Esa es la cuestión. Suenan
vientos de guerra y uno no sabe qué pensar pero, mientras, seguimos todos con
nuestras vidas, igual que hacían los aristócratas de San Petersburgo cuando
esperaban bajo la nieve en la cola para ver la actuación del ballet Bolshoi. A su lado
pasaban decididos los revolucionarios que se dirigían a tomar el Palacio de
Invierno, pero ellos no se inmutaban porque pensaban que su vida muelle de ricachones
indiferentes a las amenazas que los rodeaban, no se vería afectada por esos
acontecimientos que, finalmente, acabaron por arruinarles. Ya he contado esta
escena en otros posts, pero creo que estamos igual de indefensos que entonces.
Por cierto, yo no puedo menos que carcajearme hasta perder la consciencia, de
todos aquellos que decían que Trump no había declarado ninguna guerra en su
mandato anterior, mientras que Biden había provocado unas cuantas. Creo que
cada uno es, en buena medida, lo que parece. Trump parece un energúmeno airado,
abusón y vengativo y eso es lo que finalmente está demostrando ser. Y puede liarla parda.
Pero nosotros seguimos a lo nuestro, cada uno según sus afanes y sus inclinaciones. Yo, por ejemplo, continúo siguiendo el mundo del blues y sus derivaciones. El domingo pasado acudí a la taberna Alabanda a escuchar a Jeff Espinosa, un bluesman yanqui sesentón, que vino a España con un grupo de rhythm’n blues en el año 1979 y ya se quedó, porque le encantó la forma de vida española. Como se pueden imaginar, algo tuvo que ver en su decisión una mujer de por aquí, con la que años después rompió, pero ya nunca regresó a su tierra y yo lo entiendo perfectamente, porque ya les he dicho que como aquí no se vive en ninguna parte. Jeff tiene algo de los antiguos trovadores como Woody Guthrie o el primer Bob Dylan, con una vena blues entremezclada. Es un tipo clavadito (o, como dicen en mi tierra, cuspidiño) a mi amigo Berto, a quien aprovecho para mandar desde aquí un abrazo.
Se hizo acompañar por un amigo que se llama Emilio Arsuaga, también músico veterano, que canta, toca la armónica y la guitarra. Ambos cantaron y tocaron viejos temas muy conocidos, como el Cotton Fields, o el Going up to the country de Canned Heat. Les grabé un par de clips y luego me hice un selfie con Jeff, que me dijo que no tiene nada que ver con Paul Espinosa, el director de documentales sobre los chicanos del que les hablé hace no mucho. La taberna Alabanda es un lugar muy pequeño, en donde se organizan algunos domingos este tipo de conciertos, promovidos por la Sociedad del Blues de Madrid, la SBM, de la que soy miembro, como saben. Los conciertos tienen dos pases, a las 13,30 y a las 15.30, con un descanso en medio, que los músicos y asistentes aprovechan para tomarse un tentempié de la taberna. Vean los clips y comprobarán que la gente del público, todo él bastante entrado en años, tiene la libertad de subir al escenario a hacer coros si les place.
Jeff Espinosa, buen
músico y mejor persona. El próximo jueves toca en Madrid Jesse Dayton, el bluesman veterano que
ha estado de gira más de un año a pachas con Samantha Fish. Les recuerdo que yo
vi tres conciertos de Sam con su anterior grupo, en Cazorla, Jerez de la
Frontera y Bruselas. Después ya la vi con Jesse en París y Londres, ocasiones
ambas en que estuve departiendo con ambos durante los meets and greets posteriores a los conciertos, en donde aproveché para comprar algunos vinilos de Sam que me
faltaban. En Melbourne los vi de nuevo y Sam no me hizo demasiado aprecio,
aunque me regaló en mano la púa con la que había tocado. En cambio, Jesse hizo
muchos gestos de complicidad conmigo durante la actuación y al final se agachó
a darme la mano diciendo en español: gracias amigo. Luego salió por allí, me
dio unos cuantos abrazos, me preguntó qué hacía tan lejos de mi casa y nos
hicimos los selfies de rigor, con tan mala suerte que salieron desenfocados.
