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jueves, 14 de agosto de 2025

29. Bajo el fuego que nos abrasa

Sí señores/as. España está ardiendo por los cuatro costados y esperemos que pronto se pueda controlar el tema y empezar a evaluar daños. Admitamos que algunos de los incendios puedan haber sido provocados adrede: al fin y al cabo, hay gente que roba cable de los tendidos ferroviarios, destroza papeleras, enmierda las calles con grafittis sin ningún objetivo estético, sólo por joder, por no hablar de los que dedican su tiempo a insultar en las redes sociales, o votan a Vox y a SeAcabóLaPutaFiesta. Si el personal es capaz de semejantes aberraciones, también puede sacar un mechero y prender fuego al monte. Pero, salvo algunos casos aislados, España ha roto a arder por los cuatro costados por una sola causa: el calor insoportable que estamos sufriendo este verano, del que yo me he librado escapándome sucesivamente a la Borgoña, Béjar, París y Noruega, a falta de la última escapada a mi querida Coruña, de la que ya volveré a un Madrid algo más refrescado, espero.

Por cierto, ya está tardando el señor Fake-jo-oh en salir a la palestra a decir que la culpa de los incendios nacionales es de Sánchez y, ya de paso, culpabilizarle también de los de Portugal, Albania, Montenegro y Grecia y viajar corriendo a Bruselas a denunciar lo mal que estamos en España y en Europa gracias a este señor, cuyas actuaciones son perversas antes de que las emprenda, como la purga de Benito: si Sánchez promueve cualquier iniciativa, ya es intrínsecamente mala antes de que podamos evaluar sus resultados, sólo porque la patrocina él. ¿Creen que exagero? Sí, un poco, desde luego. Pero no descarten que Fake-jo-oh rescate esa cantinela a cuento de los incendios. Con ello no superaría sus marcas de deslealtad, felonía y comportamiento antideportivo; sólo las igualaría. Ya lo hizo con la pandemia, el volcán de La Palma, la Filomena, el apagón y tantas otras calamidades. Y, cada vez que va de acuseta a Bruselas, se topa con la indiferencia de las autoridades de la Unión, al mando de la señora von der Leyen, visiblemente enamorada de Sánchez, como evidencia el hecho de que, aunque parezca mentira, se pone colorada cuando la mira.

¿Y qué hace la señora Ayuso al respecto? Nada. Ella sigue de viaje con su ínclito novio, disfrutando de las delicias de Miami que, salvando las distancias, ha de ser una especie de Benidorm recrecido, cuajado de cubanos huidos de la isla (gusanos los llamaba Fidel) y con un calor húmedo insoportable, como pueden ustedes verificar revisando la estupenda película Fuego en el Cuerpo, en la que el calor era el protagonista central. Que alguien de nuestra querida piel de toro escoja Miami para veranear en agosto, dice bastante del personaje; anda que no hay sitios más agradables sin salir de nuestro país. La Comunidad de Madrid arde a todo trapo, pero esta señora no va a interrumpir sus vacaciones doradas de nueva rica. La señora Botella tampoco dejó de disfrutar del fin de semana en Lisboa que tenía planificado con su señor marido, mientras el Madrid Arena explotaba de gente y cinco chicas morían en el desastre. Pero nada impide las vacaciones de estos personajes, carne de memes como el que ven abajo.

A los dos les gusta la fruta. ¿Y qué hace el tercero en discordia, nuestro no menos ínclito Topillo? Pues nada tampoco. Seguir disfrutando del permiso de paternidad expandido (como el poliestireno y otras sustancias químicas), al que tiene derecho gracias a una ley comunista, bolivariana y bananera impuesta por Sánchez a pesar de los votos en contra del PPVox (y no recuerdo si también de Junts, partido que ya ni se molesta en disimular su condición de ultraderecha). Y sus funcionarios están bien aleccionados: a la menor contrariedad, a cerrar el Retiro. ¿Que hay un incendio en Tres Cantos, a unos cuantos kilómetros de distancia? Nada: a cerrar corriendo el Retiro. Es la única ciudad del mundo que cierra los parques por el calor y la historia pondrá a este caballero en su sitio, el día que la lógica se imponga. Mientras tanto: ¿que tiene usted un calor que no le deja casi ni vivir? Pues tranquilo: hemos cerrado los parques por su propia seguridad, pero puede usted refrescarse acudiendo a la Puerta del Sol a refugiarse un rato bajo los toldillos del Topillo.  

Pero volvamos al fuego y a los incendios. El calor que ha estado haciendo estos días es un indicativo claro de que el clima está cambiando. Yo no recuerdo calores como este de manera tan persistente. El verano de 2022 ya fue terrible para mí, que hasta entonces me organizaba para quedarme en Madrid en agosto. El de 2023 no me pareció tan tremendo, tal vez porque uno se va acostumbrando a estas cosas. El de 2024 me pilló en parte viajando por el mundo, así que tampoco lo recuerdo muy malo. Y, por último, este. En previsión de lo que venía ya saben que me he organizado cinco viajes. Pero el ínterin entre el cuarto y el quinto me ha pillado de lleno. Yo volví de Noruega el viernes 8 de agosto por la tarde/noche. Me acercaron en coche a casa, subí, abrí las ventanas para ventilar un poco, deshice la maleta y atendí a Tarick Marcellino, que estaba muy enfadado de que le hubiera dejado solo tanto tiempo.

Ordené aquí y allá, cerré todo de nuevo, conecté el aire acondicionado y, sólo entonces, constaté que no tenía nada para cenar. Así que decidí bajar al restaurante asiático Jinode, a comprarme un buen surtido de sushis, para tomármelos en casa con una Estrella Galicia helada. El restaurante está a 200 metros de casa, eran más de las once de la noche y hacía ya bastantes horas que el sol se había puesto. Pues casi no llego a mi destino. Aquello era como atravesar una sauna al máximo de temperatura. Y yo estaba aclimatado a los quince graditos de media que hacía en Noruega. A medio camino, me tuve que parar, porque me estaba mareando. Llegué al restaurante medio atontado, me senté y les pedí un vaso de agua gigante. Una locura. Nos estamos asando vivos y esto de los incendios viene de ahí. Y la sociedad mundial no va a hacer nada para revertir el calentamiento producido por el uso generalizado de los combustibles fósiles. Ya podemos irnos adaptando, que el mundo va a hacer con esto lo mismo que con el horror de Gaza: mirar para otro lado.

Pero los incendios del sur de Europa no son el único efecto del cambio climático, ni siquiera el más grave. El nivel de los océanos está subiendo ostensiblemente y hay ciudades y países en riesgo de desaparecer, como Venecia. Un caso crítico es el de Maldivas, ese paraíso turístico a donde se van los ricachones a casarse o a pasar la luna de miel. La capital de Maldivas se llama Male y existe un riesgo cierto de que desaparezca sumergida en el océano en unas cuantas décadas. Esta ciudad alberga actualmente unos 270.000 habitantes y tiene el aspecto que muestran estas vistas aéreas.    

Bien, pues el gobierno de Maldivas, estado musulmán, pragmático y relativamente moderno, hace años que ha llegado a la conclusión de que Male se va a hundir. Y se ha aprestado a planificar y construir una nueva capital, inmune al crecimiento de los océanos, es decir, flotante. La construcción está en marcha y está previsto que todos los organismos administrativos se hayan trasladado a su nueva localización a finales de 2027. Los habitantes tendrán un proceso más gradual para realojarse, en función del desarrollo del proyecto y la presión del crecimiento del mar. Abajo pueden ver un render de la nueva capital, cuyo diseño parece haber agotado la imaginación de sus autores, a quienes no les ha quedado ni un gramo a la hora de ponerle nombre: se llamará Maldives Floating City. 

