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viernes, 25 de abril de 2025

20. Sobre el turismo tóxico y otras disquisiciones

Aquí me tienen recién regresado de Budapest, ciudad maravillosa que he visitado por primera vez, para pasar allí la Semana Santa en buena compañía. Mi nueva situación personal, me lleva inevitablemente a viajar en períodos del año como el mes de agosto o la Semana Santa, salvo algunos moscosos rebañados con no poco esfuerzo, en contra de lo que solía hacer hasta ahora, que era aprovechar esos tiempos en que todo el mundo viaja, para quedarme en un Madrid solitario y recoleto, a disposición de los urbanitas que funcionábamos a la contra. No es este un mal cambio, teniendo en cuenta que, por ejemplo, los últimos meses de agosto que he pasado por Madrid ha hecho un calor infernal, de modo que la vida en mi piso de la última planta se volvía prácticamente insoportable, y no parece que las cosas vayan a cambiar en los años venideros. Les diré que viajé a Budapest en el Jueves Santo, lo que me permitió estar en Madrid durante la primera parte de la Semana Santa y constatar que en mi barrio ya no se puede vivir durante esos días festivos.

Yo ya había comprobado que tampoco es nada agradable el barrio los viernes por la noche, sábados y domingos, pero ahora añado la Semana Santa. ¿Por qué? Pues por el turismo que yo suelo llamar pedorro, aunque queda más fino adjetivarlo de tóxico. Me refiero, por supuesto a esas masas de familias acarreando maletones enormes con ruedas, que se mueven despacio como grupos de hipopótamos, que te impiden circular por las aceras y también entrar en los bares y locales, ante los que hacen colas muy largas que sufren consultando sus móviles. Esta gente camina a menudo con paso torpe e irregular, porque andan despistados y no saben adónde van. Son ruidosos y forman a veces grupos guiados por un/una joven que se para de tanto en tanto para contarles unas mentiras consistentes con un megáfono que te atruena, antes de salir hacia la siguiente parada con un paraguas cerrado en alto, para que no se les pierda nadie. Más los cochecitos a pedales (los malditos tuk-tuks) y las limusinas gigantes que circulan a paso de tortuga entorpeciendo el tráfico de las calles. Y la población flotante de raterillos y timadores, que acuden como moscas a la mierda y se dedican a acecharlos con disimulo.

Durante unos días nos pasamos al otro lado del espejo, para ejercer de turistas en Budapest, si bien les diré que en todo momento huimos de las aglomeraciones camuflados de húngaros (a mí se me ponía cara de húngaro en cuanto echaba a andar), usando el transporte público y paseando arriba y abajo por una ciudad estupenda, que conserva el esplendor de los tiempos del Imperio Austrohúngaro y ha logrado sobrevivir tanto a la caída de dicho imperio, como a una corta aunque letal invasión alemana (los nazis entraron en 1944) y 40 años de régimen soviético. Aprovechando los fondos europeos, se han reconvertido ahora en una sociedad próspera, de la que tira la capital, especialmente la parte de Pest, donde está la vida urbana más rica, mientras que, al otro lado del Danubio, la pequeña colina de Buda conserva el aire medieval ensimismado y los viejos museos e instituciones, que visita gran parte del turismo.

Ahora mismo, esa sociedad está bastante dividida políticamente, como la de todos los estados europeos, entre los escépticos de la democracia, complotistas paranoides y creyentes de las redes de desinformación, que nutren la ultraderecha de Orban y admiran a Trump y Putin y, por otro lado, los últimos demócratas en retirada tan asustados y preocupados como yo lo estoy, frente a calamidades como la pandemia, la invasión de Ucrania, la masacre de Gaza y la victoria de Trump en los USA, las últimas cuatro desgracias que nos han jodido el futuro (aunque desastres como el Brexit ya presagiaban esta deriva). En este mundo convulso, Hungría continúa a su bola, con un gobierno a la contra, regido por un amigo de Putin y Trump, sin integrarse en el euro (se siguen manejando en florines), entendiéndose en su idioma ininteligible para los demás, disfrutando de su magnífica capital, de su gastronomía refinada, de sus baños termales extraordinarios. Durante estos días, en todas las vallas de la ciudad se podía ver el cartel cuya fotografía les pongo abajo.

