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miércoles, 30 de octubre de 2024

5. Vendimiando sueños en medio del caos

Nada, que ya he tirado la toalla de encontrar la púa que me entregó Samantha Fish en Melbourne, después de tocar con ella todo su concierto de cierre de gira por Australia. El último lugar en donde he mirado es en el filtro de la lavadora, por si la púa se hubiera lavado con alguna de mis camisas o pantalones y hubiera terminado allí, pero nada, resultado negativo. Sam ha terminado ya su gira europea, sobre todo en el Reino Unido, con unos conciertos finales en Holanda y Alemania, y ya está de vuelta en los USA para los bolos en torno a la noche de Halloween. Espero tener más ocasiones de conseguirme otra de sus púas, porque Sam las tira a boleo al final de los conciertos para quien tenga la suerte de pillarlas, si bien, cuando alguien de la primera fila extiende la mano como yo hice en el Corner Hotel de Melbourne, le entrega la primera con un gesto delicioso, como pueden ver en la foto de abajo.

A falta de material para vendimiar mis sueños y cultivar mis mitos, en estos días he seguido mis rutinas de jubilado hiperactivo y, nada más publicar mi post anterior, atendí en el parque Madrid Río al grupo de cinco alcaldes y políticos de Latinoamérica, acompañados de dos técnicos de la Fundación Konrad Adenauer. Eran, creo, alcaldes y concejales de pequeñas ciudades de México, Panamá, Perú, Argentina y Chile, la mayoría del tipo mestizo hermético, que sólo hablaban lo estrictamente imprescindible, salvo el argentino, con el que conecté más profundamente y que me planteaba preguntas bastante incisivas. Los demás se limitaban a escucharme, se dispersaban por el parque haciendo fotos y selfies para el recuerdo y no era fácil pastorearlos, a pesar de ser tan pocos. Y naturalmente, se empezaron muy pronto a mostrar cansados de tanta caminata, los latinos suelen ser flojos para este tipo de eventos. Pero los alemanes eran inflexibles: había que cumplir lo programado, que para eso ponían ellos el dinero. Les dejé en el Matadero bastante derrengados, pero agradecidos. Antes, nos hicimos una foto de grupo en la prestigiosa pasarela concebida por el señor Dominic Perrault, que pueden ver abajo. Y, por cierto, aun estoy pendiente de que me paguen lo acordado por mis servicios.

El martes 22 tuve la segunda sesión del Club de Lectura Billar de Letras en la que analizamos el libro Por qué el agua del mar es salada. No es un libro cuya lectura les recomiende. Se trata de la primera novela de la escritora austriaca Brigitte Schwaiger, señora que tuvo una vida agitada y más bien desastrosa. Nacida en una pequeña ciudad de la montaña austriaca, se fue a Viena a estudiar Lenguas Romances y Psicología pero, a mitad de su primer año lectivo, se lió con un español, se casaron y se fue con él a Mallorca, donde vivió cuatro años. Al fracasar su matrimonio, se volvió a Viena, donde se metió en el mundo del teatro, como actriz y ayudante. Allí, un productor teatral la dejó embarazada y la forzó a abortar. Algo que le resultó muy traumático. Empezó entonces a escribir y publicó su primera novela, que fue un bombazo; se vendieron incontables ejemplares en Austria y fue traducida a las principales lenguas del mundo.

A partir de ahí, todo fue de culo. Sus siguientes novelas no se vendieron igual, se dio a la mala vida y se le empezó a ir la cabeza. Acabó ingresando intermitentemente en instituciones psiquiátricas de Viena, agobiada por las deudas y su ostracismo del primer plano de la cultura, hasta que se suicidó tirándose al Danubio tras dejar unas notas explicativas de su decisión. La novela de marras, siempre en mi opinión, es menos interesante que su vida, se limita a contar en primera persona, con un estilo bastante caótico como si pensara en voz alta, el aburrimiento y la insatisfacción de una mujer de clase alta a la que su familia obliga a casarse con un tipo al que no ama. Teniendo en cuenta que está escrita en 1977, la temática anticipa muchas de las líneas de la literatura actual escrita por mujeres, en sintonía con el Mee Too y la deriva subsiguiente. Yo realmente no le veo demasiado interés al libro, como para traerlo al club. Vean una foto de esta señora. Corresponde a 1978, su momento de mayor éxito.

Una mujer que vivió intensamente, pero marcada por un destino trágico. Yo intervine en el club para decir que me hubiera gustado preguntarle a esta señora cómo se hace para escribir así. Yo sería incapaz de hacerlo. Bueno, se me ocurre una forma. Beberme tres o cuatro whiskies, empezar a largar y conectar una grabadora. Luego transcribir lo grabado, ponerle puntos y comas y darle un poco de barniz literario. No tengo ni idea de cómo lo hizo esta señora, que fue la primera sorprendida por el éxito internacional del libro. Cada vez que asisto a una sesión del club que no me gusta demasiado, pienso en darme de baja pero, al final, continúo reincidiendo porque Ronaldo Menéndez es mi amigo y a veces trae al club unos libros extraordinarios.

En fin, al día siguiente, miércoles 23 de octubre, tenía yo un sarao de postín. Mi querida compañera de trabajo Esther Garvía celebraba su jubilación, a la que ha llegado como yo a los 70, después de toda una vida dedicada a los entresijos jurídicos del Ayuntamiento. Por mi parte, era la primera vez que volvía a mi último lugar de trabajo: no había pisado el edificio desde que cesaron a Silvia, mi querida jefa de los últimos años de carrera administrativa. Es decir, hace más de un año. Me resultó extraño, como regresar al pasado, encontré a gente que ha envejecido rápido y otros que están igual y las conversaciones me resultaron bastante ajenas, aunque me lo pasé bien, fue una especie de paseo por el túnel del tiempo. Y estoy plenamente convencido de que yo salí de ese entorno en el momento oportuno; lo que ha seguido es un proceso de deterioro continuado. Para el señor Almeida y su grupo que no cree en la planificación urbana, sino que es partidario del laissez faire para que los privados hagan lo que les dé la gana, el Área de Urbanismo es un incordio, que están dejando que se caiga a pedazos, así que los tiempos son malos. La que está tan espléndida como siempre es mi amiga Esther, tan guapa a los 70 como durante toda su carrera. Pueden comprobarlo en esta imagen.