Pero Maldivas no es el único estado amenazado por la subida del mar. Peor es la situación de algunos pequeños estados de la Polinesia, como Kiribati o Tuvalu. Kiribati es una isla alargada donde viven 135.000 habitantes, famosa porque la línea de cambio horario le pasa exactamente por el centro, como les conté en uno de los posts más vistosos de The Road Runner Trip, lo que permite que algunos de los lugareños se levanten de la cama en una fecha determinada y se vayan a desayunar al día anterior, y que otros se acerquen a cenar con unos amigos el día siguiente. Pues el gobierno de Kiribati, viendo que su país está en trance de desaparecer, ha comprado tierras en el cercano archipiélago de Fiji, para tener un lugar en donde sus habitantes se puedan instalar y seguir viviendo. En el caso de Tuvalu, que no llega ni a los 10.000 habitantes, al Ministro de Asuntos Exteriores le ha dado por explotar la vena histriónica para lanzar un dramático mensaje al mundo. Véanlo.

En la foto que aparece en la máscara del vídeo, pueden ver la coña que se traía el tipo junto con los técnicos que iban a grabar este vídeo tan tremendo. Y, por cierto: Australia se ha ofrecido a brindar al pueblo de Tuvalu unos terrenos para que se instalen; total a ellos lo que les sobra es suelo. En fin, ya saben que a mí me gusta mucho la geografía, era mi asignatura favorita en la escuela y por eso me apasiona también el urbanismo. Y ese es el motivo por el que he disfrutado mucho de mi reciente viaje a Noruega, del que les cuento algunas cosas. Como les dije, es la primera vez que hago uso de las ofertas del INSERSO y la CAM de viajes en grupo para mayores. A mí me gusta más viajar por mis propios medios, pero esta es una experiencia que no viene mal conocer, porque a medio plazo tal vez ya no pueda uno viajar de otra manera.

En la T4 nos reunimos unos 40 viajeros, todos de una cierta edad, salvo algún jovenzano que acompañaba a sus padres. El personal que acude a estas llamadas es bastante homogéneo. En general gente bastante simple, sin grandes inquietudes culturales y que encuentran en este tipo de viajes la forma de sentirse un poco importantes. Comerciantes, empleados de banca, chupatintas de bufete de abogados y cosas por el estilo. Su principal tema de conversación son precisamente estos viajes: ¿te acuerdas cuando subimos al Machu Pichu, o al glaciar del Perito Moreno? ¡Qué bien que lo pasamos! En aras de ese objetivo, se tragan sin rechistar que los acarreen por las ciudades como borregos y les cuente un guía local cualquier historieta. Y trayectos en bus de tres horas que, en el caso de Noruega les llevan por un paisaje de bosques de coníferas gigantes, tan homogéneo como ellos.

Yo no llegué a confraternizar mucho con nadie y ellos rápidamente captaron que mi chica y yo éramos diferentes y respetaron esa circunstancia. Lo que sí he de reconocer es que eran tranquilos, educados y poco conflictivos o ruidosos. A veces coincidíamos en los lugares más turísticos con otros grupos de españoles que, nada más bajar del autobús, montaban un pollo descomunal, sazonado con grandes carcajadas. Con quien sí hicimos amistad es con el guía que nos acompañó desde Madrid, un asturiano socarrón y rockero, que tenía en la cabeza una auténtica enciclopedia. Y cada vez que salíamos en el bus después de comer, cogía el micrófono y empezaba a largar su retahíla, con una voz monocorde que lograba el mismo efecto que los documentales de animalitos de La2 o las etapas del Tour de Francia.

Dicho esto, nosotros nos aliviamos de dos de las excursiones optativas y eso nos permitió callejear a nuestra bola un par de tardes, una por Oslo y otra por Stavanger, la llamada capital del petróleo. De los paisajes poco les puedo contar. Ya saben que a mí me gustan más las ciudades, pero reconozco que Noruega es un país con un relieve endiablado, donde llueve o nieva todo el rato, lo que hace que esas escarpadas montañas estén tapizadas de bosques de arbolado gigantesco, de una belleza innegable. Y en cuanto a los famosos fiordos, son preciosos, pero no le van a la zaga a las mayores rías de Galicia. En ese país semicongelado buena parte del año y donde en el solsticio de invierno llega a no salir el sol, viven unos cinco millones de noruegos, menos que la población de la Comunidad de Madrid. La mayor parte de esa gente vive en las cinco mayores ciudades, de las cuales visitamos Oslo, Bergen y Stavanger.

Yo había estado en Oslo con motivo de la entrega de premios de Reinventing Cities, en mayo de 2019, unos días antes de que la señora Carmena perdiera la alcaldía. Y es una ciudad interesante, no tan bonita como Estocolmo o Copenhague, pero con varios edificios de visita obligada. La Ópera, que entonces estaba recién inaugurada, con su techo inclinado visitable, de mármol de Carrara, por donde pasea continuamente una multitud. Y el Museo Munch, obra del arquitecto español Juan Herreros, que en 2019 estaba aún en construcción. También el Ayuntamiento, donde cada año se entrega el premio Nobel de la Paz por expreso deseo de Alfred Nobel que era sueco y estableció que los otros cinco se entreguen en Estocolmo. Pueden encontrar fotos de estos edificios en Internet, pero yo les muestro algunas que saqué. Empiezo por un paisaje onírico del techo de la Òpera, con los paseantes bajo la lluvia.

Aquí una performance de activistas de ANONYMUS sobre el mismo techo de mármol.

El Museo Munch visto desde el techo de la Ópera.

Y aquí el menda, feliz con el Ayuntamiento de Oslo al fondo.

Entre las cosas que vimos en Oslo, quiero destacarles otras dos. En primer lugar, el Parque Vigeland, que es una preciosidad. Ya lo había visitado yo en 2019, como se consignó en mi blog, pero es algo que siempre merece la pena repetir. Gustav Vigeland fue un escultor noruego de la primera mitad del siglo XX. Era bastante clásico en su continua representación de cuerpos humanos, a la manera de Rodin, cuando ya la escultura había empezado a transitar por vías de mayor abstracción. Cuando los nazis invadieron Noruega, declararon no gratos a la mayoría de sus artistas, cuyo trabajo prohibieron, pero no a Vigeland, significativamente, aunque éste nunca fue nazi. Pero esa etiqueta ha pesado sobre su obra, que apenas se estudia en las Historias del Arte, fuera de Noruega. El Ayuntamiento de Noruega le cedió el terreno para el parque, que él mismo diseñó y que, en mi opinión es espectacular. Vean unas imágenes.


La última de estas fotos corresponde a la escultura más famosa del parque: El Bebé Cabreado. Dice la leyenda que quien le toca el puño izquierdo, forzosamente volverá algún día a Oslo. Yo soy una prueba viviente de ello: en 2019 le toqué ese puño y este año he vuelto por allí. Pueden ver que toda la escultura está ennegrecida por el tiempo, menos el puño de marras que, de tanto ser toqueteado por los turistas crédulos, se mantiene con su brillo dorado original. Y si se fijan bien, podrán comprobar que el bebé tiene otra parte también brillante, no tanto como el puño, pero brillante. Lo que verifica que más de un pervertido/a se dedica a tocarle ahí. Yo les puedo jurar que le toqué en el puño hace seis años y otra vez le he tocado en tan casta extremidad.

