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sábado, 29 de marzo de 2025

18. Que si nos armamos o no

Esa es la cuestión. Suenan vientos de guerra y uno no sabe qué pensar pero, mientras, seguimos todos con nuestras vidas, igual que hacían los aristócratas de San Petersburgo cuando esperaban bajo la nieve en la cola para ver la actuación del ballet Bolshoi. A su lado pasaban decididos los revolucionarios que se dirigían a tomar el Palacio de Invierno, pero ellos no se inmutaban porque pensaban que su vida muelle de ricachones indiferentes a las amenazas que los rodeaban, no se vería afectada por esos acontecimientos que, finalmente, acabaron por arruinarles. Ya he contado esta escena en otros posts, pero creo que estamos igual de indefensos que entonces. Por cierto, yo no puedo menos que carcajearme hasta perder la consciencia, de todos aquellos que decían que Trump no había declarado ninguna guerra en su mandato anterior, mientras que Biden había provocado unas cuantas. Creo que cada uno es, en buena medida, lo que parece. Trump parece un energúmeno airado, abusón y vengativo y eso es lo que finalmente está demostrando ser. Y puede liarla parda.

Pero nosotros seguimos a lo nuestro, cada uno según sus afanes y sus inclinaciones. Yo, por ejemplo, continúo siguiendo el mundo del blues y sus derivaciones. El domingo pasado acudí a la taberna Alabanda a escuchar a Jeff Espinosa, un bluesman yanqui sesentón, que vino a España con un grupo de rhythm’n blues en el año 1979 y ya se quedó, porque le encantó la forma de vida española. Como se pueden imaginar, algo tuvo que ver en su decisión una mujer de por aquí, con la que años después rompió, pero ya nunca regresó a su tierra y yo lo entiendo perfectamente, porque ya les he dicho que como aquí no se vive en ninguna parte. Jeff tiene algo de los antiguos trovadores como Woody Guthrie o el primer Bob Dylan, con una vena blues entremezclada. Es un tipo clavadito (o, como dicen en mi tierra, cuspidiño) a mi amigo Berto, a quien aprovecho para mandar desde aquí un abrazo. 

Se hizo acompañar por un amigo que se llama Emilio Arsuaga, también músico veterano, que canta, toca la armónica y la guitarra. Ambos cantaron y tocaron viejos temas muy conocidos, como el Cotton Fields, o el Going up to the country de Canned Heat. Les grabé un par de clips y luego me hice un selfie con Jeff, que me dijo que no tiene nada que ver con Paul Espinosa, el director de documentales sobre los chicanos del que les hablé hace no mucho. La taberna Alabanda es un lugar muy pequeño, en donde se organizan algunos domingos este tipo de conciertos, promovidos por la Sociedad del Blues de Madrid, la SBM, de la que soy miembro, como saben. Los conciertos tienen dos pases, a las 13,30 y a las 15.30, con un descanso en medio, que los músicos y asistentes aprovechan para tomarse un tentempié de la taberna. Vean los clips y comprobarán que la gente del público, todo él bastante entrado en años, tiene la libertad de subir al escenario a hacer coros si les place.




Jeff Espinosa, buen músico y mejor persona. El próximo jueves toca en Madrid Jesse Dayton, el bluesman veterano que ha estado de gira más de un año a pachas con Samantha Fish. Les recuerdo que yo vi tres conciertos de Sam con su anterior grupo, en Cazorla, Jerez de la Frontera y Bruselas. Después ya la vi con Jesse en París y Londres, ocasiones ambas en que estuve departiendo con ambos durante los meets and greets posteriores a los conciertos, en donde aproveché para comprar algunos vinilos de Sam que me faltaban. En Melbourne los vi de nuevo y Sam no me hizo demasiado aprecio, aunque me regaló en mano la púa con la que había tocado. En cambio, Jesse hizo muchos gestos de complicidad conmigo durante la actuación y al final se agachó a darme la mano diciendo en español: gracias amigo. Luego salió por allí, me dio unos cuantos abrazos, me preguntó qué hacía tan lejos de mi casa y nos hicimos los selfies de rigor, con tan mala suerte que salieron desenfocados. Jesse viene por primera vez a España, al rebufo del subidón de haber viajado con Sam por todo el mundo y yo no puedo faltar a su concierto, el 3 de abril en la sala Clamores.

Y ya saben que la mismísima Samantha Fish tocará en el Joy Eslava el 14 de junio, evento para el que ya tengo entrada desde hace mucho. Antes de venir a Europa Sam está ahora girando con el gordo Christone Kingfish Ingram, que cada día está más grueso y a mí me da miedo que un día explote-explote-expló, como los contertulios de La Grande Bouffe que se reunen para suicidarse comiendo. En esta gira, les grabaron un vídeo (es un concierto de hace menos de una semana), que les voy a pedir que vean, para que valoren lo que pueden ver dentro de un par de meses por el módico precio de 35€. Sam empieza demostrando por qué ha sido galardonada en más de una ocasión como la mejor cantante de soul del año. Y el duelo guitarrero de la segunda parte del tema es sencillamente grandioso. 

