Aquí me tienen de nuevo, intentando acortar mis períodos de silencio inter-posts, para alivio de los cuatro adictos a esta tribuna. Ya les he dicho muchas veces que no me considero capacitado para operar como comentarista político o de la actualidad, aunque muchos de mis seguidores anhelan que me pronuncie sobre lo que está pasando en el mundo. Un mundo que parece estarse yendo a la mierda, aunque no sabe uno si creérselo del todo. Los iraníes mandan 200 misiles y ni uno solo le cae en la cocorota a los israelíes, estaría yo por maliciarme que hasta han avisado a los diferentes servicios secretos: ojo, que vamos con 200 misiles. La guerra la sufren al final las pobres gentes de Gaza a las que están masacrando, igual que a los ucranianos y ahora a los libaneses.
A Netanyahu le viene de perlas, porque esta guerra activa la pulsión nacionalista y lo blinda como líder de su pueblo, cuando su principal interés es mantenerse en el puesto para alargar su inmunidad y que no lo metan al trullo los jueces que le están esperando. Pero la guerra es la peor de las calamidades, como sabemos en España los más viejos, que aún conservamos la memoria de lo que nos contaron nuestros padres y abuelos. Ayer por la mañana pasaron sobre mi cabeza un montón de cazas del ejército. Yo sé que se están preparando para el desfile del 12 de octubre como cada año, pero no pude evitar un escalofrío pensando que tal vez se estuvieran desplazando para apoyar a los judíos. Los jodíos judíos, a los que apoya Occidente.
Esta es la primera contradicción. El señor Putin agrede a un estado vecino reconocido por la ONU y todo el mundo se echa las manos a la cabeza: ¡qué horror, este tío es un asesino de masas! Y todo el mundo autodenominado libre y democrático se apresta a ayudar al agredido, con armas y pertrechos, para que se defienda de la tropelía. Y unos meses más tarde, Israel hace lo mismo en Gaza y ahora en Líbano y los mismos que se echaban las manos a la cabeza se apresuran a ayudar, en este caso al agresor y no al agredido. La guerra que se está librando es muy peligrosa, está llevando al mundo a una polarización que puede acabar con todos nosotros. Aunque yo no me lo creo del todo, porque la economía y las Bolsas no se resienten, tiramos para adelante y lo único que nos queda es tocar madera para que no nos pille en medio del fuego cruzado, algo que le puede suceder a cualquiera.
El mundo se ha vuelto loco, pero lo de las guerras estas aun no generalizadas no es más que uno de los riesgos a los que nos enfrentamos. Puede que antes de ese holocausto guerrero llegue el colapso climático. O el social, porque es difícil de entender que la situación en los países latinoamericanos o africanos no explote en un momento dado; yo he incluido Sudamérica en mi periplo reciente y les puedo jurar que la tensión social se palpa tanto en Chile, como en Perú o en México, tal vez no tanto en Brasil donde se vive bastante bien. Nos hemos acostumbrado a vivir bajo unas cuantas espadas de Damocles, a las que los viejos encima añadimos la personal de cada uno, como he podido yo ver en la reciente desaparición de al menos tres de mis mejores amigos en menos de un año.
Así que menos mal que he cumplido mi plan de dar la vuelta al mundo, antes de que todo se vaya a la mierda. Si me espero un poco más, tal vez ya no hubiera podido. Ahora está todo pendiente de las Elecciones USA, de resultado incierto. A mí me produce nauseas y vómitos la posibilidad de que gane el animal de Trump, pero es posible que su victoria solucionara por la vía rápida la guerra de Ucrania: se sentaría con Putin, se tomarían unos vodkas, Rusia se quedaría con el Donetsk y pelillos a la mar, a empezar el negocio de la reconstrucción, en el que un montón de empresas se forrarán como pasa en cualquier postguerra. Más dudoso sería que se solucione lo de Israel. De verdad, ¿alguien ha hecho la cuenta de cuánto nos está costando a nivel global el empeño en mantener un estado judío en ese lugar? ¿No sería mejor que lo cambiaran por unos terrenos fértiles en el centro de los USA, por ejemplo, al sur de los Apalaches, en donde sería mucho más fácil que prosperaran?