Otra visita que les recomiendo, si es que algún día les da por visitar Oslo es la Biblioteca Pública Deichman Bjorvika, justo enfrente de la Ópera. No es un edificio muy vistoso por fuera, pero el interior es extraordinario. En un país que se pasa parte del año con temperaturas bajo cero, esta biblioteca es realmente un centro social con actividades para todas las edades. Allí te encuentras gente comiendo bocatas en los sofás, jugando al ajedrez o las cartas, con toda clase de juegos de niños, descalzados y con los pies sobre la mesa o directamente durmiendo. No hay silencio, todo el mundo habla en alto, nadie se estorba y la gente parece feliz. Los espacios, en los que hay multitud de estanterías con libros que se pueden coger libremente, se organizan en torno a un gran vacío central por el que suben y bajan escaleras mecánicas, uniendo todos los niveles. Saqué varias fotos que les muestro, así como un vídeo del sistema automático de clasificación de los libros que se van devolviendo o se dejan por allí. En el vídeo pueden escuchar el guirigay que hay en la biblioteca, tan diferente de las españolas, donde cada vez que hablas un poco alto, te chistan para que te calles.




En cualquier viaje a Noruega, no deben ustedes dejar de visitar Bergen y Stavanger, dos ciudades muy bonitas de tamaño medio, con numerosos atractivos, cuyas imágenes se encuentran en Internet. El Barrio Hanseático de Bergen, Patrimonio de la Humanidad, es una maravilla. Recorrimos también el muy conocido Canal del Telemark, donde han de atravesarse diversas esclusas y que fue escenario de una batalla en la Segunda Guerra Mundial, inmortalizada en diversas películas. Los noruegos, en general, son gente fría, poco empática, influidos por el clima y por el sello protestante-calvinista-puritano. Además, carecen de recursos para salvar situaciones imprevistas: si sucede algo fuera de lo normal, se paran y esperan a que venga alguien a solucionarlo. En situaciones así, los latinos tiramos de imaginación y atajamos o improvisamos de cualquier manera. Imagino que no es un lugar muy atractivo para vivir, entre el clima y lo siesos que son los noruegos. Además, este era un país de granjeros y paletos hasta que encontraron petróleo en los años sesenta. Después se convirtieron en nuevos ricos, que no se han terminado de quitar el pelo de la dehesa, ustedes me entienden.

En Noruega, no se les ocurra cruzar una calle fuera de los pasos de cebra marcados en el pavimento, o con el semáforo en rojo. Le mirará a usted todo el mundo con escándalo y un punto de condescendencia: estos latinos… La gastronomía no es muy exquisita: salmón, salmón y salmón. Y arenque, conservado de mil formas. Comen mejor que los británicos y los holandeses, desde luego, pero nada como España, Italia, Grecia, Francia o Japón, mis países favoritos en cuestiones gastronómicas. En fin, he dejado para el final lo que más me ha impresionado en este viaje, por el que merece la pena hacerles una visita a los noruegos, algo de cuya existencia no tenía ni idea. Hablo de las stavkirken, pronúnciese estav-kirchen, que significa iglesias de madera. Resulta que los vikingos, tradicionalmente paganos, en el siglo XII habían ya empezado a convertirse al catolicismo. Y se pusieron a construir iglesias, con el sistema constructivo que dominaban: en madera.

Llegó a haber más de 2000 de estas iglesias, pero la mayoría fueron demolidas en la Edad Media y sustituidas por otras de piedra y sistemas constructivos más modernos. Actualmente quedan 28 de estas iglesias en Noruega, y otras dos fuera: una en Suecia y otra en Polonia, construidas por noruegos exilados. Las iglesias se edifican sobre una solera alta de piedra no enterrada, sobre la que se plantan cuatro largueros de pino que se acodalan por arriba con vigas maestras Luego se van colocando las piezas, machiembradas y sin clavos metálicos, únicamente con cuñas de la misma madera que rigidizan el conjunto. El edificio se embrea por fuera, si bien en las zonas donde le da más el sol, la brea se pierde y la madera recupera su color. En el siglo XII no se había producido la Reforma de Lutero, que generó las iglesias protestantes, sosas y sin apenas decoración. Estas iglesias son una preciosidad y nosotros visitamos dos: la de Reinli y la de Heddal. La más visitada, la de Borgund, estaba petada y no conseguimos boletos para verla, aunque pasamos cerca. Les muestro unas imágenes, primero de la iglesia de Reinli.





Y ahora las de la iglesia de Heddal, las más grande de todas.







Una maravilla. No puedo dejar de establecer un paralelismo estético con los templos maoríes de Nueva Zelanda, también de madera y también recargados de imágenes y figuras, con un similar primitivismo y un trabajo extraordinario sobre la madera. Los vikingos eran un pueblo guerrero, que se pasaba el tiempo peleando entre las diferentes ramas, como los reinos de taifas en España. La cosa terminó con la legendaria batalla de Hörungavagr, en la que Harald Cabellos Bonitos derrotó a todos sus enemigos y se convirtió en Harald I, el primer rey de Noruega. Sucedió eso a finales del siglo X. Harald era ya cristiano. Sus enemigos paganos debieron volver a Dinamarca en unos casos, o exiliarse a Suecia o Polonia en otros. Y una pequeña partida logró llegar a Islandia, hasta entonces una isla deshabitada. Allí se implantaron y dieron lugar al nuevo país. En el lugar de la batalla, tres espadas vikingas gigantes de diez metros de altura componen un memorial que es también un lugar de obligada visita en Noruega.

Esto es lo que les puedo contar de mi viaje. A la vuelta, calor y más calor y, de pronto, terribles incendios. Mañana o pasado, se reunirán en Alaska Donald Cabellos Bonitos y su antagonista el zar de todas las Rusias. Miedo me da lo que puedan acordar esos dos. Confío en que de aquí al sábado se restablezca el servicio ferroviario entre Madrid y Galicia, porque yo tengo un billete para salir de Chamartín a las once de la mañana. Deséenme suerte. Y no se quejen del calor, que esto está ya vencido, los días han acortado y la semana que viene se empezará a estar mejor. Con permiso de los malditos incendios.

domingo, 27 de julio de 2025

28. Las hormigas son incapaces de tirarse pedos

Sí, créanselo, más adelante llegaremos a esa afirmación científica cierta, que ya sé que ustedes tienen curiosidad por escuchar algo de la boda de mi hijo en París y compartir alguna imagen. Empecemos pues por el objeto de su curiosidad. La boda de Kike y Clarice fue magnífica, empezó con una ceremonia civil impartida por un funcionario de la Alcaldía del Distrito X, en plena Rue du Faubourg de Saint Martin, un edificio estupendo, como todos los que expresan la magnificencia del poder secular surgido de la Revolución Francesa, que en todas las grandes ciudades del país intenta competir con los majestuosos edificios de la Iglesia. Imbuido por ese espíritu y el aura del lugar, el funcionario se vino arriba y pronunció un discurso vibrante en francés en el que hizo una loa de lo especial que es el poder civil en Francia y conminó a los novios a formar una familia basada en el respeto y la cohesión secular, a la altura de lo que quiere el Estado Francés.

He de aclararles que todo el programa fue diseñado por la pareja, bajo la premisa de organizar unos festejos juveniles a los que invitaron a sus principales amigos, españoles e italianos, y en los que había, a título de excepción, unos cuantos adultos y vejestorios (esto último lo digo por mí) para los que sobraban los dedos de dos manos a la hora de contarlos: yo, el padre, con mi pareja, la madre y dos amigas nuestras que recientemente han perdido a sus maridos, mis mejores amigos tal como se contó en el blog. Esto por la parte española. Por la italiana, solamente los padres de la novia, mis queridos consuoceri. Siete mayores, o idosos, en total. Esto excluyó a los numerosísimos primos de ambas partes, y redujo el número de invitados a unos setenta. Ya tendrán tiempo estos parientes de disfrutar de la compañía del nuevo matrimonio en ocasiones futuras. Tengo algunas fotos que les quiero mostrar. Empecemos por una del feliz novio, esperando a la puerta de la Alcaldía.