¿Cómo dicen? ¿Que no entienden el húngaro? No me lo puedo creer, unos políglotas contrastados como ustedes. Vale, ya no les vacilo más. Para este tipo de vicisitudes, yo aprendí en mi viaje de vuelta al mundo que hay una aplicación que viene de serie en mi móvil (y en el de todos ustedes), que se llama Google Lens. Si ustedes hacen una foto de un letrero en húngaro, o en coreano o en chino, el Google Lens se lo traduce al instante. El cartel dice textualmente: Voto por correo 2025. Votación sobre la admisión de Ucrania en la Unión Europea. Ahora en grandes mayúsculas: ¡NO DEJEMOS QUE DECIDAN SOBRE NUESTRAS CABEZAS! Acompañan las caras de Zelensky, Ursula von der Leyen y Manfred Weber, líder de Alemania, sobreimpresos sobre una cruz roja que, en cierta forma los tacha (es significativo que aquí no aparezcan las caras de Putin, Trump o Netanyahu). Pero lo más preocupante es el pequeño letrero que aparece abajo: Campaña realizada en nombre del Gobierno de Hungría.

Está bien claro. Uno se encontraba este cartel por todos lados, desde que salía del aeropuerto. Es lo que sucede con gobiernos proclives a la autocracia. Los norteamericanos ya se están empezando a dar cuenta de lo que esto supone. Ahora mismo, en todas las ciudades yanquis, si eres nacido en cualquier lugar de Latinoamérica, aunque tengas tus papeles de residencia en regla, te pueden abordar por la calle unos tipos de paisano que te llevan a un lugar desconocido, donde proceden a raparte al cero, ponerte un sayón infamante y unas cadenas en pies y manos, proceso que filman minuciosamente para mostrarlo al mundo, antes de meterte en un avión y mandarte a El Salvador, donde te pilla el presidente Bukele y te ingresa en esa especie de Guantánamo que ha construido en la capital. Te da lo mismo estar casado con una norteamericana y tener varios niños nacidos en el país.

Ya les dije que esta es la parte de Trump que me preocupa y me aterroriza. En cuanto a la política (es un decir) económica, como les pronostiqué, no le va a hacer ni cosquillas al sistema financiero internacional. Ahora mismo, las bolsas de valores han recuperado más o menos la mitad de lo que perdieron el día del trumpazo arancelario. Una parte de este rebote es normal: cuando una noticia mete miedo (pandemia, guerra o crisis), muchos pequeños inversores acojonados se apresuran a vender y eso es lo que hace que todo baje. Unos días después, al estar los valores muy bajos, la gente se pone a comprar como loca y los índices vuelven a subir. Pero aquí hay algo más que el llamado rebote técnico. Porque el fanfarrón Trump metió realmente miedo el día de la proclamación de sus aranceles urbi et orbi. Pero ahora todo el mundo ha visto cómo los poderes económicos le han doblado el brazo y ha tenido que recular. Y esto ha tranquilizado a los inversores: este tipo va de farol.

Pero en lo que no va de farol es en el recorte de libertades y derechos democráticos. Y ya empieza a decir que no le importaría presentarse a un tercer mandato, algo prohibido en la Constitución. Y mucho ojo con las elecciones de mitad de mandato, finales de 2026. Este señor va a empezar muy pronto a decir que, si no gana él, serán fraudulentas y no sería de extrañar que trate de obstaculizarlas, boicotearlas, cuando no directamente impedirlas. Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez andan de gira por todo USA poniendo en alerta a la gente. En uno de sus mítines se presentó Neil Young, antes de venir a Europa, y juntos cantaron eso de Keep on rocking in a free world. El vídeo está en Youtube, pero no he querido traerlo al blog, porque su visión me resultó un poco patética. Me recordó a los abuelos cabreados que hasta hace unos años danzaban en círculo en la Puerta del Sol con sus canas y barbas blancas al aire, coreando: Los crímenes del franquismo NO-PRES-CRIBEN. Hace mucho que no los veo, tal vez se hayan muerto todos.

El caso es que este martes regresé a casa, después de haber dejado sólo a Tarick Marcellino durante cinco días completos, con agua y comida suficiente, siguiendo las instrucciones del veterinario, que dice que, en ausencias de hasta cinco días, el animalito prefiere quedarse en casa, antes que sufrir el estrés de un traslado. Preferirá quedarse en casa, pero tenía un cabreo supino. Y nada más entrar, me encontré la muestra palpable de ese cabreo: había destrozado en parte la alfombrilla azul que tengo puesta en la salida a la terraza y había esparcido minuciosamente los pedacitos por encima de la alfombra de colores que he puesto este año. La cosa era tan llamativa, que grabé un video cortito para dejar constancia para la posteridad de esa muestra de contestación ciudadano-felina, antes de limpiarlo todo. Véanla.