Aquí lo dejo. Es mejor no mirar alrededor, hacer como el avestruz y meter la cabeza en la tierra. Porque mientras todos esos horrores suceden por el mundo adelante, aquí vivimos como curas, en esta nuestra España en la que uno escucha a los políticos y parece que vamos a una hecatombe local, dentro de la catástrofe general, pero lo cierto es que uno sale a la calle y todo está como siempre. Hay una canción italiana de 1973, que habla de esta cotidianeidad y de la que he sacado el título de este post. Está en italiano, pero qué problema es ese para unos políglotas contrastados como ustedes, queridos lectores a los que tengo últimamente a pan y agua de posts. Los pajaritos en los árboles, el calendario en la pared, puedes hacer lo que quieras, hacer vida de burócrata y pasear a los niños el domingo, por la noche se escucha a un viejo hablando de morirse y los ruidos de los que hacen el amor en el piso de encima. Escúchenla.
Mi vida plácida de jubilado hiperactivo sigue sin grandes novedades. Ayer recogí los resultados de mi analítica anual, que vuelve a estar niquelada, tengo el colesterol como un chaval. Esto completa mi chequeo anual, que yo aguardaba con cierta desconfianza, después de estar tres meses y medio zascandileando por el mundo adelante, cuidándome en la medida de lo posible, pero comiendo en restaurantes todos los días y mezclando gastronomías de todo tipo. Creo que mi cagalera mexicana me ayudó a limpiar el cuerpo de elementos tóxicos. El caso es que ya he pasado por el dentista para mi limpieza que hasta ahora hacía cada cinco meses pero que, a la vista del buen estado de mis piños, me la han alargado a seis meses para la próxima.
También he pasado por el dermatólogo, que me quemó con frío los tres o cuatro puntos que tenía en la cocorota y que amenazaban con mutar a carcinomas. Se me quedaron unas manchas rojas bastante antiestéticas que ya se me han quitado. Finalmente, fui a hacerme la analítica y la chica que me pinchó la vena se quedó pasmada con la buena calidad de mi piel. Dijo que estaba harta de pinchar a gente más joven que yo con la piel mucho más envejecida y que tenía el brazo como un bebé. Yo creo que lo fundamental es la salud mental, que yo cuido lo mejor que sé. Con mi yoga, mis carreras esporádicas por el Retiro, mi inglés y buen blues, además de la compañía de mi gato Tarick Marcelino Martínez y lo que no se cuenta en el blog, pues qué quieren que les diga: que estoy en el séptimo cielo. Y que dure.
Hablando de Tarick, el pobre ha tenido un brote de hongos sobre la nariz, que me está costando mucho quitarle. Se lo voy a explicar con un reportaje fotográfico. Vean cómo estaba el gato cuando lo recogí de casa de África.
Ahora lo tiene muy bien, pero le ha de salir el pelito blanco otra vez para volver a ser el gato más guapo del barrio. En fin, pequeños contratiempos de esta vida muelle que llevo. Esta tarde empiezo mis clases de guitarra con mi amigo Henry, pero mientras tanto, busco en Youtube personajes que hacen música de forma original. Hoy quiero hablarles de dos. La primera Abby, más conocida como Lady Spoon. Esta señora, con un cierto aire de heroinómana rehabilitada, toca las cucharitas como nadie en el mundo. ¿Cómo dicen? No, no. Yo no he dicho hacer las cucharitas, eso es otra cosa. He dicho tocar las cucharitas. Esta señora hace un sonido, únicamente con dos cucharas soperas, que es muy difícil de conseguir; se lo digo porque lo he intentado unas cuantas veces y no me sale. Lo del aspecto de drogota redimida es tanto por la delgadez, como por los tatuajes y sobre todo porque no conserva ni un diente. En una entrevista que le hicieron en su pueblo, afirma que está muy bien así, que eso de tener dentadura está muy sobrevalorado. Escúchenla en uno de los muchos cortes que ha grabado con su habitual compañero, el guitarrista y hombre orquesta Chris Rodriguez.