Ya ven qué guapo iba. Pero no menos feliz y guapo iba su inminente suegro. Se nota que ambos fueron aconsejados sobre la indumentaria adecuada por la misma persona. Tan idénticos iban que les hicimos la foto que ven abajo.


Por cierto, publico estas fotos en mi blog porque los implicados me han dicho que puedo hacerlo, que no les importa que infrinja de esta manera las leyes de protección de datos. Teniendo en cuenta que mis posts tienen un número de visitas en verano en torno a las 20/25, los riesgos de publicar a miembros de mi querida familia tienden claramente a cero. Pero sigamos. Una imagen de la novia, para que no se diga.


A mi nuera la llamo siempre Clarice, en honor a mi admirada Clarice Lispector, mote que me consta que no le disgusta, aunque por supuesto no es así como se llama. A continuación unas imágenes durante la ceremonia: el mural escultórico que preside el salon de bodas, el funcionario que se vino arriba (con la banda tricolor correspondiente) y el abrazo final de los contrayentes.




Ahora, la bajada por la escalera monumental, la foto de una buena parte de los italianos al pie de dicha escalinata y el vídeo del lanzamiento del ramo, y cómo lo recoge el bueno de Diego, que rápidamente lo tira de manera instintiva, como si le quemara.




Por último, aunque se me ve fugazmente en el vídeo anterior, una imagen mía en la antesala mientras esperábamos para entrar. Igual que Kike y su suegro, yo también aparecí con la misma indumentaria que mi hijo Lucas y su amigo Rafa. Aquí pueden comprobarlo.

Bueno, con esto ya tienen bastante información gráfica. Los festejos continuaron después de la ceremonia y se completaron al día siguiente en el Puebla Pavillion, un chiringuito dentro del parque Buttes-Chaumont, en el barrio de Belleville, en donde la parte española aportó jamón de bellota en abundancia y la italiana un queso parmigiano entero, con la correspondiente cuchilla para ir sacando porciones comestibles sin cortarlo a cuchillo, mientras que el bar aportó baos chinos, tacos mexicanos y otras delicatesen, además de cerveza y una selección de vinos elegida por mi hijo que es un enólogo reputado, con título y todo. La cosa duró hasta las dos de la mañana y la parte joven la siguió luego en una disco cercana. De todo ello se sacaron innumerables fotos, pero esta no es una página de cotilleos, o de ecos de sociedad, sino un blog en el que normalmente se habla de otras cosas. Sólo decirles que fueron unos festejos muy gratos en los que la gente se lo pasó muy bien y todo salió a la perfección. 

Como les conté, mi chica y yo nos alojamos dos noches en la casa parisina de mi amigo Alain Sinou, de quien tengo algo más que contar. En mi primer viaje de este verano, por París y la Borgoña, Alain me cedió la conducción de su coche y resulta que, un mes después, le han llegado dos multas por rebasar muy ligeramente los límites de velocidad en algunos tramos o cruces de pueblos. Lo lamento mucho, pero yo conduzco de la misma forma en España y acabo de pasarme dos años sin que me pongan una sola multa, lo que me ha permitido recuperar tres de los cuatro puntos que me quitó un cabrón de agente de movilidad (el cuerpo creado por el Topillo, que no sirve para mucho más que dar por culo al ciudadano).

Es obvio que las cosas funcionan de otra manera en Francia y por eso las multas. En ambos casos era por circular a 75 en una zona limitada a 70 y a 45 en otra limitada a 30. En España no te multan por eso. En Francia sí, pero la multa es pequeña: 90€ que se quedan en 45 si la pagas enseguida. Pero, por cada una, te quitan un punto. Alain pagó la primera y no me dijo nada pero, ante la segunda, me lo contó y además me confesó que le han quitado ya bastantes puntos por cosas así, lo cual no me extraña nada. Ante eso, le dije que alegara que era yo el conductor, y le envié nombre, DNI, copia del carné de conducir y domicilio para que me la manden a mí. Y, con motivo de esto, hemos averiguado que los puntos no se quitan de un país a otro, porque no hay acuerdo al respecto entre las diferentes policías.

Una amiga me contó, precisamente en París, que a ella la pillaron haciendo una pirula importante en Grecia, le mandaron la multa, que pagó, y la comunicación de que le quitaban cuatro puntos. Pero nunca se los llegaron a quitar en España. Ahora mismo yo estoy esperando que me llegue la notificación de la multa. Si es verdad que las cosas son así, entonces ese punto extra no se lo quitarán ni a Alain ni a mí. Le he propuesto a Alain que, una vez que nos aseguremos de que las cosas funcionan de esa manera, cada vez que le pongan una multa con puntos diga que he sido yo. Me la mandarán, la pagaré, nos reiremos de los puntos quitados a nadie y luego él me envía una transferencia por el importe pagado. Pero por ahora tenemos que esperar que me llegue la notificación, que también puede suceder que se pierda por el camino.

Hay que darle tiempo al tiempo, que estas cosas no son como la purga de Benito. Seguro que han oído esa expresión, que usaban cotidianamente nuestras abuelas, cuando alguien las conminaba a darse más prisa en alguna de sus tareas, por ejemplo, en la cocina: Tranquilos, que esto no es la purga de Benito. Pero, aunque conocen la expresión, me juego el cuello a que desconocen de dónde viene. ¿Estoy en lo cierto? La verdad es que yo tampoco lo sabía y tuvo que ser mi amigo Críspulo, durante mi segundo viaje del verano, a Béjar con él y Henry Guitar, quien me explicó el origen del dicho. El tema surgió esos días, a cuenta de algún problema digestivo del trío, que no les voy a precisar. Críspulo trajo entonces a colación dos chascarrillos. El primero reza literalmente lo siguiente: Como dice el Presidente de la Sociedad Española de Estreñidos, nunca sale la cosa como uno quiere.

El segundo es la historia del famoso Benito del dicho tradicional. Resulta que la cosa está basada en un hecho real. Un tal Benito, mozo aguerrido de un pueblo manchego, se vio de pronto afligido por un estreñimiento radical y persistente, del que no conseguía librarse. Todo el pueblo estaba preocupado y entonces le aconsejaron que caminara hasta la farmacia de un pueblo vecino, para comprarse una purga de las habituales para esa patología tan molesta. El chico echó a caminar pero, a punto de entrar en el caserío del pueblo vecino, le sobrevino una cagalera explosiva que solucionó de una vez por todas el problema. De ahí el dicho: esto es como la purga de Benito, que le hizo efecto antes de llegar a la farmacia. Así que ya saben de donde viene el dicho. Y, por cierto, mientras yo salía para París, mis amigos Henry y Críspulo asistían en Vallecas a la actuación de Obus en las fiestas de La Carmela. Vean qué contentos estaban.

Personajes protagonistas de este blog por derecho. Y ya han visto que todos los dichos y chascarrillos tienen un origen (menos ese que suele decirse de los sordos: está un poco teniente. Por mucho que he investigado, no he logrado saber de dónde viene). Pero volviendo a lo de la purga de Benito, es algo similar a lo que me sucede a mí cuando me acecha el insomnio. En casos extremos, voy a la farmacia y me compro un somnífero. Y, créanme: sólo con poner la cajita de somníferos en la mesita de noche, ya duermo como un lirón. Saber que puedo recurrir a ese remedio, me da una paz de espíritu que me permite conciliar el sueño enseguida. De hecho, estos somníferos suelo llevarlos de vuelta a la farmacia para el punto SIGRE, porque se me caducan antes de estrenarlos. Como la purga de Benito.