El mundo felino es muy particular, pero dentro de él, los diferentes gatos tienen cada uno su carácter y una cierta tendencia a parecerse a sus amos con los que conviven. Por ejemplo, Ulises y Mina, los gatos de mi querida amiga África, son tan buenazos y divertidos como los demás miembros de su familia. Tarick Marcellino es un tipo con carácter, con su mal genio, que hace travesuras consistentes, unas veces de forma reivindicativa, como diciendo No hay derecho, y otras por pura diversión. La noche del martes se debatió entre dos pulsiones, la de hacerme ver que estaba muy enfadado conmigo por haberlo dejado solo cinco días y la alegría enorme de que ya hubiera vuelto. En mi academia de yoga hay dos gatos que andan por allí entre las esterillas mientras hacemos las diferentes asanas. Y la verdad es que son bastante sosos. Le he preguntado al profe cómo se llaman y me ha dicho que Tigre y Juanelo. Los nombres que la gente le pone a sus gatos son también un indicativo del carácter de sus amos. Tal vez ustedes recuerden que Julio Cortázar tuvo durante muchos años un gato que se llamaba Teodoro W. Adorno.

Pero yo quería hoy hablarles del turismo masivo que está acabando con los centros de nuestras ciudades, como el Barrio de las Letras en el que yo vivo. Este es un fenómeno muy reciente, de dos años para acá, o más en concreto, desde que se acabaron los encierros por la pandemia. Yo creo que la gente se asustó tanto de no poder ni salir a la calle durante meses, que al solucionarse el tema se han lanzado a conocer mundo como si no hubiera un mañana. Cierto que ya antes había ciudades muy machacadas, como Venecia, Barcelona o Praga, pero ahora es que son todas. Y el asunto se sustenta sobre una tipología urbanística concreta: los llamados apartamentos turísticos. Los propietarios de pisos vacíos o que antes tenían inquilinos fijos, se han decantado por esta forma de negocio que les asegura una ganancia sustanciosa. En septiembre pasado, cuando yo estuve en Llanes (Asturias) ya me dijeron que en todo el pueblo era imposible encontrar un piso para alquiler de larga duración.

Es un fenómeno incontenible, inmuebles enteros se convierten en colmenas de apartamentos turísticos que están siempre llenos porque nos hemos vuelto locos colectivamente. Y los inquilinos antiguos se van viendo expulsados a barrios menos céntricos. En Madrid la gente ya no puede vivir en el Distrito Centro y se van a Carabanchel o Usera. Y eso mismo está pasando en todas las grandes ciudades del mundo. Aunque en otros lugares, como París, Londres o New York, al menos hay políticas urbanísticas que tratan de controlarlo. Aquí, si hemos esperar que El Topillo (por cierto, inminente padre en tesitura de disfrutar de cuatro meses de permiso por paternidad, gracias a las políticas promovidas por Pedro Sánchez y otros comunistas), si hemos de esperar, digo, que este elemento haga algo para contener la avalancha, pues vamos dados.

Pero estos apartamentos turísticos no estaban hasta hace poco preparados para competir con los hoteles y hostales, que incluyen otros servicios y cobran por ello. Y en esta última marea incontenible, como les digo, de dos años para acá, han empezado a aparecer una serie de usos complementarios en las plantas bajas de los inmuebles de mi barrio. En primer lugar, unos locales llenos de taquillas, en donde dejar los equipajes. Han surgido como hongos y no tienen ninguna persona al cargo. El viajero llega, teclea un código para abrir la puerta, deja sus maletas y se va a la calle. Yo primero pensé que esto estaba al servicio de gente que llega en tren y se ahorra el hotel: pasa el día viendo la ciudad y luego recupera el equipaje para irse. Pero no es eso, o al menos no es sólo eso. Resulta que los apartamentos turísticos han de ser dejados a las 10 de la mañana, por ejemplo, y muchos viajeros tienen el avión o el tren por la tarde/noche. Los hoteles tienen un cuarto en el que se puede dejar el equipaje durante todo el día, pero los apartamentos turísticos no, porque en cuanto sale un viajero entra otro y no hay espacio para ello. Por eso han surgido estos negocios de taquillas (lockers en inglés). Esta mañana he hecho unas cuantas fotos que les muestro, todas en un radio de acción de unos cien metros de mi casa.