Esa misma tarde terminé en la academia de música de mi amigo Henry Guitar, donde estamos montando un combo electrificado, con bajo y batería, al que yo trato de sumarme a pesar de mi nivel un poco deficiente, que trato de suplir con mi instinto musical. Henry trajo ese día un nuevo método de aprendizaje que es muy interesante, siempre que yo encuentre hueco en mi agitada deriva para practicar un poco en casa de manera regular. Al acabar la clase nos acercamos al bar Los Cuñaos, el antro prototípico de Palomeras donde nos obsequiamos con unas cervezas para celebrar la buena salud de los implicados en el grupo musical en ciernes.

El sábado a mediodía aterrizaron en Madrid mis consuoceri romanos, a los que recogí e invité a comer en mi casa, porque a las seis de la tarde debían tomar un tren para Córdoba y Granada, ciudades que están visitando en estos días, hasta mañana jueves en que vuelven a Madrid para pasar unos días por aquí. Son los primeros, entre los contactos que visité durante mi vuelta al mundo, que han decidido devolverme la visita. La verdad es que son una gente estupenda e hicieron buenas migas con Tarick Marcelino, de quien ya les había hablado extensamente su hija y cuyo nombre pronuncian en italiano: marchelino. Es tan gracioso que yo ya le llamo así con esa pronunciación. Por lo demás, les cociné un potaje de los míos, el plato estrella de la gastronomía emiliana.

La visita inminente de mis consuoceri, me hizo ver algunas de las deficiencias de mi casa. Por ejemplo, que hace unos cuantos inviernos que no pongo las dos alfombras que tenía almacenadas en un rincón. Era tarea complicada, que abordé con mucha cautela porque, tras años de almacenamiento, me aterrorizaba la idea de encontrarme un verdadero nido de ácaros, si no aparecían polillas a cascoporro o cosas peores. Tenía además el miedo de que, en medio de la fauna cautiva, se me apareciera el novio de la señora Ayuso. Pero, miren ustedes por dónde, resulta que entre los ácaros sedicentes, quien apareció al final fue el señor Errejón. Hay que ver la que se ha montado con este señor con cara de no haber roto un plato en su vida, que al final ha resultado ser el doctor Errejón y mister Hyde a la vez.

Tuve la oportunidad de verlo así a un par de metros de mí, en un acto de campaña de la señora Carmena, al que me colé para sentarme en las filas de delante. Y me pareció un tipo físicamente llamativo, muy alto, de piernas larguísimas, con un cierto aire de arácnido y a quien seguro debían coser los pantalones a medida, porque no se ajusta a las tallas convencionales. Yo, desde que tuve a la señora Carmena de jefa, me declaré carmenista incondicional, condición que aún ostento, y también, por reflejo, errejonudo irredento, etiqueta de la que renegué rápido. Al tipo hay que reconocerle que es piquito de oro, que tiene una labia acreditada para enhebrar discursos potentes, aunque no parecía que de esos discursos se derivara ninguna consecuencia práctica para los ciudadanos y votantes potenciales.

Y resulta que era un monstruo depredador. Lo primero que leí en este escándalo fue su propia carta de renuncia y abandono de la política. Menuda pieza de hablar, hablar, hablar para no decir nada, como la canción emblema de este blog. Es cojonudo, ahora resulta que la culpa de que él sea un salido de cuidado y un acosador violento, la tiene la presión a la que somete a los políticos esa vida intensa y sin momentos de descanso, que genera una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica (sic). ¡Por Dios! qué cara más dura. Dice una amiga mía que sabe de esto, que el comunicado tiene un tufillo a estar redactado con la ayuda del ChatGPT, la herramienta de Inteligencia Artificial que suele hablar en este tipo de términos. Ahí lo dejo.

Todavía sin salir de mi asombro sobre lo que este señor sugería, llegó hasta mi vista el comunicado anónimo que una chica había enviado un día antes a la página de la periodista y escritora Cristina Fallarás. En este mensaje, la chica describe un patrón de conducta, puesto que luego otras afectadas por la subjetividad tóxica de este señor, explican más o menos lo mismo: que las llevaba a un hotel, las trataba de manera despótica y despreciativa, las forzaba a prácticas aberrantes contra su voluntad y, una vez consumado el tema, las echaba fuera de su vida y empezaba a hacerles gaslighting, que no sé por qué ha de escribirse en inglés lo que siempre se había llamado luz de gas, después de la magnífica película de Cukor en la que Charles Boyer le hacía eso a una angustiada y bellísima Ingrid Bergman.

Después, su ex novia Rita Maestre ha salido a la palestra para mostrar su estupor al constatar que esos comportamientos se produjeron durante el tiempo en que eran novios. Es decir, que el tipo se citaba en un hotel con alguna conocida eventual, se dedicaba a machacarla y luego volvía a casa a actuar como un novio perfecto. Doble personalidad de libro. La noticia apareció en Marca con un titular ciertamente portentoso: Errejón llevaba bastante tiempo sometiéndose a terapia para tratar su adicción al sexo y otras sustancias (sic). Si no se lo creen, pueden comprobarlo pinchando AQUÍ. Cojonudo, el sexo considerado como una sustancia.