Con estas reflexiones, más específicamente blogueras, podemos dar por cerrados y relatados mis tres primeros viajes de este verano: Borgoña, Béjar y París. Así que hoy les anunciaré los número 4 y 5. En realidad, yo me programé estos viajes a comienzos de verano, asustado por el calor que anunciaban y que fue terrible en la parte final de junio. Pero lo cierto es que, a la vuelta de París, me he encontrado un verano bastante suave, en el que las noches están refrescando bastante. Yo me apuntaría a que fueran así siempre. Pero los veranos anteriores, nos han metido el miedo en el cuerpo a todos los madrileños, de modo que la gente ha salido de vacaciones masivamente y la ciudad está ahora muy agradable, con poca gente y fresquito nocturno.

Como les digo, estas son historias propias de este blog, en donde se cuentan cosas con un punto de magia o imprevisibilidad, que sirven para que ustedes se diviertan y obtengan alguna enseñanza. Y, en esta línea, he de revelarles que la célebre púa de Sam, que se me perdió allá por el mes de octubre, se ha materializado de nuevo y ha reaparecido en el cuenquito en el que guardo todas mis púas. La señora que limpia en mi casa, dice que, colgando unos pantalones que acababa de sacar de la lavadora, notó que caía algo de un bolsillo y, al ver que era una púa de guitarra, la dejó en su lugar correspondiente. Es algo inverosímil: yo uso ahora unos pantalones cortos que llevo desde hace dos meses y en octubre, no usaba esos calzones veraniegos. Y la púa no estaba en su sitio una semana antes y ahora está.

Para que lo recuerden, yo asistí en primera fila al concierto de Samantha Fish en Melbourne, y no conseguí que hiciera un solo gesto de reconocimiento, como sí me los hacía su compañero Jesse Dayton, que todo el rato me prodigaba guiños cómplices como diciendo: pero tú que haces aquí, tan lejos de tu tierra. Al final del concierto, Jesse se acercó a darme la mano y me dijo en español: gracias amigo. Pero yo andaba más atento a lo que hacía mi admirada Sam, que suele lanzar sus púas para que las pillen los asistentes más hábiles o con más suerte. Así que estiré la mano y ella depositó allí la púa con la que había tocado todo el concierto. Luego, me quedé esperando fuera, salió Jesse y me dio varios abrazos, pero no pude encontrarme con Sam en las antípodas, como era mi plan, que había incluido Melbourne en mi itinerario sólo para verla a ella, puesto que no conocía a nadie en la ciudad.

Luego, empezaron mis clases con Henry Guitar en Palomeras, a las que yo acudía regularmente con la púa de Sam. Hasta que un día, en plena clase, me dio un amarillo y tuve que irme corriendo a casa con el coche, sin evitar una vomitona tremenda en la plaza de delante del Reina Sofía, bajo la cual me había dado tiempo por los pelos de aparcar el vehículo. En esas penaeras, la púa desapareció. Y estuve varios días buscándola por todas partes: en los bolsillos de todos mis pantalones, por toda la casa, en el parking, en el coche provisto de una linterna, en el aula de Palomeras; le pedí al profe y a mis compañeros de clase que revisaran minuciosamente sus pertenencias: nada. Estaba convencido de que la había perdido. Y ahora reaparece en su sitio de forma milagrosa. Y la explicación de mi asistenta no es creíble.

A mí se me ocurren algunas alternativas. La más simple: la púa se me cayó en casa, mientras yo corría al baño y luego a la cama; Tarick Marcelino la encontró y se puso a jugar con ella hasta que la dejó perdida en alguno de esos escondrijos a los que sólo él llega. Y la asistenta la ha encontrado ahora. ¿Y por qué se ha inventado otra explicación? Pues no lo sé. Tal vez es que, limpiando alguno de los rincones que no sanea más que de Pascuas a Ramos, la encontró en medio de mucha mierda, polvo y pelos del gato, y decidió ponerla en su sitio, a ver si yo no me daba cuenta, con lo despistado que soy. Otra posibilidad es que se la llevara a su casa entre sus cosas y la haya encontrado ahora y por eso la pone en su sitio a ver si cuela. Pero lo que es imposible de creer es que la púa haya estado en un bolsillo de un pantalón de invierno casi un año y de pronto reaparezca al sacar ese pantalón de la lavadora (pantalón que yo no he echado a lavar en este tiempo veraniego). 

El hecho incontestable es que la púa ha estado desaparecida casi un año y ahora reaparece en su sitio de forma milagrosa. Cuando una de estas cosas sucedía en mi casa familiar de infancia, mi madre solía zanjar la cuestión con una frase del estilo: pues si nadie la ha puesto en el cuenco, se habrá puesto sola. Si a alguno de ustedes, queridos lectores, se les ocurre alguna otra explicación, les ruego que utilicen el espacio de comentarios para aportármela. De momento les pongo un selfie que me voy a tomar ahora mismopara que vean que he recuperado la púa y también una foto de la colección de las que usa habitualmente mi querida Sam, para que vean que es auténtica.


Historias sin una explicación plausible, perfectas para comentarlas en este blog. Otras, sin embargo, son puramente científicas, como la de las hormigas que da título a este post. Resulta que mi casa está infestada de hormigas. Aparecieron entre las plantas de la terraza, cuando de verdad la puse en condiciones. Luego se han desplazado adentro y salen ya por el baño, la cocina, la pantalla del ordenador mientras escribo y otras intrusiones igualmente molestas. Existen unos venenos en gel inyectable que son súper eficaces, pero me da miedo usarlos en mi casa, por si acaso al bueno de Tarick le da por relamerlos y se me muere. Así que he preguntado a amigos y gente que sabe de este tema.

Para empezar, hay una receta para evitar que salgan tanto. Se prepara una mezcla de café molido, pimentón picante y hojas de laurel seco machacadas. Con esto se hacen unos paquetitos con papel de plata, en los que se hacen unos cortes con un cuchillo, para que salga el olor. Y se ponen cerca de sus itinerarios habituales. Ese olor no les gusta nada y dejan de salir. Lo he probado y funciona muy bien, y durante mucho tiempo. Pero no mata a las hormigas. Si se quiere acabar de verdad con ellas, hay otro remedio natural infalible, que a la vez revela la crueldad innata del ser humano, cazador y depredador por naturaleza (los humanos somos una verdadera plaga, peores que el más letal de los virus).

Para matarlas de verdad es preciso usar levadura salvaje, también llamada de payés y conocida también como masa madre. Este producto se puede comprar en panaderías de esas guay que están apareciendo ahora por los centros de las ciudades turísticas, o bien prepararla en casa con unos ingredientes sencillos: agua y harina, que se deja fermentar siguiendo unas instrucciones bastante fáciles de encontrar en la red. Y parece que la masa madre en condiciones, les vuelve locas a las hormigas, cualidad que se puede acentuar con un poco de harina y azúcar para preparar unas bolitas que han de ponerse cerca de sus nidos. La hormiga huele la masa madre, encima endulzada, empieza por empapuzarse de ello y continúa llevándose una buena parte al nido para dárselo a las crías.

Ese producto, en el interior de sus cuerpos de insecto se empieza a hinchar, a generar unos gases terribles, de modo que crías y adultas, incapaces de tirarse pedos, explotan como globos y se mueren del todo. Y el producto es inocuo para el bueno de Tarick Marcellino que, en caso de que le dé por comerse las deliciosas bolitas, es capaz de tirarse buenos cuescos, como ya he comprobado de forma sonora y olfativa. El remedio no lo he probado todavía y me da algo de cargo de conciencia por la crueldad que implica, pero no puedo dejar que las hormigas okupen mi domicilio sin defenderme del tema. Veremos qué pasa cuando lo use, si es que llego a hacerlo. Se contará oportunamente.