Jesse viene por primera vez a España, al rebufo del subidón de haber viajado
con Sam por todo el mundo y yo no puedo faltar a su concierto, el 3 de
abril en la sala Clamores.
Y ya saben que la mismísima
Samantha Fish tocará en el Joy Eslava el 14 de junio, evento para el que ya
tengo entrada desde hace mucho. Antes de venir a Europa Sam está ahora girando
con el gordo Christone Kingfish Ingram, que cada día está más grueso y a mí me
da miedo que un día explote-explote-expló, como los contertulios de La Grande Bouffe
que se reunen para suicidarse comiendo. En esta gira, les grabaron un vídeo (es un
concierto de hace menos de una semana), que les voy a pedir que vean, para que
valoren lo que pueden ver dentro de un par de meses por el módico precio de 35€.
Sam empieza demostrando por qué ha sido galardonada en más de una ocasión como
la mejor cantante de soul del año. Y el duelo guitarrero de la segunda parte
del tema es sencillamente grandioso.
Sam y el gordo están entre los
mejores guitarristas de blues del momento y son bastante amigos, como se puede comprobar en el vídeo. No en vano, fue Sam quien lo descubrió y lo
empezó a invitar a subir al estrado, cuando tenía 19 años y era simplemente un
chaval que sufría bullying en la
escuela por dos motivos: por gordo y por adorar la música que le gustaba a sus
abuelos, en vez del rap y las otras mierdas (con perdón) que suelen escuchar los
chavales de su generación. Kingfish logró sobreponerse al acoso y hoy es un
músico respetado, que haría bien en adelgazar un poco. Esto del bullying es
algo que ha existido siempre, los matones del cole que te machacaban en cuanto
te descuidabas. Los gordos o los feos eran siempre sujetos potenciales de acoso escolar, algo de lo que es difícil defenderse. Kingfish tiene un corazón tan grande como su corpachón y eso le ayudó a
sobreponerse. Pero estas cosas siempre dejan algún poso.
Piensen por ejemplo en el Alcalde
Almeida. Con lo feo, lo pequeño y lo poquita cosa que es, me jugaría un brazo a
que ha sufrido diferentes formas de acoso escolar en su infancia. Él lo ha
superado porque es listo, para los temas académicos, y puede fácilmente
deducirse que no es mala persona como la señora Ayuso. Otra cosa es que sea el
alcalde que se merece esta ciudad. Pero, tal vez por las secuelas de una
infancia con problemas a causa de su físico, ahora se mueve acuciado por
diferentes miedos. Por ejemplo, él sabe que la primera vez ganó de chiripa; en
realidad lo que sucedió es que perdió la señora Carmena. Y esta señora perdió,
entre otros motivos, porque durante sus cuatro años de mandato no se hicieron
apenas obras, salvo la Gran Vía y el inicio de la remodelación de la Plaza de
España, ambas en pleno centro. Ninguna en los barrios. Por eso, este señor hace
obras de manera compulsiva, tiene todo Madrid levantado y se ha ganado de largo
el mote de El Topillo.
Pero no es este el único miedo
que dirige los pasos de un señor que, por otra parte, no tiene ningún plan
concreto, ni la más mínima idea de adónde debe ir esta ciudad. Otro miedo que
dirige sus actuaciones es el que le recuerda al niño al que le cayó encima un
árbol del Retiro y lo mató. Sucedió esto en tiempos de la señora Botella y el
Topillo tiene todavía pesadillas con ello. Por eso, ante cualquier eventualidad
que suceda en Madrid, Almeida responde con una medida que es para él como el
proverbial ungüento amarillo: cerrar el Retiro. ¿Que llueve mucho? Cerramos el
Retiro. ¿Que hace mucho calor? Cerramos el Retiro. ¿Que la crecida del
Manzanares amenaza con desbordar el cauce? Cerramos el Retiro. ¿Cómo dicen?
¿Qué el cauce está a unos 600 metros sobre el nivel del mar y el Retiro a 670?
No pasa nada, cerramos el Retiro por si acaso. Cada vez que bajo a entrenar y
me encuentro el parque cerrado, lo que me obliga a correr por el exterior de la
verja, me acuerdo del Topillo y toda su familia.