Dificilísimo es también lo que hace Raúl Midon. Este señor, ciego de nacimiento, no sólo canta como los ángeles, sino que toca una trompeta fabulosa de jazz, pero sin trompeta. Pone la boca de una determinada forma y le sale un sonido de trompeta espectacular. Les pido que vean este otro vídeo, que es maravilloso. Corresponde a un festival de jazz en Rotterdam. Otra artista muy buena, que se llama India.Arie, empieza a cantar con mucho sentimiento. Y a mitad del tema, sale a escena el ciego, recibido con una ovación atronadora. Poco a poco va sumando su voz a la melodía, hasta que su compañera le pide que empiece con la trompeta. Es algo increíble.
Ya sólo por cosas como esta les merece la pena seguir mi blog, aunque sea de Reflexiones de Pascuas a Ramos. Mi vida prosigue intensamente. El sábado pasado me acerqué al Festival de Jazz de Moratalaz, donde tocaban unos grupos de no mucho caché, porque este es un festival de acceso gratuito, que organiza la Junta de Distrito con una parte de lo que se reserva en los llamados Presupuestos Participativos, una figura que creó Carmena y que el Topillo no se ha atrevido a suprimir. Por ahora. En realidad lo que yo buscaba era quedar con mis amigos Henry Guitar y Críspulo, el batería de los Pure Tons, para tomarnos unas cervezas y unas quesadillas en los Food Trucks que acompañan el evento
El domingo me sumé a otro evento musical vallecano, la conmemoración de los 30 años de actividad del Bar La Bombonera, en pleno Puente de Vallecas, un lugar mítico que sobrevive, no como otros, como el Hebé, que cerró hace unos años. Allí, asistí a un pequeño palo de flamenco, con un guitarrista que se llama Mariano y una cantaora gitana cuyo nombre no anoté. Les voy a poner un vídeo, pero ojo a una de las letras que se marcó la dama: Y a mí me daban consejos/y yo pa’ qué los quería/si lo que me había pasao/ remedio ya no tenía. Escúchenlo que esto es cultura viva, de la que trajeron a Madrid los emigrantes de los años 50, sobre los que voy a hablar el próximo lunes en el curso de la ETSAM que dirige mi amiga Sonia de Gregorio. Una vez más me han llamado para que explique el realojo del barrio de Palomeras. Vean ya el vídeo.
Por cierto, hablando de chabolistas y sus luchas, les recomiendo que vean la película El 47, que cuenta la historia del asentamiento informal Torre Baró, en las afueras de Barcelona, en los años cincuenta. Es una película militante, casi panfletaria, pero refleja muy bien lo que fueron esos años, relata un hecho verídico y además cuenta con el gran Eduard Fernández, un actor superlativo, al que he visto en numerosos papeles en cine y teatro, que aquí se transmuta en emigrante andaluz y hasta se le pone cara de chabolista y todo. Pero en el concierto de La Bombonera, después de los flamencos, había un número de jazz jocoso, como lo llama Ángel, pianista y cómico que lideraba un pequeño combo en el que participaban Henry Guitar y otros miembros del colectivo La Palmera. Estos hacían versiones chuscas en español de clásicos del jazz, como el famoso Caravan de Duke Ellington, que aquí se convierte en un atasco camino de la playa. Se lo dejo de propina, Sean buenos, como de costumbre.
Creo que te mereces un baño de realidad, como Wyoming en el intermedio, no eran treintas años lo que se celebraba en la bombonera era el primer aniversario así es que ¿Qué tienes que decir a esto? jaja
ResponderEliminarJajajajá. Ya me he desdicho en el post siguiente. Ni idea de por qué imaginé que era una efemérides con más solera. De acuerdo con las normas del blog, la afirmación errónea se deja en el texto, con la corrección pertinente en los comentarios. Abrazos.
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