He tocado tangencialmente un tema que quiero comentarles también. A lo largo de la calle de Atocha no paran de surgir comercios y negocios dirigidos a los turistas que infestan el barrio como las hormigas de mi casa, entre ellos muchas panaderías medio pijas. Estos nuevos usos han echado fuera a los bares y comercios tradicionales, como ferreterías y mercerías de toda la vida. Pero lo sorprendente es que la mayoría de estos nuevos comercios gentrificados cierran en poco tiempo, a veces en un par de meses. Ejemplos recientes. Después del verano, abrió un negocio de peluquería de perros y gatos a los que la gente llevaba sus mascotas. Se llamaba Perretes, tenía su propia página Web y hace poco que ha cerrado. Lo mismo el restaurante mexicano La Tía Juana, que durante unos meses exhibió un anuncio que me pareció siempre vergonzoso, uno que rezaba: Hígado, calienta, que este finde sales de titular. Lamentable. Pues también ha cerrado.

No sé cómo interpretar esta fugacidad de los nuevos negocios. Yo no entiendo de estas cuestiones, pero me intuición me habla de algo relacionado con el blanqueo de dinero negro. Para lanzarse a montar un negocio de cualquier tipo hay que hacer un estudio previo que cualquier economista te elabora por dos duros. Los que montan uno de estos comercios, tienen a su disposición un estudio de negocio, que posiblemente les alerta de que la inversión es de riesgo. Y, si se lanzan al abismo, es porque han de tener otros objetivos. Mi barrio está lleno de restaurantes casi siempre vacíos y comercios donde no parece entrar nadie. Sospechoso. Ya profundizaremos más en este asunto, del que también les ruego opiniones.

Me queda sólo anunciarles mis dos próximos viajes, con los que cierro mi ciclo de escapadas veraniegas. El próximo viernes, 1 de agosto, tomaré con mi pareja un avión de las Norwegian Airlines con destino a Oslo. Nos hemos apuntado a un viaje de una semana por Noruega, de los que organiza la Comunidad de Madrid, para presumir que son mejores que los del INSERSO, que ya se sabe que huelen mal porque dependen de Pedro Sánchez (mira que son cansinos estos peperos). Es la primera vez que me sumo a uno de estos viajes, más baratos que los de agencias como Alventus o Aularte, que ya utilicé en su día, por estar subvencionados por la CAM. Espero que nos lo pasemos bien, a pesar de la advertencia genérica del Presidente de la Sociedad Española de Estreñidos que les he citado más arriba.

Me dice algún usuario experto que no haga demasiados comentarios negativos de Ayuso, que es el ídolo de buena parte de los que se apuntan a estos tours. Veremos y ya se contará. Lo que sí les adelanto, es que, como de costumbre siempre que viajo acompañado, no me voy a llevar el ordenador; ese es un pasatiempo de viajeros solitarios, así que no sabrán de mí hasta mi vuelta, que está fijada para el día 8. Y, una semana después, el día 16, tengo un billete de tren para viajar a La Coruña, visitar a mi hermano Pepe, encontrarme con mis buenos amigos Alfred y Berto y, ya si eso, calzarme unos buenos percebes, unos camarones o un centollo recién pescado. Como ven, no son malos planes para terminar el verano. Si ustedes están ya de vacaciones, disfruten del campo o la playa. Y, como siempre, pórtense bien.

jueves, 17 de julio de 2025

27. Los sultanes del blues

Pues en el ínterin entre mis viajes veraniegos 2 y 3, aprovecharé el tiempo para hacerles una reseña de mi segundo viaje, felizmente terminado tras cuatro días realmente especiales en torno al Festival de Blues de Béjar. Si bien quiero decirles primero que, en estos días, la actualidad no ha parado de discurrir desbocada como en las semanas precedentes y, aunque no sigo especialmente los debates del Congreso, como todos ustedes he podido ver con estupefacción como Feijoo se dedicaba a insultar la memoria del suegro fallecido de Sánchez, llamando prostitución a lo que simplemente era una cadena de saunas donde los gays se reunían para hacer sus contactos. Los gays debían utilizar ese medio porque estaban prohibidos en tiempo de Franco; abajo en la esquina de mi casa hubo una de estas saunas durante años.

Este tipo de negocios se vino abajo cuando la homosexualidad se homologó como un comportamiento corriente y se legalizó el matrimonio gay, de la misma forma que la gente dejó de ir a Perpiñán cuando las películas que se veían en todo el mundo, menos en nuestra censurada cartelera, pasaron a exhibirse normalmente. Igual que los cines X desaparecieron cuando los adictos a este tipo de cine empezaron a disponer libremente de ello en sus casas. Pero en esas saunas, que yo sepa no se ejercía ningún tipo de prostitución y hay que ser muy paleto para confundir ambas cosas. Que Feijoo saque este tema como su gran descubrimiento, en el momento en que podía haber hecho mucha más sangre por el caso Cerdán-Ábalos, da la talla exacta de este señor: no es sólo un mal político, torpe, vago, desmañado y feo, sino que además es un canalla. Y es muy difícil que los españoles voten a un canalla para presidente.

Discúlpenme, pero es que le tengo mucho asco a este señor; creo que hasta podría votar a Abascal antes que a este impresentable. En el reciente congreso de su partido, ha defenestrado a la piraña Cuca Gamarra, seguramente porque no insultaba lo suficientemente alto. Y le ha dado todo el poder a Tellado, un personaje que se ajusta al prototipo de lo que se llama en Galicia un marulo. Un tipo al que Feijoo se ha traído de Galicia para que ataque y muerda como un perro bulldog. Un sujeto al que le crecen percebes en los sobacos y mejillones en sus partes bajas. En esta guerra contra el sanchismo (¿ustedes saben lo que es eso?), vale todo, hasta utilizar a Copito de Nieve González. ¿Cómo dicen? ¿Que no saben a quién me refiero? Normal. Como que me acabo de inventar el mote. Por supuesto que aludo a nuestro ex presidente, reconvertido en burgués acomodado, tras usar la famosa puerta giratoria para colocarse bien en ENDESA y otros consejos de administración. Aquí lo tienen, tan lustroso como de costumbre. Da gloria verlo.

Con estos mimbres, la legislatura de Sánchez no peligra y podrá durar hasta el final, como yo pedía en mi post anterior. Los partidos periféricos que lo apoyan tendrán cuidado en sostenerlo, porque, en cuanto este señor se vaya, su importancia nacional tenderá a cero de forma irreversible. Por cierto, como siempre últimamente, el discurso que me pareció más sólido es el del señor Rufián, que pueden revisar abajo si no lo escucharon. Este hombre ha aprendido mucho durante su trayectoria en el parlamento y en estos últimos tiempos está sembrao. ¿Cómo dicen? ¿Que se me ve el plumero político-ideológico? La culpa la tienen ustedes que me han estado pinchando para que me pronunciara. ¿No querían opiniones sobre la actualidad? Pues aquí las tienen. El discurso de Rufián no tiene desperdicio.

Frente a parlamentos como este, sale Feijoo (que encima es un pésimo orador) y lanza el tema del suegro de Sánchez. Pero al final está bien que Feijoo haya perpetrado un discurso tan pobre y tan rastrero, porque así sabemos cuál es exactamente su talla política y moral. Es que eso ya no es ni talla: es catadura. Es calaña. Lo mismo que también están bien los incidentes racistas de Torre-Pacheco, para que veamos lo que nos espera cuando gobierne esta gente, que sin duda imitarán las políticas represivas del señor Trump. El tipo del pelo naranja está convirtiendo la vida en las ciudades americanas en un infierno para la gran mayoría de sus ciudadanos, los que no son estrictamente blancos y arios. Hablando de Trump, sus baladronadas y fanfarronerías ya no asustan a los mercados. Los vaivenes en su discurso, su cantinela de alirondo-alirondo-alirondo, el arancel te lo quito y te lo pongo, es recibida por el mundo financiero con absoluta indiferencia. Y, en cuanto a sus esfuerzos por parar las guerras, pues de momento son infructuosos y ojalá dieran mejor resultado, por el bien de las poblaciones civiles de Ucrania y Gaza. Mientras, los chinos siguen impertérritos controlando la economía mundial.