Ya que estamos, la película de moda en estos momentos en todo el mundo se llama precisamente así: La sustancia (Coralie Fargeat, 2024). Yo la he visto y tiene un cierto interés, pero no deja de ser una película que empieza medio bien y sigue como un grand guiñol bastante yanqui o, si lo quieren ustedes en términos menos cultos, una auténtica astracanada, espasmódica, sangrienta, grasienta, asquerosa, con homenajes a diversas películas de terror, como Carrie, La Mosca o La Cosa. Yo les recomiendo ver antes La Infiltrada, por citar una película que me ha generado mucha más tensión y emotividad. La sustancia lo que provoca es la risa de las jovencitas a la vista del despliegue de sangre y vísceras desparramadas que se nos muestra.

Pero el titular del Marca hablaba por primera vez de adicción a sustancias y sólo le falta decir de cuál sustancia se habla. La cocaína es vox pópuli que es de uso corriente entre los políticos, porque sin ella es imposible resistir la presión del entorno 24 horas y siete días a la semana. Además un análisis toxicológico de las basuras en las alcantarillas de Londres, hace años reveló que donde más restos de coca había era en la City y en el entorno del parlamento. Parece claro que el amigo Errejón se dispensaba un tirito y se convertía de esta forma en el hombre lobo o el Mr. Hyde que luego perpetraba sus fechorías. Pero no nos equivoquemos. Ustedes y yo nos podemos dar un tirito y les puedo asegurar que no nos convertimos en depredadores sexuales. Para eso hay que tener, digamos, una patología de base, anclada en traumas de la infancia. La coca, administrada puntualmente, en cantidad discreta y en lapsus de varios meses, puede controlarse. Pero un errejónico es alguien incapaz de ejercer ese control.

Pero la cascada de testimonios contra el nuevo apestado sigue (y seguirá durante años). Dado el éxito de la primera denunciante anónima, la página de Fallarás en Instagram sigue registrando nuevas entradas. Los de Instagram se la intentaron cerrar y, ante el escándalo que se montó, se la han vuelto a habilitar. Así podemos leer ahora que el angelito este les desparramaba la coca por el culo a sus víctimas para esnifársela en tan noble localización. Aquí he de hacer una precisión. Lo malo de esto no es el tema en sí mismo, sino que el acosador forzara a la víctima a hacer algo que ella no quería─no quería, oiga. Porque el sexo sano es precisamente consensuar las prácticas que cada pareja es libre de elegir y no imponer nada a alguien a quien le incomoda la práctica en concreto de que se trate.

Conceptualmente, el asunto no es diferente al de los que se ponen nata montada sobre sus partes para que el partenaire se la coma sobre tan singular plato (si no han leído a Henry Miller, ni han visto El último tango en París, tal vez les suene todo esto a nuevo). Es decir, que lo impresentable de Errejón es que ejerciera la fuerza desde su posición preeminente como poderoso y famoso, para maltratar de palabra y obra a sus víctimas. Ya puestos, entiendo que la coca, que tiene un efecto anestésico instantáneo, no fuera lo más adecuado para unas membranas tan sensibles como las del culo; yo directamente probaría antes con la nata, que se puede comprar ya montada en el Alcampo y seguro que es menos agresiva para el ojete. En fin, voy a volver al tema de las alfombras, que en este blog a veces entran niños y no es cosa de seguir por la senda emprendida en esta larga digresión. Les diré que, nada más poner las alfombras, el bueno de Marchelino se instaló sobre ellas como un rey en su trono, como pueden comprobar en estas instantáneas que le tomé.










Este tipo de temas como el caso Errejón nos llevan a la conclusión de que nuestro mundo occidental está en plena decadencia; somos una sociedad enferma, algo que yo detecté claramente en mi paso reciente por los USA (por eso es altamente probable que gane de nuevo el señor Trump, una ruina para todos nosotros). Que sigamos yendo al cine y disfrutando de nuestros placeres cotidianos sin pensar en lo que está pasando en Gaza o en Ucrania, es insano. Por no hablar de que nos estamos cargando el planeta (y por eso la Tierra se defiende del virus que somos: a base de DANAs y otras calamidades, como la de ayer en Valencia, que va camino de superar el centenar de muertos). Y qué me dicen ustedes del hecho de que estemos usando móviles y coches eléctricos cuyas baterías se construyen con metales obtenidos en minas de África por mineros locales en condiciones de plena esclavitud. Y si no me creen, vean sólo dos imágenes como muestra. 



No les quiero crear malas conciencias, sino al contrario. A este respecto, viene como anillo al dedo el discurso de Joan Manuel Serrat, 80 años, al aceptar el premio Princesa de Asturias de las Artes. Al final, se viene arriba y se marca una canción, al parecer no prevista en el protocolo. Pero a mí lo que me interesa es el discurso, especialmente esa parte en la que dice que no le gusta este mundo en el que estamos viviendo estos últimos años. Que no le gusta un mundo en el que se cometen atrocidades y nadie puede hacer nada, ni la ONU, reducida a un foro que predica sus valores en el desierto ético de los Putin, Milei, Netanyahu o el gordo coreano, por citar sólo unos cuantos ejemplos (más Maduro, Ortega, Alí Jamenei y tantos más). Les voy a pedir que escuchen este discurso, si es que no lo conocen y, por supuesto, siempre que les apetezca perder diez minutos en su escucha.

Las imágenes que evidencian que estamos en un mundo enfermo son incontables. Yo les voy a mostrar hoy sólo tres, a título de ejemplo. Un atasco frente a un peaje o control en China, que supera ampliamente las colas de la frontera de Tijuana. Una vista aérea de la ciudad de Male, capital de Maldivas, que explica por qué las autoridades del país han decidido construir una nueva capital en un punto más alto, en previsión de que el calentamiento global lo inunde todo. Y por último, un edificio de lo que se puede considerar chabolismo vertical, en el centro de El Cairo.  