Un segundo negocio complementario: los cajeros ATM, que presumen de ser los que menos comisiones te cobran por sacar dinero con tu tarjeta VISA. También han surgido como hongos, empotrados en los mostradores de todas las tiendas de los chinos y los pakis. Para que puedas tener dinero suelto sin tener que buscar un banco. Más fotos del entorno de mi casa. 


Como verán abajo, estos cajeros son compatibles con cualquier otro negocio destinado a enganchar al turista: un ultramarinos (regentado por chinos), una heladería, una oficina de la Western Union para que te manden dinero en efectivo desde tu país, una lavandería de autoservicio y hasta un centro de taquillas como los que les he mostrado más arriba.





Y un tercer uso complementario: los antiguos bares del barrio están siendo progresivamente sustituidos por cafés con encanto, panaderías artesanales, lugares para el brunch y similares, además de tiendas de souvenirs baratos. En mi investigación, he descubierto que muchos de los turistas que hacen cola a la puerta de estos nuevos locales, van provistos de unos bonos de desayuno que les facilita la propia compañía de pisos turísticos, con los que se pagan el brunch o lo que haga falta. Otro servicio más que incluir en su oferta. Nuevas imágenes para que vean que no les engaño. 




Y algo que ya es el colmo: enfrente del Mercado de San Miguel, el templo de reunión de los turistas más adinerados a los que no les importa que les estafen, ha surgido una novedad, de la que también les incluyo abajo un par de imágenes. Otra necesidad perentoria de los turistas que abarrotan las calles del centro de Madrid es, obviamente, la de miccionar (ya ven qué fino me estoy volviendo). Para aumentar los servicios al turista y que no tengan que entrar a los bares a pedir un vaso de agua para disimular, un espabilado de estos negocios ha tenido la ocurrencia feliz de instalar unos aseos públicos de pago. Lo que nos faltaba. Y, por cierto, los guarros que se lo hacen en algunas esquinas de mi calle, seguirán perpetrando su tropelía incívica con tal de no pagar el euro y medio que, como ven, se pide por acceder. Me dice una amiga del servicio de Licencias del Ayuntamiento que este es un uso ilegal y que cualquier día se lo precintan. Como iban a precintar el ático del novio de Ayuso. 



En mi salida por el centro esta mañana, después de mi sesión matinal de yoga, la plaga de turistas no ha sido la única incomodidad que he sufrido; hay otras que terminan por hacerte la vida imposible. Los tuk-tuks a los que me he referido más arriba. Las obras que nuestro alcalde El Topillo hace por doquier. A este respecto, les diré que la Puerta del Sol sigue en obras, más de dos años después de empezadas y cada vez está más fea (les recuerdo que la propaganda decía que iban a estar listas para la Nochevieja de 2023). Y la desgraciada Plaza de Santa Ana está completamente destripada, a cuenta de los trabajos de mejora de un aparcamiento de concesión a un privado, que se han llevado por delanta la mayor parte de los árboles. Y para colmo, la huelga de basuras. La recogida de basuras es un negocio floreciente, ya saben que en Nápoles y otras ciudades lo controla la mafia. En Madrid, la concesión recae en las grandes constructoras, que están ahora forzando el pulso de la negociación con El Topillo y su cuadrilla. Yo tengo grabada en mi memoria, de cuando la huelga anterior en tiempos de la señora Botella, la imagen de una multitud de ratas como conejos campando tranquilamente entre los montones de mierda de la calle Atocha. Aquí las últimas fotos de mi reportaje: el tuk-tuk esperando clientes, las obras de Santa Ana y las basuras acumuladas.



Lo dicho. Que estamos todos locos. El dinero mueve al mundo y si la actividad de las ciudades no se regula debidamente (¿lo recuerdan? se llama urbanismo), sino que por el contrario, promovemos la libertad-libertad-libertad de Ayuso y sus colegas, pues el resultado es que la gente se ve expulsada del centro y los barrios de interés, porque estos del negocio turístico no se van a detener o buscar una cierta proporcionalidad o equilibrio: estos seguirán atestando las ciudades de apartamentos turísticos y sus usos complementarios, hasta matar la gallina de los huevos de oro. Después de ello, abandonan los locales y aparecen los okupas, delincuentes y gente de mal vivir, y los barrios se van a la mierda. Es un clásico de la evolución de las ciudades. En mi barrio, tratamos de sobrevivir los que vamos quedando, defendiendo nuestros bares y comercios de toda la vida y ocupando las aceras de forma menos invasiva. A la espera de que venga el señor Trump y nos joda la vida. Me queda sólo desearles que sean buenos y que tengan cuidado: el mundo va deprisa y no se detiene. Pórtense bien y tengan cuidado de que no les arrolle.