Ahora resulta que la empresa más poderosa a nivel mundial es Nvidia, la marca que fabrica los chips y demás componentes de todos los artilugios informáticos, incluidas las macrofactorías de la Inteligencia Artificial (en las que, por cierto, se contamina a lo bestia, se consume agua sin límites y se utilizan los componentes de tierras raras cuyo mercado controlan los chinos). Cuando Trump lanzó su primer arancelazo, esta empresa pegó un bajón tremendo en bolsa, y yo llegué a pensar que estábamos ante una Nvidia-Kochina. Pero ya se ha recuperado y ahora nadie en las altas esferas financieras teme al energúmeno del pelo naranja. Sólo le temen los emigrantes y con buenos motivos. Y no quiero extender mucho más estas opiniones, claramente sesgadas, si bien reservaré un espacio para mi habitual crítica al alcaldillo este que nos ha tocado en suerte o en desgracia.

Ayer por la mañana salí a correr, como casi todos los miércoles. Para ello hube de madrugar y empezar mi ejercicio a las 7 de la mañana; después el calor convierte esta práctica en peligrosa. Nada más salir, tuve que cruzar el Paseo del Prado, cinco carriles rodados por sentido, a pesar de estar incluido en un paisaje protegido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Como no hagan algo al respecto, se arriesgan a que les quiten la calificación y las subvenciones que lleva aparejadas. A continuación, subí la Cuesta de Moyano, con la incertidumbre de si me encontraría el Retiro cerrado, por la mierda de protocolo que aplica el Topillo y que tiene cabreados a todo el gremio de corredores y demás usuarios tempranos del parque.

Pero ayer, por fortuna estaba abierto y pude hacer mi práctica sin mayores problemas. El alcaldillo está ahora disfrutando de la baja de paternidad que debería agradecer al denostado Sánchez, que ha luchado por ello mucho más que los de su partido. Y mientras, los madrileños sufren el horno de la Puerta del Sol, en la que el Ayuntamiento se ha gastado ya más de diez millones de euros. El lunes, después de mi sesión de yoga y una cena en condiciones, se me ocurrió aprovechar que ya había anochecido para acercarme a la heladería Amorino, en la calle de Postas, y obsequiarme con uno de sus estupendos barquillos. De vuelta, pasé por la Puerta del Sol y me senté a tomármelo en uno de los bancos de granito supuestamente protegidos por los toldillos del alcaldillo. Y, créanme, me tuve que levantar enseguida, porque me estaba quemando el culo, y eso que el sol llevaba ya varias horas oculto. Algún listo ha utilizado la Inteligencia Artificial para dibujar una solución a la plaza que seguramente sería muy aplaudida por los usuarios habituales de la zona. Véanla.     

Yo creo que hasta la señora Ayuso se podría instalar un trampolín en su despacho, para lanzarse a la piscina en plan Esther Williams, y celebrar así la forma en que su entorno ha reconvertido los delitos fiscales de su novio en una persecución al fiscal que los instruye. Otro portento único en el mundo: aquí, no sólo se cierran los parques por el calor, sino que los defraudadores fiscales persiguen a los jueces. Los pajaritos disparando a las escopetas, que dicen en Argentina. Pero hablemos ya de Béjar y su festival de blues. Tal vez recuerden que, con mis amigos Henry Guitar y Críspulo, acudí a ese festival hace dos años, asistiendo a grandes actuaciones, como las de Tommy Castro y Vanessa Collier. El año pasado no pudimos repetir la experiencia, porque yo estaba dando la vuelta al mundo y soy el chofer oficial del trío. Así que este año buscamos repetir y conseguimos alquilar la misma casa rural de hace dos años.

Esto de la casa es clave, porque Béjar es una ciudad sobre una colina y la plaza de toros en la que se celebra el festival se sitúa en una colina diferente. La casa que conseguimos está en esta segunda colina, que llaman del Castañar. De modo que teníamos la plaza de toros a cinco minutos andando. Teniendo en cuenta que cada uno de los dos días que dura el festival, los conciertos empiezan a las nueve de la noche y acaban a las tres de la madrugada, es clave tener la cama cerca y no tener que coger el coche a esas horas tardías y alcohólicas. El trayecto desde Madrid es cómodo, no llega a las tres horas. Viajamos el jueves, llegamos a la hora de comer y fuimos directamente al restaurante Casa Senén, en la misma Colina del Castañar, donde nos obsequiamos con diversas exquisiteces, como el plato de morro de cerdo al pimentón que ven abajo y que yo me calcé sin inmutarme. No les extrañe que estuviéramos tan contentos.


Después de comer, tomamos posesión de nuestra casita rural y nos instalamos para una merecida siesta. Ya de atardecida, cogimos el coche de nuevo para acercarnos al centro de Béjar, en donde había una fiesta de bienvenida, para la que habían habilitado un escenario en la calle Gerona, enfrente del bar La Alquitara. Allí tocaba el grupo madrileño Chicken Wings (es decir, Alitas de Pollo), comandado por el guitarrista César Crespo, un habitual de la noche blusera madrileña (estos días está tocando con su grupo en La Coquette). Le acompañaba el joven guitarrista Noé Celestino y entre ambos montaban unos dúos muy vistosos, acompañados por un contrabajo de los de toda la vida y un batería italiano muy bueno. Este grupo estaba también anunciado para las sesiones vermú de viernes y sábado. En La Alquitara no tienen grandes ofertas culinarias, pero muy cerca de allí, al otro lado de la calle está el bar Eladio, donde te ponen unas tapas fabulosas. Así que estuvimos esa noche del jueves tomando cosas ricas y hablando con los músicos, a los que Henry conocía de antes.

Los días 11 viernes y 12 sábado tuvieron una programación similar. Nos levantábamos temprano para ver el encierro de los sanfermines (Críspulo es un taurino recalcitrante). Luego nos preparábamos un desayuno en condiciones y nos íbamos en el coche a hacer alguna excursión por el entorno. El jueves fuimos a la Alberca, que es una buena tirada, pero merece la pena porque el pueblo es precioso. Y el viernes visitamos Candelario. A la hora del vermú estábamos de vuelta en La Alquitara para tomar algo viendo a los Chicken Wings. A continuación subíamos a comer a Casa Senén, nos echábamos una buena siesta y nos preparábamos para acudir al festival debidamente duchados, afeitados, perfumados y maqueados para la ocasión. Uno de los tres días en que los escuchamos, el grupo de César Crespo hizo una versión del clásico de los Shadows Apache, de la que tomé un vídeo que les muestro (ya la pillé empezada, mis disculpas). Esta canción se publicó en 1960, yo tenía nueve añitos y la escuchaba en La Coruña. ¡Cuántos recuerdos! 

Este videoclip les da una idea del ambiente que había en Béjar en los días del festival. Este evento le da la vida al pueblo durante todo el fin de semana. Hace dos años, nos acercamos también a Hervás, donde había conciertos callejeros y ambiente similar. Pero este año, el festival cuenta con una sustanciosa ayuda de la Junta de Castilla y León, por lo que Hervás, que pertenece ya a Extremadura, se ha quedado fuera. El viernes, pues, hicimos el largo y tortuoso camino a La Alberca, pueblo precioso donde pasamos la mañana callejeando, e incluso visitamos la monumental Iglesia Parroquial de la Asunción, del siglo XVIII y con un púlpito de granito policromado muy curioso. Allí, un beato veterano ocasional nos contó algo de la historia del pueblo.

