesivas tareas, intercaladas por pausas para fumarse un pitillo que debe de
saberles a gloria, así flotando en el vacío. La cosa es tan llamativa que
les he hecho algunas fotos y hasta un vídeo para que vean cómo se desempeña
esta gente.
En esta última, ciertamente
inquietante, pueden ver cómo el operario apoya su bota directamente sobre el
cristal de mi ventana de la cocina. Como se pueden imaginar, este trajín, que
dura ya más de un mes, le tiene muy preocupado a Tarick Marcellino, que
reacciona a las distintas situaciones observando inquieto lo que sucede detrás
de la ventana, o corriendo a esconderse debajo del sofá más seguro. Las fases
de inquieta vigilancia me han permitido sacarle unas fotos en las que se capta toda su preocupación. Véanlas y díganme de verdad si han visto alguna vez un
gato más guapo y más expresivo.
Hablando de obras, mi barrio y la
ciudad entera están levantados. Hay obras por doquier. Esta es una cosa que
tiene muy clara el señor Almeida, a punto de ser padre: las obras son un asunto
clave para la economía capitalista. Sirven de motor económico y dan trabajo a
la gente. Aunque no sirvan para nada más. Les voy a poner un ejemplo,
ciertamente surrealista. En el parking de residentes del Reina Sofía, donde yo
guardo mi coche, han tenido el acceso peatonal norte cerrado por obras durante
un par de semanas. Terminada la obra, resulta que lo que han hecho es cambiar el pavimento del
descansillo de la planta menos uno, para instalar una hilera de baldosas de las
que se ponen en las aceras para orientar a los ciegos (toda la ciudad está
llena de estos pavimentos tan molestos para los que no tenemos problemas
visuales).
Y dirán ustedes: ¿es que los
ciegos pueden conducir y por eso necesitan esas guías en el suelo para llegar
hasta sus vehículos? Pues es obvio que no. Es una obra inútil. Pero detrás de
ella hay una empresa que factura por su trabajo. Y una serie de currantes que
mantienen su empleo, por no hablar de los diferentes intermediarios, como el
aparejador o el gestor jurídico (no creo que para esto se requiera la firma de
un arquitecto). Además, el Ayuntamiento hace caja, por la licencia, y el Estado
también, por el IVA. Es decir, que los miles de pequeñas obras que se hacen en
la ciudad, engrasan el sistema económico y laboral. Con cosas como estas,
Madrid va bien y España también va bien, como en tiempos de Aznar.
El problema de esto es que
nuestro país vive de dos sectores que no crean riqueza real: la construcción y
el turismo. Hay que construir y construir todo el rato, para que la poderosa
industria inmobiliaria no entre en crisis. Y lo del turismo ya es una locura
universal que nos tiene atontados, como los teléfonos móviles, y que además es
totalmente tóxica para nuestros barrios. En el mío, ya no se puede salir entre
la tarde del viernes y la del domingo: las aceras están atestadas de hordas de
turistas pedorros arrastrando los troleys de sus maletas, en los bares no se
puede entrar y ante los edificios de interés y lugares de ocio famosos se
forman unas colas monumentales. En días concretos, no se puede entrar ni al
Brillante a comerse un bocadillo de calamares.
El Brillante es uno de los pocos
bares originales que sobreviven; el resto se han reconvertido en dispensadores
de tacos y pollo frito, pizzerías de take-away, restaurantes asiáticos y
panaderías donde te venden supuestos panes de masa madre (que en realidad son
de masa de su puta madre, con perdón). Y los pisos de alquiler terminan por
expulsar a sus inquilinos, que no pueden soportar la competencia del airbnb. Los que somos propietarios, vamos
sobreviviendo y podemos disfrutar de la ciudad en los días no festivos, cuando
todavía se puede pasear por las aceras y entrar en los diferentes locales. Los
turistas pedorros se mueven compulsivamente en grupos medianos, dirigidos por
tipos con un paraguas en alto y un micrófono por el que el susodicho les cuenta
notorias mentiras, directamente a sus audífonos. Tampoco es que le hagan mucho caso,
preocupados como están de hacerse muchos selfies con la uve de la victoria y
los inevitables morritos, para mandárselos enseguida a sus seguidores de
Instagram.