domingo, 13 de abril de 2025

19. El payaso en su palacio

                                                                                     Cuando un payaso se muda a un palacio,
No se convierte en sultán.
Es el palacio el que se convierte en un circo

Antiguo proverbio turco

Imaginen a qué viene a cuento este viejo refrán que ha circulado estos días por los guasas y demás redes sociales. La que está liando el del pelo naranja. Hemos asistido esta semana a la barrabasada largamente anunciada de ponerle aranceles a los intercambios comerciales con los USA de todos los demás países (menos Rusia) y, tal como van los tiempos, estoy yo meditando seriamente la posibilidad de gravar la lectura de este blog con un arancel del 200% para mis seguidores, para que dejen de darme la murga con que escribo muy poco. Ya se dijo al comienzo de este mi tercer blog que las cosas no iban a seguir como antes, que a mí no me sobra el tiempo y le doy prioridad a vivir la vida, por encima de dedicarme a contar lo que voy viviendo. Este es un blog de reflexiones al tran-tran, o de reflexiones de Pascuas a Ramos como lo bautizó certeramente mi querida África, seguidora fiel y preferente. Así que dejen de quejarse que, como sigan protestando, les voy a calzar un arancel que se va a cagar hasta la perra, con perdón de la expresión zafia, impropia de un dandy coruñés como yo, lo que pasa es que no se me ocurre ninguna otra más pertinente.

En fin, como en mis entradas anteriores, les haré un breve resumen de mis actividades más destacadas en estos últimos días, en los que hemos podido salir otra vez a la calle al amainar el gran diluvio que ha llenado nuestros pantanos y que anuncia una primavera llena de polen, para desgracia de los alérgicos, y prolífica en moscones y abejorros de tamaños impensables, para delicia de Tarick Marcellino que se lo pasa en grande cazando uno tras otro. Empezaré por contarles que en el último fin de semana de marzo, mi amigo Amir, taxista de Kuala Lumpur con el que sigo conectado, me mandó por Whatsapp un mensaje en malayo, que incluía la imagen que les muestro abajo. Pensé que se había equivocado de destinatario, pero luego comprendí que se lo había enviado a todos sus contactos, así que procedí a traducirlo del malayo con ayuda del Google Translator. Vean primero la imagen de marras.

Por la traducción supe que Amir me comunicaba alborozado el Aidilfitri, que es la fiesta del final del Ramadán en Malasia. Su mensaje decía: Selamat Hari Raya Aidilfiltri. Maaf zahir dan batin. Semoga hari yang mulia ini membawa kebahagiaan, keberkatan, dan keceriaan kepada anda dan keluarga. La traducción es Feliz día de final de ayuno, ahora te sientes limpio por dentro y por fuera, que este glorioso día te traiga felicidad, bendiciones y alegría para ti y tu familia. Quise contestarle: lo mismo para ti, querido Amir y, con la ayuda del traductor, lo pasé al malayo: Juga untuk awak, sayang Amir. Me contestó enseguida y les transcribo la conversación subsiguiente: Amazing u speak malay!!//No, I used the Google Translator//Hahahaha. How r u my friend//Fine. Super. Impossible better//Great. I’m always praying for you//Your prayers have good results. How are you my good friend?//I’m doing great, especially in size. Bigger¡¡//Hahaha, you must eat a little bit less//But my appetite is stronger.

¿Cómo dicen? ¿Que por qué no les pongo la traducción? Pues porque así pueden ustedes practicar un poco de inglés y, si me apuran, hasta un poquito de malayo. Y no me presionen, que les duplico el arancel. Lo cierto es que este Amir es un encanto, una de las amistades que hice en mi periplo por el mundo, de cuyo inicio se cumple mañana un año, hay que ver cómo pasa el tiempo. Les cuento también que el jueves 3 de abril, acudí al Hospital Ramón y Cajal, para mi revisión anual de las arterias carótidas en las que hace años me encontraron una pequeña obstrucción o ateroma, que requiere un seguimiento. Les recuerdo que el doctor que me examinó me dijo que ese seguimiento consistía básicamente en que yo siguiera. Que siguiera haciendo deporte, que siguiera comiendo con cabeza y que siguiera tomando mi medicación anti-colesterol. Eso es lo que hago, como saben, y el resultado de esta nueva revisión generó una ecografía con una imagen calcadita (así lo dijo el doctor) a todas las anteriores, la última de hace catorce meses. Así que, carretera, manta y a seguir.