El discurso de Serrat incide en que este mundo no nos gusta a los septuagenarios como yo y similares. Pero no quiero que ustedes salgan de este post abrumados por este desastre y eso les impida seguir disfrutando de los placeres de este pequeño sector del mundo en el que vivimos como auténticos pachás, preocupados por temas insignificantes comparativamente, como el llamado caso Errejón (ahora nos queda asistir a su proceso de destrucción, del que no sé si va a salir con vida). A estos efectos, me parece muy recomendable la lectura del reciente artículo en La Voz de Galicia, del escritor y editor Eduardo Riestra, por cierto, hermano de una compañera mía funcionaria también recientemente jubilada. En la línea de Serrat, este señor proclama que no sólo no debemos renunciar al disfrute de nuestros placeres, sino que nuestro empeño en seguir haciéndolo es lo único que nos puede salvar del desastre colectivo y el desánimo por nuestra impotencia al contemplarlo desde nuestros sofás. Para leerlo han de pinchar AQUÍ. Y sean buenos, desde luego o, al menos, inténtenlo.

viernes, 18 de octubre de 2024

4. La púa de Sam y otras historietas

Ya sé que algunos de mis fans echan de menos un ritmo más vivo de publicaciones, pero esto es lo que hay y no me dirán que no se lo anuncié desde los albores de este blog de reflexiones varias, que no por ser al tran-tran resultan menos cogidas por los pelos que las anteriores a mi viaje fastuoso por el universo mundo. La vida sigue por estos lares y, como les digo cada poco, yo he de priorizar la tarea de vivir sobre la de contar lo que vivo, no todo lo cual me parece adecuado para ser incluido en este foro, cuyo objetivo no es para nada servir de alimento de cotillas y porteras. Como dijo John Lennon, la vida es lo que va pasando ahí fuera mientras estás ocupado haciendo otras cosas.

Desde mi post anterior me han venido sucediendo diversas historias, mientras el otoño iba poco a poco desplazando a ese verano interminable, seguido de veranillos y sucedáneos varios, que ha durado hasta la llegada del diluvio que nos ha refrescado en estos últimos días. Por ejemplo, el jueves 3 de octubre, bajé a correr al Retiro por segunda vez y me encontré bastante mejor que en mi primera salida, así que este es un tema que ya doy por definitivamente recuperado. Si sigo entrenando es, en cierta forma, en homenaje a mi añorado amigo Joe, que se nos fue repentinamente cuando yo andaba por Chile y que fue la persona que me enseñó todo lo que sé del mundo del running. Vaya, pues, por ti querido amigo.

El sábado 5, me acerqué de nuevo a La Bombonera de Vallecas, ese bar que celebra estos días su primer aniversario (en el post anterior hablaba yo de 30 aniversario y dice mi amigo Henry Guitar que no sabe de dónde me he sacado esa cifra. Eso digo yo: que tampoco sé de donde la saqué). A las cinco de la tarde tocaban allí mis amigos del Colectivo La Palmera, con Henry a la guitarra, Críspulo a la batería, Christian el alemán de Carabanchel al contrabajo, Manolo el trompeta y Guillermo y Pepe a los saxos. Les grabé varios clips, de los que voy a seleccionarles un par de ellos para que vean cómo se desempeña este grupo, que cada vez toca mejor.


El lunes 7 me personé por la mañana en la Escuela de Arquitectura para desarrollar mi habitual relato sobre el proceso de realojo del barrio de Palomeras en los setenta finales y ochenta primeros, para la asignatura de Intensificación de Urbanismo (tiene cojones el nombrecito), que pilota mi amiga Sonia de Gregorio. Por cierto, Sonia se ha conseguido una beca europea para investigación de la materia de Regeneración Urbana de la que ella es especialista. Supone que durante tres años le van a pasar una asignación que los de la ETSAM no pueden mangonear, le van a poner también un becario para que le ayude y además tiene la posibilidad de prórroga por un cuarto año. Me alegro mucho por ella y por lo que representa de triunfo de la línea disidente con la que yo me identifico plenamente.  

El día 9 acudí a mi clase de guitarra como cada miércoles, pero a media clase me empecé a poner malísimo. Mis colegas de clase estaban muy preocupados: tío te ha dado un amarillo de la hostia. Había ido en el coche para poder llevar la guitarra eléctrica que es muy pesada para acarrearla en el Metro, y tuve que volverme pitando. Dejé el coche en mi garaje y allí mismo, en la plaza del Reina Sofía, empecé a vomitar de manera irreversible. Ya había oído hablar del nuevo virus que ha aparecido este año, además de los constipados y la vuelta esperada del Covid. Es un virus que te ataca a la función digestiva y te hace sentirte fatal por arriba y por abajo aunque, por fortuna, apenas dura tres días. A mí, como estoy hecho un mulo, sólo me duró dos, pero esa noche me la pasé devolviendo todo lo que había comido en los dos días anteriores.

Hacía mucho que no vomitaba, hasta el punto que iba diciendo por ahí que yo no sé vomitar. Pues sí que sabía, se lo puedo asegurar. El maldito virus me hizo perder algunos kilos, pero me recuperé rápidamente. Eso sí, desde ese día estoy tomándome un complejo de probióticos para reponer la flora y fauna intestinal, tratamiento que he de mantener durante quince días. Y, miren ustedes por dónde, resulta que ese día había estado tocando en clase con la púa que me entregó en mano mi adorada Samantha Fish al final de su concierto en Melbourne. Y, entre el amarillo, las vomitonas y los agobios, pues resulta que se ha perdido. Henry no la tiene en la academia y yo tampoco la encuentro. Una faena. Pero ya conseguiré que me dé otra. De momento, Sam está girando por el UK y seguirá luego por Alemania y Holanda, pero yo no tengo ahora el cuerpo para más viajes de solitario por las ciudades europeas, tras mi periplo de vuelta al mundo.