A todo esto se ha añadido recientemente un tercer miedo: el de hacer un Mazón. Que la ciudad se inunde y él esté en un reservado de un restaurante cinco horas con instrucciones tajantes de que no le moleste nadie. Aunque esto no le sucedería normalmente a Almeida; esto le pasa a los puteros y similares y nuestro alcalde es hombre familiar, muy enamorado de su mujer y en espera de la llegada inminente de su primer hijo, acontecimiento para el que ha anunciado que piensa cogerse entera la baja de paternidad de cuatro meses. Estaremos cuatro meses sin alcalde, pero para la falta que hace… Lo cierto es que en España ha llovido en el mes de marzo como no se veía desde hace décadas y hasta los últimos pantanos están a rebosar. En Madrid, hemos superado el trance con humor y les pido que escuchen un audio que circuló por nuestros whatsapps el día en que más llovía. Era un mensaje urgente de nuestro alcalde a todos los ciudadanos. Para escucharlo han de pinchar AQUÍ y darle al triangulito de play.
¡¡¡Que se nos ahoga el Topillo, paaaayo!!! Ay
qué disgusto más grande ¿verdá-usté? Si nos quedamos sin alcalde, ¿quién me
arregla a mí el bache que tengo en la puerta de la keli, que ni sacar la
fregoneta puedo?
Muy bien, ese es el nivel de los
políticos que tenemos. No es que el PSOE esté mucho más boyante, pero lo del
PP, con personajes como Almeida, Ayuso, Mazón, etcétera, es de traca. Y su
mayor problema es el tipo que tienen de líder, que no da para nada la talla. El
PP representa a las familias franquistas que, cuando no están en el poder, se
sienten escandalizadas y claman: hay que echar del gobierno a esos comunistas
corruptos, por los medios que hagan falta. En tiempos no muy lejanos, viendo lo
bien que les iba a sus oponentes con un guapo jugador de baloncesto al frente,
decidieron intentar algo similar con Pablo Casado, que era bastante guapo
también, aunque muy cortito. Cuando vieron que no les funcionaba y que con ese
elemento no iban a ganar nunca, le dieron una patada en el culo y se trajeron a
Feijoo, pero resulta que les ha resultado un Fake-Jo-oh, que finalmente hace lo
mismo que su antecesor: desaprobar todo lo que proponga Sánchez, sin siquiera
leerlo, ir de acuseta a Bruselas diciendo que tenemos un presidente muy malo,
declaración que suscita las cuchufletas de Van der Leyden y los demás, y amparar
a los mazones y similares contra
viento y marea.
Este tío es muy feo, y más desde
que se ha quitado las gafas que le daban un aire algo menos tosco. De verdad,
yo no lo veo de presidente. Y, además, su discurso es cansino y totalmente
previsible: sólo abre la boca para decir que lo que acaba de hacer Sánchez es
horroroso, declaración a menudo adornada con anuncios de grandes desastres y
catástrofes (y luego nunca pasa nada) y con descalificaciones hiperbólicas, del
estilo: esto es la mayor vergüenza que se ha visto en España desde las cortes
de Cádiz. Resulta muy aburrido escucharle decir siempre lo mismo. Y, fíjense lo que
les voy a decir: el día que este señor salga a la palestra a decir que Sánchez
ha hecho una cosa bien, las siguientes elecciones las gana. En este país no nos
gustan los cenizos, ni los agoreros ni los cansinos.
Pero este post tiene un título
muy concreto y todavía no nos hemos puesto al tema. Es que se trata de un
asunto peliagudo. Desde la izquierda ortodoxa, se airea el lema No a la guerra,
como un mantra o un estandarte inamovible. Es un lema que a mí ya me resulta un poco
rancio, pero OK, de acuerdo: no a la guerra en ninguna de sus formas. No es por
presumir, pero yo salí a la calle a protestar por la invasión de Iraq, con mis
hijos que entonces eran pequeños y con una pancarta que me fabriqué yo mismo y
que rezaba Give peace a chance. Así
que, por supuesto, no a la guerra. ¿Quiere esto decir que tenemos que quedarnos
quietos ante la agresión armada de Putin a un país reconocido por la ONU?
Ustedes me dirán. Yo creo que Putin no es muy distinto a Netanyahu. Los dos son
un par de asesinos y genocidas, que deberían comparecer un día ante el tribunal
de La Haya.