Esa misma noche me constituí en la Sala Clamores, para asistir al concierto de Jesse Dayton, el compañero de Samantha Fish durante los dos años anteriores, que ahora vuela en solitario, en formato power trío, acompañado solamente por un batería explosivo y un bajo de luengas barbas, con los que perpetra un rhythm’n blues explosivo para contar historias de perdedores y tipos duros. Este hombre tiene 58 años y empezó a tocar por la zona de Austin (Texas), a la edad de 18, así que lleva 40 en la carretera. Ya de muy joven, se fijaron en él las grandes estrellas del country, que le ficharon como segundo guitarrista para sus grabaciones y sus giras, lo que le permitió aprender de todos ellos: Glen Campbell, Kris Kristofferson, Waylon Jennings y Willie Nelson. Después se lanzó a tocar rockabilly acelerado, blues y otras líneas musicales, todo lo cual le da un poso bastante interesante.

Ya saben además que yo me encontré con él en París, Londres y Melbourne, cuando andaba de gira con Samantha Fish, lo que me permitió saludarle. En Melbourne me reconoció y estuvo haciéndome gestos de complicidad todo el concierto, al contrario que Sam que no pareció impresionarse mucho con mi presencia tan lejos, y al final nos dimos unos cuantos abrazos. Esta vez, después de un concierto muy bueno y pleno de energía (con lleno total), lo esperé y lo abordé al salir. Le dije: We met in Melbourne, do you remember me? A lo que contestó sonriendo: I do, I do.  Estuvimos un rato charlando, pero no le quise dar mucho la murga; estos artistas se lo dejan todo en el escenario, acaban reventados y al día siguiente viajan a otro lugar de la gira. A Jesse le gusta mucho venir a España, suele incluir nuestro país en sus giras, lo que pasa es que yo antes no lo conocía, y les diré que el concierto del Clamores vendió todas las entradas. Vean uno de los clips que le grabé desde mi posición casi en la primera fila.


El viernes 4 tuve mi habitual clase matutina de yoga y por la tarde me acerqué a la Casa de Vacas en el Retiro, en cuyo auditorio actuaba la Big Band Contrapunto, de Vallecas, que dirige el gran Henry Guitar y donde toca también mi otro amigo Críspulo el batería. Esta banda desarrolla una actividad didáctico-divulgativa sobre la historia del jazz que es muy interesante. Yo les he escuchado varias veces en esta tesitura, pero no me canso de repetir, porque son muy divertidos. Por cierto, el concierto estaba a reventar, no quedó un solo asiento libre y la gente los despidió con grandes bravos y ovaciones. Cuando yo era niño, este tipo de eventos terminaban en vítores, aplausos y gritos de Franco-Franco-Franco, como puntualmente reseñaba la prensa del régimen. Menos mal que hemos dejado atrás esos tiempos nefastos, que muchos de ustedes no llegaron a conocer. Vean el cartel anunciador del concierto.

Por cierto, me detengo en un aspecto. Como les digo, este concierto estaba abarrotado de gente. Y era de entrada gratuita. ¿Ambas cosas están íntimamente relacionadas o, digámoslo de otra manera, existe entre ellas una correspondencia biunívoca? Pues miren que creo que sí y les cuento. No sé si recuerdan que todos los miércoles yo me cojo la guitarra eléctrica y me acerco a Palomeras para la clase con Henry y los demás alumnos. Al acabar la clase, como a las 9,30 de la noche, solemos acercamos al bar Los Cuñaos a tomarnos al menos una caña, cuando no un vino, y a menudo con algo de picar, para celebrar lo bien que nos lo pasamos tocando y los progresos que vamos haciendo. Les llevo ahora a una fecha concreta: miércoles 12 de marzo. Partido de Champions R. Madrid-Atlético de Madrid. El famoso partido en el que el Aleti fue eliminado en los penaltis. Bien, ese día casi no pudimos entrar en el bar. Estaba hasta la bandera. Lleno de parroquianos del barrio con banderas y bufandas de ambos equipos hablando muy alto y jaleando histéricamente todas las jugadas. Lo típico.