El día 10 anulé mi sesión de yoga para quedarme en casa descansando y recuperándome. Pero el viernes 11 tenía una cita fijada en mi agenda desde hace tiempo. Esa noche tocaba en la sala Clamores el gran Luke Winslow-King, uno de los músicos de blues blancos de la nueva hornada, junto con Samantha Fish, Larkin Poe, Damon Fowler, Ghalia Volt y tantos otros. Luke es oriundo de Cadillac (Michigan) pero se marchó siendo casi un adolescente a Nueva Orleans, donde estuvo quince años tocando por calles y garitos y empapándose del espíritu de esta ciudad única, que tengo pendiente de visitar. Siguió su periplo por Italia, donde se encontró con Roberto Luti, un guitarrista local fabuloso, el maestro de la slide guitar. Desde entonces siguen juntos. Hace un tiempo les traje a mi blog anterior un vídeo delicioso, grabado en una plaza de Livorno. Ha habido una gran fiesta la noche anterior, pero Luke y Roberto quieren seguir tocando. Está amaneciendo y la gente de la ciudad empieza a ponerse en marcha para sus ocupaciones cotidianas. Pero ellos tocan y tocan sin importarles lo que pase a su alrededor. Les pido que lo vean.

Luke y Roberto se presentaron en Madrid con un bajo y un batería también italianos (el bajo es un hermano de Roberto) y dieron un concierto fabuloso, en el que, entre otras canciones interpretaron esa extraordinaria Leghorn Women que tocaron aquella mañana en Livorno, una composición propia dedicada a las mujeres realmente especiales, a las que Luke asigna la etiqueta que se aplica normalmente a la mejor raza de gallinas. No es una letra machista, sino al contrario: Luke glorifica a este tipo de mujeres extraordinarias, a las que cree capacitadas para hacer ver a un ciego, entre otras facultades taumatúrgicas. Y a las que termina deseando que Dios las bendiga. Luke, además de ser un músico prodigioso, es un tipo muy guapo, un auténtico dandy, con el que yo conecto muy bien. Al final del concierto estuve hablando un poco con él y le compré su último disco, en vinilo y con su autógrafo, como pueden ver abajo.


El día 12, Fiesta Nacional, cayó el Diluvio Universal por la mañana, lo cual fue muy útil para disuadir a los que van a estos eventos a insultar a Sánchez. Tal vez recuerden la famosa canción de Brassens, traducida por Paco Ibañez, La mala reputación, que empezaba así: cuando la Fiesta Nacional, yo me quedo en la cama igual, que la música militar, nunca me supo levantar. Y más adelante añadía: todo el mundo me mira mal, salvo los ciegos: es natural. En fin, ya que ha salido lo de Sánchez, ya les dije en mi anterior blog que soy un sanchista irreductible. He de aclarar que yo no soy un sanchista fundacional o primigenio, que a mí Sanchez me parece un político bastante mediocre y de no mucho fiar, aunque con una notable capacidad de resistir en condiciones casi agónicas. Digamos, pues, que soy un sanchista sobrevenido o eventual. Que los que lo atacan con saña cada día son gente que me cae tan mal que están consiguiendo lo contrario de lo que pretendían.

Ahora se han lanzado a por su familia, tras constatar que por medios normales y democráticos no lo pueden echar del poder, que es su único objetivo político, porque, salvo cuatro generalidades sobre los inmigrantes y otros temas colaterales, no tenemos ni idea de cuál sería el programa de gobierno del señor Feijoo, en caso de que lograra desplazar del poder a Sánchez. Un ejemplo muy claro es el del apoyo del PP en las Cortes a la Ley que tendría en cuenta las penas cumplidas en el extranjero a los etarras encarcelados. Esta Ley, lo único que hace es trasponer una Ley europea de obligado cumplimiento, que ya se está trasponiendo con retraso. Los diputados del PP que participaron en el proceso, se estudiaron el tema y decidieron que tenían que votar a favor. El grupo parlamentario del PP está comandado por dos personajes curiosos. El ínclito Tellado, prototipo del marulo, a quien se ha traido Feijoo de lo más profundo de las tierras galaicas, un tipo con aires de que le crezcan percebes en los sobacos. Y la señora Cuca Gamarra, que hizo méritos en la carrera del insulto en la legislatura pasada. Vean un meme de esta señora.

Pues, una vez que habían votado, Feijoo les echó una bronca y les dejó en mal lugar. Es fácil imaginar la conversación. ¡¡Muy mal, Cuca, muy mal!! Pero, jefe, que es que nos hemos estudiado la Ley y nos parece que es obligatoria aunque no nos guste. Pues eso es lo que está mal; os he dicho que cualquier iniciativa de Sánchez hay que tumbarla, ni siquiera hay que estudiársela para ver si está bien o no, sólo por ser promovida por Sánchez está mal y hay que votar en contra. Y más ahora que lo tenemos al borde del abismo, entre los chanchullos universitarios de su señora, el chiringuito de Ábalos y la denuncia de la actuación del Fiscal General, que se ha atrevido a atacar a nuestra heroína nacional Ayuso. En ese contexto, nada de estudiarse las leyes: si las propone Sánchez, leña al mono.

Así es como yo lo veo, aunque respeto otras opiniones, porque yo no soy el Papa y no estoy en posesión de la verdad divina. Pero estábamos en la mañana del día de la Fiesta Nacional. Y yo no pensaba quedarme en la cama igual, sino precisamente salir de viaje. Tenía preparada una escapada de cuatro días a Asturias y salí a la calle bajo el diluvio con mi maletita de ruedas, veterana de toda una vuelta al mundo. Y me encontré que la calle de Atocha estaba literalmente ocupada por un par de batallones de la Guardia Civil, cantando a voz en grito, mientras se calaban, una serie de canciones patrióticas, del estilo de las que cantan los reclutas de La chaqueta metálica de Kubrik, y con no menos entusiasmo. Estaba claro que no podría salir del garaje al menos en unas cuatro o cinco horas.