Pero los izquierdistas de manual
parecen ver diferente un conflicto del otro. Yo no he visto una sola
manifestación de apoyo a Ucrania en la que aparezcan los artistas de la ceja,
por citar un colectivo que frecuentemente se indigna por otras agresiones
similares. Es un tema complejo, que yo creo que se merece una reflexión sincera
y no sesgada por prejuicios y dogmas previos. En ese sentido, me parece muy
lúcida la intervención del señor Rufián, el otro día en el Congreso, en el
último día de Aitor Esteban como parlamentario. No es que Rufian sea especialmente santo de mi devoción, sobre todo con las formas que usaba al principio de su camino por las Cortes
españolas. Pero, quizá con el tiempo, ha logrado una especie de poso político
que le permite intervenciones como la que les voy a pedir que vean. Aquí,
después de un rato despachándose con Feijoo, casi como un divertimento (como he
hecho yo más arriba), entra de lleno en el tema del rearme sí o no, y yo creo
que sus dudas y sus reflexiones son legítimas. Escúchenlo, que más abajo les
doy las mías propias.
Les diré que comparto muchas de
las dudas de la parte central del discurso de Rufián. Pero yo, hoy, me inclino
más por apoyar el fortalecimiento de la Unión Europea, por la cuenta que nos
trae. Para empezar, a mí me importa un rábano que se me considere un buen
izquierdista o por el contrario se diga que me he aburguesado y ese tipo de
cosas que he tenido que oír en ocasiones similares. Yo no tengo prejuicios ni acepto dogmas previos. Respeto cualquier opinión, pero pido a la vez que se
escuche y se respete la mía. Y, con más de setenta años a mis espaldas, creo
que mis opiniones han de basarse en nuestras experiencias pasadas. Como ya he
dicho, con motivo de la Guerra española, se firmó un pacto de no intervención,
por considerarla un conflicto interno. El primer ministro francés Daladier y el
inglés Lord Chamberlain acudieron a Munich a firmar ese acuerdo con Hitler y Mussolini.
Hace un par de posts les mostré
la portada del ABC informando de ese acuerdo vergonzoso. Chamberlain y Daladier
regresaron a sus países como campeones del pacifismo, como los grandes hacedores
de una paz europea duradera. Pero pasaron a la historia como dos imbéciles.
Porque Hitler y Mussolini nunca tuvieron la menor intención de respetar ese
pacto que habían firmado. Y, mientras Inglaterra y Francia se mantenían
exquisitamente imparciales, incluso obstaculizando la llegada de remesas de
armas al ejército republicano, Hitler se dedicaba a bombardear Guernica y Mussolini
mandaba tropas a Guadalajara. Ahora mismo, de un personaje como Putin no se puede
esperar que cumpla ningún pacto, aunque lo haya firmado.
Quiero recordarles también que en
las últimas elecciones USA en las que fue elegido Roosevelt, se organizó una
plataforma pacifista que se oponía a la intervención en Europa. Se intentó que
la encabezara el aviador Lindbergh, un héroe nacional que cruzó por primera vez
el Atlántico y cuyo hijo de 20 meses fue después secuestrado y encontrado
muerto, por lo que la gente lo adoraba. Lindbergh era simpatizante del nazismo
y llegó a ser condecorado por Hitler. Su grupo defendía que la Guerra Europea
era un conflicto interno (como la española unos años antes) y que los Estados
Unidos debían mantenerse exquisitamente neutrales y llevarse bien con Hitler,
por si al final resultaba ganador de la contienda. Lindbergh declinó finalmente
presentarse a la presidencia USA, Roosevelt ganó la elección y nunca le
estaremos suficientemente agradecidos por su participación en la guerra.
Hay un libro muy inquietante de
Philip Roth que nos muestra una distopía. Lindbergh se presenta, gana, los USA
pactan con Hitler, que gana finalmente la guerra y la trama de la novela te
describe cómo se empieza a perseguir a los judíos en las ciudades americanas.