Vayamos ahora a unos cuantos miércoles más adelante: el 2 de abril. Ese día se jugaba la semifinal de la Copa del Rey: Barcelona-Atlético de Madrid. Salí de la clase de guitarra con mis colegas pensando que el bar Los Cuñaos estaría hasta arriba. Pues estaba completamente vacío. Ni una persona. ¿Por qué? Pues es muy sencillo: el partido de ese día lo daba La1 en abierto. Está bien claro. La gente no quiere pagar por una plataforma de TV que te ofrece un 80% de bazofia y un partido interesante de vez en cuando. Cuando ese partido llega, se bajan al bar de la esquina y se lo pasan en grande con los amigotes. Pero, cuando el partido es gratis, prefieren quedarse en casa y verlo tranquilamente desde su sofá.

Esta observación me hace sentirme menos raro, porque yo hago exactamente lo mismo. Para mí es una cuestión de principios: yo he vivido casi toda mi vida viendo el futbol gratis en la tele. Y no quiero pagar por ninguna plataforma anual renovable. Cuando existía la fórmula del pay-per-view, las cosas eran distintas. A mí no me importaría pagar 30€, por decir algo, para ver la Final de la Champions. Pero que no cuenten conmigo para pagar todos los meses por estar en una de esas plataformas. Ya les he dicho, parafraseando a Groucho Marx, que yo no quiero ser socio de ningún club que me admita a mí como socio. Y veo que no soy el único que piensa sí.

Por lo demás, el sábado 5 de abril, cogí la carretera y me fui en buena compañía a pasar el fin de semana en Soria, ciudad que no conocía y que me encantó. El paseo por el Duero, el Monasterio de San Juan de Duero o la Ermita de San Saturio merecen una parada en esta ciudad, de poco más de 40.000 habitantes, una de las capitales de provincia más pequeñas, junto con Cuenca, pero con similar ambiente festivo-cultural. Las calles están limpias y bien ordenadas, con numerosas estatuas de Becquer y Machado, los dos referentes literarios de la ciudad. Y la parte gastronómica es espectacular, con los torreznos, las migas al pastor o las diferentes setas y hongos. Les muestro unas fotos. La portada de Santo Domingo, la ermita de San Saturio desde el Duero y una mía haciendo el mono en una de las estatuas de Becquer.



Y el principal monumento de la ciudad: los torreznos de Soria. 

Ya de vuelta el lunes, afrontamos la semana de la gran revolución de Donald Trump. Veremos cómo acaba esto de los aranceles. Pero desde ya les digo que los aspectos económicos de este asunto no son los que más me preocupan. Si usted, querido lector, tiene como yo algún dinerillo ahorrado en forma de plan de pensiones o renta variable, habrá perdido estos días un pastal, pero no se preocupe: ya lo recuperará. El sistema económico es sólido, las multinacionales y los grandes poderes económicos son los que dominan el mundo. Estos poderes empezaron en la era Reagan Thatcher un proceso de desregulación, que desbarató para siempre el sistema creado por Roosevelt, con el único objeto de que los ricos ganen todavía mucho más. En ese proceso, ya no se detienen y han llegado a la conclusión de que les sobra también la democracia. Y ellos son los que han facilitado la llegada al poder de Trump (y los que sostienen a los demás autócratas).

Pero como el tipo se salga de madre y ponga en riesgo sus riquezas, ya se las arreglarán para echarle de la presidencia o anularlo. Recuerden lo que sucedió con la primera ministra Liz Truss en Gran Bretaña. Esta señora llegó al poder con un programa concreto de desregularlo todo y, cuando los grandes magnates del poder económico vieron que llevaba al sistema a la ruina, le dieron una patada en el culo. Duró como primera ministra exactamente 44 días, batiendo varios records Guinness. Así que a mí esto no me preocupa. Es vomitivo ver en escena a un payaso que se jacta de que los presidentes de todos los países le besan el culo (sic). Pero yo no estoy alarmado por todo esto, que además no me sorprende.

Lo que me tiene realmente muy intranquilo es el ataque a las libertades y a los derechos civiles de los ciudadanos. Es algo que se llama fascismo, sucedió ya con Hitler y sus coetáneos y empieza a mostrarse ahora en toda su crudeza. El régimen de derechos y libertades es algo que se puede desbaratar de forma sencilla, pero luego cuesta mucho de reconstruir, porque la gente se imbuye de ese miedo, de esa decadencia de los principios, de ese entender que todo vale y eso es muy arduo de erradicar. Trump es un payaso, un clown consumado, un showman televisivo que maneja a la perfección la imagen y, a través de ella envía sus mensajes. Y las imágenes de esos venezolanos, supuestamente pandilleros y delincuentes de poca monta, que han sido cazados como alimañas, vestidos con sayones infamantes, rapados al cero y mostrados caminando agachados sujetos por dos matones, están cargadas de un mensaje visual altamente intimidante.  