Pero ya han visto en mi viaje por el mundo que me defiendo como gato panza arriba en estas situaciones. Le pedí al vigilante del garaje que me abriera la puerta de entrada. Desde allí maniobré para dar la vuelta 180 grados y me interne por la zona peatonal de la plaza hasta alcanzar el final de Santa Isabel. Como esto es una ilegalidad, lo hice como mandan los cánones: muy despacio y con los cuatro intermitentes. Ese es un código que le muestra a un eventual policía de tráfico que soy consciente de que estoy haciendo una ilegalidad, pero que no me queda más remedio que hacerla. La verdad es que no había por allí agentes de tráfico, ocupados todos como estaban en organizar el quilombo montado en torno a la Glorieta de Atocha. Por Santa Isabel, caí a Argumosa y ya seguí hasta alcanzar la M30. Al menos la mitad del viaje a Asturias la hice bajo un diluvio sostenido, pero al llegar a Llanes, el cielo estaba despejado y así se mantuvo los cuatro días.

¿Cómo dicen? ¿Que les he dicho más arriba que no tengo el cuerpo para más viajes por ahora? Léanlo bien. Yo he hablado de viajes en solitario por ciudades, como los que compusieron mi vuelta al mundo de tres meses y medio. Este de Asturias era un modelo diferente. Asturias es un paraíso para viajar acompañado; saquen ustedes sus propias conclusiones. Por ejemplo, alojarse en un hotel con encanto en La Pereda, un núcleo de unas cuarenta casas. Callejear por Llanes o Ribadesella. Tomarse una botella de sidra debidamente escanciada, con unos bocartes fritos o unas parrochas. Hacer acopio de quesu-Cabrales y de Afuega el Pitu para el invierno. Cenar en el Mirador de Toró un arroz caldoso de bogavante mientras el sol cae sobre el mar. Visitar las casas de indianos de Colombres y el Museo de la Emigración. Y lo más grande: acercarse a la playa de Torimbia, el paraíso de los nudistas. Allí puede uno hacerse una foto de la sombra, para conservar ese recuerdo indeleble. 

De todas formas, yo que ustedes no me precipitaría en sus conclusiones: estas fotos las venden en los kioscos de prensa y en los chinos del Todo a Cien, por no mencionar las posibilidades compositivas del Photoshop. Sí les precisaré que, en mi estado de recuperación del virus sedicente que me atacó durante mi clase de guitarra, me abstuve de comer fabada o pote asturiano, no fuera a ser el demonio que por ansioso recayera de mis dolencias. Y les cuento también que, sentado en un banco del Paseo Marítimo de Ribadesella, me sonó de pronto el móvil. Era mi amigo Werner. Le había salido un bolo para hoy viernes, 18 de octubre, y no podía asumirlo por estar en Alemania dirigiendo las obras de construcción de un colegio con unos módulos prefabricados que él ha diseñado y patentado.

El bolo consiste en pasear por Madrid Río a un grupo de alcaldes y políticos sudamericanos, de Argentina, Chile, Colombia, Perú y México. El viaje a Madrid se lo paga íntegramente la Fundación Konrad Adenauer, una entidad alemana que se dedica a instruir a cuadros de Latinoamérica para que aprendan cómo se hacen por aquí las cosas. Werner me dijo que, si yo lo aceptaba, él se quitaría de en medio. Así que me he puesto en contacto con la Fundación y les he hecho una propuesta formal, que incluye el pago por mis servicios. Mi propuesta era, digamos, económicamente espléndida, porque Werner me advirtió que esta gente maneja mucho dinero. No les voy a decir, obviamente, la cantidad, sólo que me la han aceptado sin rechistar. Así que esta tarde a las tres estaré esperando al grupo en el arranque del Puente de Segovia para un recorrido explicativo-didáctico de tres horas, provisto de cinco cuadernillos que me he impreso en el fotocopiero del barrio, para los cinco políticos, más dos para los representantes de la Fundación y uno de más por si acaso.

Como ven, mi vida sigue a toda velocidad, aunque sólo escriba en el blog de pascuas a ramos, y ello no me impide estar al tanto de la actualidad. Por ejemplo, el Premio Nobel de Literatura concedido a la escritora surcoreana Han Kang, que me llena de alegría. No he leído nada de esta señora, pero me dicen que la novela La vegetariana es sensacional, una especie de revisión del tema de El Escribiente de Melville, en este caso, “preferiría no comerlo”, que pone en cuestión el sistema alimentario coreano, basado en el consumo desaforado de carne, como ya les conté a cuento de mi reciente visita a Seúl. Le he mandado por WhatsApp una felicitación a mi querido amigo Wooyun Chung, Woo para los amigos, quien me ha contestado que es una noticia descomunal e inesperada, y que para él la literatura de esta señora es demasiado compleja y bastante triste. No olvidemos que Woo es ingeniero de Caminos. Vean una foto de esta laureada señora.

Una imagen que dice bastante sobre su personalidad (supongo que han leído que se ha negado a conceder ningún a entrevista a la prensa con motivo de su premio). El próximo martes, para continuar con la vorágine de mis actividades, tendré una nueva sesión de Billar de Letras, para analizar el libro Por qué el agua del mar es salada. Es la primera novela de una escritora austriaca ya fallecida y se publicó en 1977. Mucho antes del Mee Too, esta señora disecciona el aburrimiento y la insatisfacción de una mujer que se ve obligada a casarse con un marido al que no ama. Yo, la verdad, no sé cómo hay gente que se aburre. ¿Ustedes sí? Tal vez es porque no viven en Líbano o en Ucrania o en Gaza. Anden, dejen de quejarse y disfruten de este mundo en el que hemos tenido la suerte de nacer. Eso es al menos lo que yo intento. Y sean buenos, desde luego.

miércoles, 2 de octubre de 2024

3. E la vita va

Aquí me tienen de nuevo, intentando acortar mis períodos de silencio inter-posts, para alivio de los cuatro adictos a esta tribuna. Ya les he dicho muchas veces que no me considero capacitado para operar como comentarista político o de la actualidad, aunque muchos de mis seguidores anhelan que me pronuncie sobre lo que está pasando en el mundo. Un mundo que parece estarse yendo a la mierda, aunque no sabe uno si creérselo del todo. Los iraníes mandan 200 misiles y ni uno solo le cae en la cocorota a los israelíes, estaría yo por maliciarme que hasta han avisado a los diferentes servicios secretos: ojo, que vamos con 200 misiles. La guerra la sufren al final las pobres gentes de Gaza a las que están masacrando, igual que a los ucranianos y ahora a los libaneses.