Parece que la zona fue repoblada en los siglos XII y XIII, con mucha presencia de franceses, por el hecho de que el conde Raimundo de Borgoña se había casado con Doña Urraca, futura reina de León. Por eso esta sierra se llama de la Peña de Francia. En el siglo XV, las tropas portuguesas del Prior de Crato atacaron el pueblo aprovechando que los hombres estaban fuera en faenas de labranza, pero las mujeres del lugar derrotaron ellas solas a los invasores y les arrebataron el pendón, que todavía se conserva y se muestra en el pueblo. Cada segundo domingo de Pascua, La Alberca celebra este hecho histórico, dejando que las mujeres gobiernen por un día el Ayuntamiento y las demás instituciones locales. Aquí unas imágenes de nuestra visita.




Se ve poca gente en la calle, porque fuimos muy temprano. A final de la mañana empezaron a llegar autobuses de turistas y escolares y nosotros nos volvimos para llegar a tiempo a la sesión vermú de los conciertos callejeros de Béjar. Tras las cañas obligadas en el Eladio y la nueva comida en Casa Senén, nos echamos la siesta correspondiente y salimos para el festival. Allí nos pusieron la pulserita reglamentaria que nos permitía entrar y salir del recinto sin problemas. A la puerta del coso taurino está el bar terraza El Nido de Susi. Hace dos años hicimos mucho uso de este agradable lugar e incluso hicimos amistad con la Susana que da nombre al bar. Tal vez mis viejos lectores recuerden que en mi viaje a Londres a finales de 2023 me acerqué al bar londinense que regenta su hermano Pedro.

Pero este año, El Nido de Susi había cambiado a peor. Nos contaron que Susana había abierto otro bar en la entrada del pueblo y ya no venía por allí más que de cliente ocasional. Además, ya no ofrecían ninguna de las estupendas cenas que nos dimos hace dos años. Ahora lo regenta un tipo bastante sieso, que sólo tiene bandejas de embutidos variados a 10€ la unidad y tercios de cerveza Mahou. Ante eso decidimos darle preferencia a los bocatas que vendían dentro del coso, además de alguna salida esporádica a Casa Senén, que tiene buenos vinos. Esa primera noche, la estrella del cartel eran Rick Estrin and the Nightcats.

Al grupo que dirige este veterano armonicista de San Francisco ya es la cuarta vez que lo veo: Cazorla hace tres años y dos visitas a Madrid en 2023 y 2024 en donde los vimos en el Café Berlín. Este año estuvieron espectaculares, no en vano han sido elegidos como el mejor conjunto de blues de 2025 por una revista que cada año da sus premios. Actuaban en segundo lugar y su concierto eclipsó completamente los de los demás músicos. En primer lugar, tocaban unos vascos que no eran malos y después de Rick un veterano soulman de Texas al que habían arropado con músicos españoles. Cerraban la noche Parker Barrow, un grupo de rock acelerado comandado por una cantante rubia muy espectacular que chillaba todo el rato con su chorro de voz agudo, No eran malos, pero estábamos ya un poco cansados y nos retiramos antes de que terminaran. Una imagen de esa primera noche.

El sábado madrugamos de nuevo y dedicamos la mañana a una visita a Candelario, que está al lado. La idea era estar por allí hasta el almuerzo, pero estaban cerrados todos los bares menos uno que estaba lleno. Así que, tras un paseo hasta la parte alta del pueblo, volvimos a Béjar y buscamos el nuevo bar de nuestra amiga Susana. Se puso muy contenta de vernos, se acordaba de nosotros, especialmente de mí que la enseñé a hacer estiramientos para suavizar el cansancio al final de las noches de trabajo duro en el Nido. Ahora regenta el bar Kalo, que abrió en el puente de mayo y va también como un tiro, porque esta chica ofrece productos de calidad, trabaja duro y tiene un encanto especial. Quedamos en volver al año que viene, porque la dueña de la casita rural nos ha dicho que nos guarda la vez. Almorzamos allí y luego hicimos algunas gestiones, visitamos un mercadillo y llegamos puntuales a la sesión vermú del festival. Una imagen más en la zona de La Alquitara.

La segunda noche en la plaza de toros tenía por estrella a la cantante y guitarrista británica Joanna Shaw Taylor, tres años mayor que Samantha Fish, que vive ahora en Nashville. Pero antes de ella había un programa contundente; se nota la subvención de la Junta. Empezó el grupo del veterano Nick Moss, bastante bueno y con un armónica espectacular, al que vimos en primera fila. Pero la segunda actuación de la noche era fabulosa. Se trata de cinco músicos negros bastante mayores y con amplias trayectorias, que han decidido unirse bajo el nombre de The Kings of the Blues. Nada menos que el bajo y batería que acompañaron a BB King durante toda su carrera. Más un saxo que había tocado veinte años con James Brown. Y un guitarra y un pianista que tienen sendos Grammys. La cosa sonaba como se pueden imaginar y nos dejó a todos patidifusos.

En tercer lugar, tocaba un guitarrista negro que no era malo, pero después de los auténticos reyes del blues nos dejó un poco fríos, lo que aprovechamos para subir a las gradas a sentarnos un rato, que ya somos mayores y aguantar de nueve a tres de la mañana sin sentarnos es demasiado pedir. Y llegó el turno de Joanna. Esta mujer es un cañón con la guitarra, toca todo el tiempo con gestos nerviosos de ambas manos, pero no falla una nota. También canta muy bien y lleva un grupo potente. Empezó a las dos de la mañana, pero de allí no se iba nadie, al contrario del día anterior. Les grabé un clip de parte de la canción más lenta que interpretaron, un blues con la temática habitual, te he amado demasiado tiempo, etc., cantado con fuerza y mucho sentimiento. 

Joanna tiene una forma muy personal de tocar, incorporando resonancias gaélicas que delatan su origen y es ya una estrella de este pequeño mundo del blues. Un mundo que hasta hace poco dominaban músicos negros, veteranos y malencarados. En estos últimos años, artistas como Samantha Fish, Ghalia Volt o esta Joanna Shaw Taylor claramente les han arrebatado el pendón del liderazgo musical. Al principio de la actuación de Joanna, la organización advirtió que no estaba permitido tomar fotos o vídeos con aparatos profesionales, por cuestiones de contratos y exclusivas. Casi al final, un segurata le arrebató su pequeña cámara a una chica que estaba cerca de mí, en la primera fila. Joanna, que estaba pendiente de todo, se dio cuenta y, con gestos visibles reclamó que se la devolvieran, todo ello sin dejar de cantar. Al final del concierto, en medio de una ovación atronadora, Joanna bajó a darle un abrazo enorme a la chica. Momento que aprovechamos Críspulo y yo para hacernos una foto con ella y completar nuestra colección de mitómanos.

Como nos habíamos acostado cerca de las cuatro de la mañana, el sábado nos perdimos el encierro de sanfermines. Nos dimos un pequeño paseo por la zona, nos despedimos de la dueña de la casa y paramos a desayunar con Susana en el Kalo, antes de enfilar carretera. Como ven, un viaje perfecto que nos hizo sentirnos por un día los Sultanes del Blues y que finalizamos tomándonos la penu en el Dolmen, el bar debajo de la casa de Críspulo. Esta aventura no me impidió reanudar mi actividad normal en la semana actual, con mi sesión de yoga el lunes, mi clase de inglés el martes y la carrera por el Retiro el miércoles, tal como les he contado. Una vez que termine este post y lo publique, me pondré a preparar la maleta para mi viaje de mañana a París, que sale de la T4 tempranito, a las 7.20. Esta serie de viajes me va permitiendo sortear el verano ultracaluroso que estamos sufriendo. A Tarick Marcelino Martínez no le gusta demasiado este trajín, pero aprovecha los intervalos para restregarse bien conmigo, como ven en este vídeoselfie que les dejo de despedida. Sean buenos y no se quejen del calor, que ya hace casi un mes que los días se están reduciendo como cada año.