Sucede, como ya les conté, que
todos los de Ávila o Toledo (y Villarejo de Salvanés) se vienen a ver el centro
y las luces de Navidad. Pero si a uno se le ocurre acercarse a Ávila o Toledo,
se encuentra las ciudades llenas de madrileños, en una simetría que subraya lo
absurdo del tema. Madrid es ya una cafetería gigantesca, donde todo el mundo se
dedica al sector de la hostelería y restauración. Las grandes cifras económicas
nos sitúan en el primer lugar de Europa, en cuanto a crecimiento del PIB. Pero somos
un gigante con pies de barro, como se vio en la crisis de 2008, en donde nos
quedamos a la cola. En una economía tan poco diversificada, cualquier crisis a
nivel global nos machaca. No olviden que la crisis de 2008 no la generó la
construcción, sino los productos financieros de riesgo que se habían generalizado
en los USA. Que yo sepa, Lehman Brothers y Goldman Sachs no se dedican al
sector inmobiliario. Al menos directamente.
Pero no hemos aprendido y, en
estos momentos, estamos igual de expuestos que en 2007. Y con un tipo tan
imprevisible y colérico como Donald Trump, cualquiera sabe lo que va a pasar. En
el coloquio posterior a la primera sesión del ciclo de documentales de Paul
Espinosa, le hice una pregunta al cineasta. Teniendo en cuenta que, según datos fiables,
los ciudadanos USA de origen latinoamericano son unos 66 millones (sobre una
población total de unos 350), es obvio que muchos integrantes de la comunidad hispana
han tenido que votar al tipo del pelo naranja. ¿Cómo se come eso? Paul me dio
una respuesta ponderada, en diversos apartados.
En primer lugar, en votos
populares, la diferencia con Biden había sido muy corta (cuando ganó por
primera vez, incluso obtuvo menos votos que Hilary). En segundo término, el
porcentaje de ciudadanos censados que vota finalmente en las Generales, ronda
el 50%, siendo mucho más alto en el caso de las elecciones de cada Estado. Y,
lo más importante: la enseñanza en Estados Unidos es cada vez peor; produce
ciudadanos ignorantes y poco formados, a los que no es difícil manipular a
través de las redes sociales, puesto que todos tienen móviles y acceso fácil a
estas redes, manejadas por intereses y gobernadas mediante algoritmos que te
bombardean con los temas y tendencias sobre los que te has interesado
previamente.
Es un análisis yo creo que certero, por parte de un chicano septuagenario y culto, que vive en el interior del monstruo. A mí, que esté Trump otra vez de presidente y sin los frenos que sufrió en su primer mandato, me da mucho miedo. A ver si, como prometió, acaba con las guerras en curso. De momento, en Gaza se ha firmado una tregua. Ojalá dure para siempre. Los de Hamas han aprovechado la liberación de rehenes para montar grandes circos mediáticos y demostrar que siguen vivitos y coleando, a pesar de llevar más de un año bajo las bombas, que no machacan más que a los civiles. Esta guerra, como todas, es un horror y quiero despedirme hoy con una imagen que no sé si han visto. Es la de una rehén israelí, a punto de ser liberada, pero todavía en manos de los enmascarados de Hamas. Su rostro creo que resume perfectamente el horror de esta situación. Sean buenos, como suelo decirles. Cierto que a veces le entran a uno ganas de mandarlo todo a la mierda y empezar a portarse muy mal, pero tengan paciencia. Eso sí: mantengan los ojos bien abiertos. Que no les engañen los algoritmos.
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