A Netanyahu le viene de perlas, porque esta guerra activa la pulsión nacionalista y lo blinda como líder de su pueblo, cuando su principal interés es mantenerse en el puesto para alargar su inmunidad y que no lo metan al trullo los jueces que le están esperando. Pero la guerra es la peor de las calamidades, como sabemos en España los más viejos, que aún conservamos la memoria de lo que nos contaron nuestros padres y abuelos. Ayer por la mañana pasaron sobre mi cabeza un montón de cazas del ejército. Yo sé que se están preparando para el desfile del 12 de octubre como cada año, pero no pude evitar un escalofrío pensando que tal vez se estuvieran desplazando para apoyar a los judíos. Los jodíos judíos, a los que apoya Occidente.

Esta es la primera contradicción. El señor Putin agrede a un estado vecino reconocido por la ONU y todo el mundo se echa las manos a la cabeza: ¡qué horror, este tío es un asesino de masas! Y todo el mundo autodenominado libre y democrático se apresta a ayudar al agredido, con armas y pertrechos, para que se defienda de la tropelía. Y unos meses más tarde, Israel hace lo mismo en Gaza y ahora en Líbano y los mismos que se echaban las manos a la cabeza se apresuran a ayudar, en este caso al agresor y no al agredido. La guerra que se está librando es muy peligrosa, está llevando al mundo a una polarización que puede acabar con todos nosotros. Aunque yo no me lo creo del todo, porque la economía y las Bolsas no se resienten, tiramos para adelante y lo único que nos queda es tocar madera para que no nos pille en medio del fuego cruzado, algo que le puede suceder a cualquiera.

El mundo se ha vuelto loco, pero lo de las guerras estas aun no generalizadas no es más que uno de los riesgos a los que nos enfrentamos. Puede que antes de ese holocausto guerrero llegue el colapso climático. O el social, porque es difícil de entender que la situación en los países latinoamericanos o africanos no explote en un momento dado; yo he incluido Sudamérica en mi periplo reciente y les puedo jurar que la tensión social se palpa tanto en Chile, como en Perú o en México, tal vez no tanto en Brasil donde se vive bastante bien. Nos hemos acostumbrado a vivir bajo unas cuantas espadas de Damocles, a las que los viejos encima añadimos la personal de cada uno, como he podido yo ver en la reciente desaparición de al menos tres de mis mejores amigos en menos de un año.

Así que menos mal que he cumplido mi plan de dar la vuelta al mundo, antes de que todo se vaya a la mierda. Si me espero un poco más, tal vez ya no hubiera podido. Ahora está todo pendiente de las Elecciones USA, de resultado incierto. A mí me produce nauseas y vómitos la posibilidad de que gane el animal de Trump, pero es posible que su victoria solucionara por la vía rápida la guerra de Ucrania: se sentaría con Putin, se tomarían unos vodkas, Rusia se quedaría con el Donetsk y pelillos a la mar, a empezar el negocio de la reconstrucción, en el que un montón de empresas se forrarán como pasa en cualquier postguerra. Más dudoso sería que se solucione lo de Israel. De verdad, ¿alguien ha hecho la cuenta de cuánto nos está costando a nivel global el empeño en mantener un estado judío en ese lugar? ¿No sería mejor que lo cambiaran por unos terrenos fértiles en el centro de los USA, por ejemplo, al sur de los Apalaches, en donde sería  mucho más fácil que prosperaran?

Aquí lo dejo. Es mejor no mirar alrededor, hacer como el avestruz y meter la cabeza en la tierra. Porque mientras todos esos horrores suceden por el mundo adelante, aquí vivimos como curas, en esta nuestra España en la que uno escucha a los políticos y parece que vamos a una hecatombe local, dentro de la catástrofe general, pero lo cierto es que uno sale a la calle y todo está como siempre. Hay una canción italiana de 1973, que habla de esta cotidianeidad y de la que he sacado el título de este post. Está en italiano, pero qué problema es ese para unos políglotas contrastados como ustedes, queridos lectores a los que tengo últimamente a pan y agua de posts. Los pajaritos en los árboles, el calendario en la pared, puedes hacer lo que quieras, hacer vida de burócrata y pasear a los niños el domingo, por la noche se escucha a un viejo hablando de morirse y los ruidos de los que hacen el amor en el piso de encima. Escúchenla.

Mi vida plácida de jubilado hiperactivo sigue sin grandes novedades. Ayer recogí los resultados de mi analítica anual, que vuelve a estar niquelada, tengo el colesterol como un chaval. Esto completa mi chequeo anual, que yo aguardaba con cierta desconfianza, después de estar tres meses y medio zascandileando por el mundo adelante, cuidándome en la medida de lo posible, pero comiendo en restaurantes todos los días y mezclando gastronomías de todo tipo. Creo que mi cagalera mexicana me ayudó a limpiar el cuerpo de elementos tóxicos. El caso es que ya he pasado por el dentista para mi limpieza que hasta ahora hacía cada cinco meses pero que, a la vista del buen estado de mis piños, me la han alargado a seis meses para la próxima.

También he pasado por el dermatólogo, que me quemó con frío los tres o cuatro puntos que tenía en la cocorota y que amenazaban con mutar a carcinomas. Se me quedaron unas manchas rojas bastante antiestéticas que ya se me han quitado. Finalmente, fui a hacerme la analítica y la chica que me pinchó la vena se quedó pasmada con la buena calidad de mi piel. Dijo que estaba harta de pinchar a gente más joven que yo con la piel mucho más envejecida y que tenía el brazo como un bebé. Yo creo que lo fundamental es la salud mental, que yo cuido lo mejor que sé. Con mi yoga, mis carreras esporádicas por el Retiro, mi inglés y buen blues, además de la compañía de mi gato Tarick Marcelino Martínez y lo que no se cuenta en el blog, pues qué quieren que les diga: que estoy en el séptimo cielo. Y que dure.