Ese grado de crueldad y deshumanización del adversario no se había visto en el mundo desde Auschwitz. Más la retirada de fondos a cualquier investigación en la que se mencionen términos como cambio climático, o sexualidad no binaria. O la detención arbitraria de estudiantes que hayan mandado un simple whatsapp de apoyo a los palestinos. Esto estaba ya sucediendo en Rusia, en Myanmar, en Nicaragua o en Guinea Ecuatorial (y en China, por supuesto), pero que se generalice en Estados Unidos es preocupante. Y este movimiento sólo lo pueden detener dos elementos: el poder económico, como les digo más arriba, y la presión popular de los propios norteamericanos. 

Para esto segundo, ya se están movilizando personajes como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortés y hay una fecha clave que ya les he anunciado: las elecciones de mitad de mandato, a finales de 2026, en las que, si el Partido Demócrata se mueve con cierta habilidad, puede arrebatar a Trump el Congreso y hasta el Senado. Así se lo hicieron a Obama, que prácticamente quedó maniatado para el resto de su mandato, limitado a minucias como poner medallas a personajes como Bruce Springsteen o Robert de Niro, que ya se han mudado a vivir a Canadá. Otros famosos se están yendo también, como la pareja Ryan Gosling-Eva Mendes o las famosas lesbianas Ellen de Generes y Portia de Rossi, que se han ido todos a Gran Bretaña, donde se van a quedar a vivir hasta que los tiempos cambien. 

Y les cuento también que nuestro admirado Neil Young anda de gira por Europa y ha dicho en una entrevista que no está seguro al cien por cien de que le dejen volver a entrar en los USA, país cuya nacionalidad comparte con la canadiense de origen, dado el clima de represión y censura que se está imponiendo en el lugar donde tiene su domicilio y donde dice que hasta ahora se encontraba muy a gusto y lamentaría tener que abandonarlo. Yo le invitaría a venirse a España, como hicieron Jeff Espinosa y tantos otros músicos. Aquí se vive muy bien y tal vez las tropelías del señor Trump nos libren del crecimiento de Vox, Se Acabó la Fiesta, y otras desgracias potenciales. Toquemos madera en cualquier caso.

A todo esto, Trump había prometido acabar en 24 horas con las guerras de Ucrania y Gaza y ahora mismo lo que tenemos es un riesgo de que se recrudezcan y se les añadan conflictos en Groenlandia y otros lugares, como los llamados Países Bálticos, donde están lógicamente muy asustados. Frente a esto, Europa se tiene que proteger e incrementar su seguridad, si no queremos que nos arrasen. El discurso de Rufián que les puse en el post anterior, me sigue pareciendo muy bueno. Recuerden que dijo con toda claridad que, cuando le preguntan: –Entonces ¿irías tú a la guerra? él contesta que sí, sin dudarlo; si se trata de defender la libertad frente al fascismo, allí estaría él el primero. Nada que ver con los supuestos pacifistas, que se dedican a reciclar sus pegatinas de No a la OTAN de las carpetas del BUP, para ponérselas otra vez en la pechera. Pacifistas como esos ayudaron a la derrota de la Segunda República.

Seguiremos en este blog al tran-tran, en el que cualquier opinión es respetada, aunque difiera de la mía. En estos momentos, yo sigo muy atento a la realidad circundante, lo que no me impide continuar disfrutando de la vida, del rock, del blues, del yoga y de mi actividad viajera, en la que tengo cerca una escapada a Budapest, de la que ya se dará cuenta en el blog, seguida de unas cuantas más que ya tengo programadas y cerradas y que se irán contando oportunamente. Así que ustedes no se preocupen, dedíquense a portarse bien y no tengan miedo, que hemos salido de crisis peores, como la de los misiles cubanos en los sesenta, generada por algo muy similar a lo que está pasando ahora: la URRS instaló misiles en Cuba apuntando a las principales ciudades americanas, no muy diferentes de los que ahora apuntan a Moscú desde tierras estonias, letonas y lituanas. Y que pasen una buena Semana Santa. Les dejo de regalo un tema energético de Lenny Kravitz para amenizarles el Domingo de Ramos.