El libro, cuya lectura les recomiendo encarecidamente, se titula La Conjura
contra América. Este tipo de ejemplos me llevan a ser partidario de un
fortalecimiento de la defensa europea (como dice también Rufián). En un mundo
de lobos (Putin, Trump, Netanyahu, etc.) conviene que estemos bien armados para
defender nuestro modelo de democracia y de reparto social de la riqueza. No es
un modelo perfecto: si lo fuera, le gente no estaría tan desencantada y
cabreada como para votar a Trump, Meloni, Le Pene y otros. Si, en base a un mal
entendido pacifismo, nos quedamos indefensos en medio de la jauría, nos puede
pasar como a los coreanos.
¿No recuerdan lo que les conté de
Corea? Corea era un estado pacífico, con una cultura única, basada en un
alfabeto creado en el siglo XV. Era la sociedad perfecta, con sus defectos y
sus desigualdades, como todas. Pero no tenía apenas ejército, porque pensaban
que, siendo tan pequeños no serían enemigo de nadie. Cuando Japón salió de la
Edad Media a finales del siglo XIX, con la revolución Meiji y les dio por
elegir el modelo fascista e imperialista, entre los varios que apuntaban en el
mundo moderno, pues sucedió que el ejercito japonés conquistó toda Corea y la
provincia China contigua de Manchuria, esclavizando a la población de ambas
regiones.
Corea y su población las pasaron
canutas hasta que el Eje Roma-Berlín-Tokyo empezó a perder la guerra. En ese
momento, dos ejércitos acudieron a liberarlos:
los rusos por el norte y los yanquis por el sur. Y ambos ejércitos avanzaron
incontenibles hasta que llegaron a mirarse cara a cara en el Paralelo 42. Y hasta
ahora. A ambos lados de ese paralelo subsisten dos estados creados a imagen y
semejanza de sus dos liberadores. Por
eso, algunos de mis amigos coreanos del sur me han confesado que ellos odiarán
siempre a los japoneses. Lo que les quiero decir es que uno tiene que proteger
sus propios intereses, así es el mundo que hemos construido los humanos.
Desde luego que la violencia y
las guerras nunca solucionan nada y que hay que priorizar los acuerdos y el
logro de la paz por otros medios. Pero, ojo con el pacifismo. Si vas por ahí de
ingenuo y de pacifista (o si te dejas influenciar por dogmas políticos rancios
y poco prácticos) pues puede que la realidad te arrase. Voy a terminar con una
historia que ya se contó en mi blog. Todos los meses de agosto, el portero de
mi edificio se va a la playa y deja al cargo de su chiringuito a un suplente.
Estos suplentes cambian de año en año. Hace no mucho, el suplente de turno resultó
ser un intelectual, con una barbita atildada, súper educado y con una confianza
absoluta en la gente. Dos detalles para que vean como era este señor. En un
barrio lleno de homeless y drogotas como era entonces el nuestro, este señor mantenía
la puerta del portal abierta, porque él era un pacifista de libro y no temía a
la gente que pudiera pulular por allí.
Le dijimos que mejor cerrara, que
a ver si se iba a colar alguien a robar en las casas, pero él no nos hizo caso.
Se pasaba las horas escuchando una vieja radio de transistores sin carcasa, con
aires de haber sido montada por él mismo y que mantenía a volumen bajo para no
molestar a los vecinos. El portero titular le dejó un grupo de carteles para
que los dejara en el mostrador cuando se tuviera que ausentar: estoy en la
primera escalera, he salido a un recado, estoy en las calderas, o estoy
recogiendo la basura. Este último, el de la basura, no le gustó y lo sustituyó
por otro que se escribió él mismo con una caligrafía exquisita y que rezaba:
Estoy recogiendo los desperdicios domiciliarios. Creo que ya entienden qué
clase de persona era.
Bien, pues un día, se fue a alguno de esos recados dejando la puerta abierta y entró un indeseable que le robó lo único que pudo encontrar: la radio de transistores y la colección de carteles. Se quedó bastante cariacontecido y nos los contaba con una cara de pena muy ridícula. Pero desconozco si esta historia le hizo abdicar de sus convicciones. En fin, con esto no estoy diciendo que sea partidario de un rearme como el que parecen haberle impuesto a Sánchez en Europa. Pero al menos pongamos el tema en cuestión y pensemos sobre ello. Ese es mi consejo, además de recomendarles que sigan siendo buenos como siempre.