Hablando de Tarick, el pobre ha tenido un brote de hongos sobre la nariz, que me está costando mucho quitarle. Se lo voy a explicar con un reportaje fotográfico. Vean cómo estaba el gato cuando lo recogí de casa de África.


Sin embargo, cuando volví de La Coruña, me lo encontré con una plasta enorme encima del hociquito, como pueden ver abajo. Le mandé esta imagen al vet, que estaba de vacaciones en León. Me dijo que eran hongos, que estos hongos se reproducen por esporas que están en el aire y que eran bastante frecuentes y latosos de eliminar. 


Y me prescibió un medicamento anti-hongos para niños, que se debe tomar por boca una vez al día. Se lo empecé a dar y resulta que le está buenísimo, porque tiene sabor naranja. Cada vez que se lo doy se tira una hora relamiendose para que no se le quede nada en el bigote. Vean ahora un momento intermedio con la funguela (así se le llama en Galicia), ya en retirada pero bien encabronada.


Abajo otro paso más en el proceso de eliminación.


Y aquí, cuando ya se le cayó del todo, momento en que empecé a darle betadine para eliminar los posibles restos y que no le salgan otra vez.

Ahora lo tiene muy bien, pero le ha de salir el pelito blanco otra vez para volver a ser el gato más guapo del barrio. En fin, pequeños contratiempos de esta vida muelle que llevo. Esta tarde empiezo mis clases de guitarra con mi amigo Henry, pero mientras tanto, busco en Youtube personajes que hacen música de forma original. Hoy quiero hablarles de dos. La primera Abby, más conocida como Lady Spoon. Esta señora, con un cierto aire de heroinómana rehabilitada, toca las cucharitas como nadie en el mundo. ¿Cómo dicen? No, no. Yo no he dicho hacer las cucharitas, eso es otra cosa. He dicho tocar las cucharitas. Esta señora hace un sonido, únicamente con dos cucharas soperas, que es muy difícil de conseguir; se lo digo porque lo he intentado unas cuantas veces y no me sale. Lo del aspecto de drogota redimida es tanto por la delgadez, como por los tatuajes y sobre todo porque no conserva ni un diente. En una entrevista que le hicieron en su pueblo, afirma que está muy bien así, que eso de tener dentadura está muy sobrevalorado. Escúchenla en uno de los muchos cortes que ha grabado con su habitual compañero, el guitarrista y hombre orquesta Chris Rodriguez.

Dificilísimo es también lo que hace Raúl Midon. Este señor, ciego de nacimiento, no sólo canta como los ángeles, sino que toca una trompeta fabulosa de jazz, pero sin trompeta. Pone la boca de una determinada forma y le sale un sonido de trompeta espectacular. Les pido que vean este otro vídeo, que es maravilloso. Corresponde a un festival de jazz en Rotterdam. Otra artista muy buena, que se llama India.Arie, empieza a cantar con mucho sentimiento. Y a mitad del tema, sale a escena el ciego, recibido con una ovación atronadora. Poco a poco va sumando su voz a la melodía, hasta que su compañera le pide que empiece con la trompeta. Es algo increíble. 

Ya sólo por cosas como esta les merece la pena seguir mi blog, aunque sea de Reflexiones de Pascuas a Ramos. Mi vida prosigue intensamente. El sábado pasado me acerqué al Festival de Jazz de Moratalaz, donde tocaban unos grupos de no mucho caché, porque este es un festival de acceso gratuito, que organiza la Junta de Distrito con una parte de lo que se reserva en los llamados Presupuestos Participativos, una figura que creó Carmena y que el Topillo no se ha atrevido a suprimir. Por ahora. En realidad lo que yo buscaba era quedar con mis amigos Henry Guitar y Críspulo, el batería de los Pure Tons, para tomarnos unas cervezas y unas quesadillas en los Food Trucks que acompañan el evento

El domingo me sumé a otro evento musical vallecano, la conmemoración de los 30 años de actividad del Bar La Bombonera, en pleno Puente de Vallecas, un lugar mítico que sobrevive, no como otros, como el Hebé, que cerró hace unos años. Allí, asistí a un pequeño palo de flamenco, con un guitarrista que se llama Mariano y una cantaora gitana cuyo nombre no anoté. Les voy a poner un vídeo, pero ojo a una de las letras que se marcó la dama: Y a mí me daban consejos/y yo pa’ qué los quería/si lo que me había pasao/ remedio ya no tenía. Escúchenlo que esto es cultura viva, de la que trajeron a Madrid los emigrantes de los años 50, sobre los que voy a hablar el próximo lunes en el curso de la ETSAM que dirige mi amiga Sonia de Gregorio. Una vez más me han llamado para que explique el realojo del barrio de Palomeras. Vean ya el vídeo.

Por cierto, hablando de chabolistas y sus luchas, les recomiendo que vean la película El 47, que cuenta la historia del asentamiento informal Torre Baró, en las afueras de Barcelona, en los años cincuenta. Es una película militante, casi panfletaria, pero refleja muy bien lo que fueron esos años, relata un hecho verídico y además cuenta con el gran Eduard Fernández, un actor superlativo, al que he visto en numerosos papeles en cine y teatro, que aquí se transmuta en emigrante andaluz y hasta se le pone cara de chabolista y todo. Pero en el concierto de La Bombonera, después de los flamencos, había un número de jazz jocoso, como lo llama Ángel, pianista y cómico que lideraba un pequeño combo en el que participaban Henry Guitar y otros miembros del colectivo La Palmera. Estos hacían versiones chuscas en español de clásicos del jazz, como el famoso Caravan de Duke Ellington, que aquí se convierte en un atasco camino de la playa. Se lo dejo de propina, Sean buenos, como de costumbre.