Sam y el gordo están entre los mejores guitarristas de blues del momento y son bastante amigos, como se puede comprobar en el vídeo. No en vano, fue Sam quien lo descubrió y lo empezó a invitar a subir al estrado, cuando tenía 19 años y era simplemente un chaval que sufría bullying en la escuela por dos motivos: por gordo y por adorar la música que le gustaba a sus abuelos, en vez del rap y las otras mierdas (con perdón) que suelen escuchar los chavales de su generación. Kingfish logró sobreponerse al acoso y hoy es un músico respetado, que haría bien en adelgazar un poco. Esto del bullying es algo que ha existido siempre, los matones del cole que te machacaban en cuanto te descuidabas. Los gordos o los feos eran siempre sujetos potenciales de acoso escolar, algo de lo que es difícil defenderse. Kingfish tiene un corazón tan grande como su corpachón y eso le ayudó a sobreponerse. Pero estas cosas siempre dejan algún poso.

Piensen por ejemplo en el Alcalde Almeida. Con lo feo, lo pequeño y lo poquita cosa que es, me jugaría un brazo a que ha sufrido diferentes formas de acoso escolar en su infancia. Él lo ha superado porque es listo, para los temas académicos, y puede fácilmente deducirse que no es mala persona como la señora Ayuso. Otra cosa es que sea el alcalde que se merece esta ciudad. Pero, tal vez por las secuelas de una infancia con problemas a causa de su físico, ahora se mueve acuciado por diferentes miedos. Por ejemplo, él sabe que la primera vez ganó de chiripa; en realidad lo que sucedió es que perdió la señora Carmena. Y esta señora perdió, entre otros motivos, porque durante sus cuatro años de mandato no se hicieron apenas obras, salvo la Gran Vía y el inicio de la remodelación de la Plaza de España, ambas en pleno centro. Ninguna en los barrios. Por eso, este señor hace obras de manera compulsiva, tiene todo Madrid levantado y se ha ganado de largo el mote de El Topillo.

Pero no es este el único miedo que dirige los pasos de un señor que, por otra parte, no tiene ningún plan concreto, ni la más mínima idea de adónde debe ir esta ciudad. Otro miedo que dirige sus actuaciones es el que le recuerda al niño al que le cayó encima un árbol del Retiro y lo mató. Sucedió esto en tiempos de la señora Botella y el Topillo tiene todavía pesadillas con ello. Por eso, ante cualquier eventualidad que suceda en Madrid, Almeida responde con una medida que es para él como el proverbial ungüento amarillo: cerrar el Retiro. ¿Que llueve mucho? Cerramos el Retiro. ¿Que hace mucho calor? Cerramos el Retiro. ¿Que la crecida del Manzanares amenaza con desbordar el cauce? Cerramos el Retiro. ¿Cómo dicen? ¿Qué el cauce está a unos 600 metros sobre el nivel del mar y el Retiro a 670? No pasa nada, cerramos el Retiro por si acaso. Cada vez que bajo a entrenar y me encuentro el parque cerrado, lo que me obliga a correr por el exterior de la verja, me acuerdo del Topillo y toda su familia.

A todo esto se ha añadido recientemente un tercer miedo: el de hacer un Mazón. Que la ciudad se inunde y él esté en un reservado de un restaurante cinco horas con instrucciones tajantes de que no le moleste nadie. Aunque esto no le sucedería normalmente a Almeida; esto le pasa a los puteros y similares y nuestro alcalde es hombre familiar, muy enamorado de su mujer y en espera de la llegada inminente de su primer hijo, acontecimiento para el que ha anunciado que piensa cogerse entera la baja de paternidad de cuatro meses. Estaremos cuatro meses sin alcalde, pero para la falta que hace… Lo cierto es que en España ha llovido en el mes de marzo como no se veía desde hace décadas y hasta los últimos pantanos están a rebosar. En Madrid, hemos superado el trance con humor y les pido que escuchen un audio que circuló por nuestros whatsapps el día en que más llovía. Era un mensaje urgente de nuestro alcalde a todos los ciudadanos. Para escucharlo han de pinchar AQUÍ y darle al triangulito de play.

¡¡¡Que se nos ahoga el Topillo, paaaayo!!! Ay qué disgusto más grande ¿verdá-usté? Si nos quedamos sin alcalde, ¿quién me arregla a mí el bache que tengo en la puerta de la keli, que ni sacar la fregoneta puedo?

Muy bien, ese es el nivel de los políticos que tenemos. No es que el PSOE esté mucho más boyante, pero lo del PP, con personajes como Almeida, Ayuso, Mazón, etcétera, es de traca. Y su mayor problema es el tipo que tienen de líder, que no da para nada la talla. El PP representa a las familias franquistas que, cuando no están en el poder, se sienten escandalizadas y claman: hay que echar del gobierno a esos comunistas corruptos, por los medios que hagan falta. En tiempos no muy lejanos, viendo lo bien que les iba a sus oponentes con un guapo jugador de baloncesto al frente, decidieron intentar algo similar con Pablo Casado, que era bastante guapo también, aunque muy cortito. Cuando vieron que no les funcionaba y que con ese elemento no iban a ganar nunca, le dieron una patada en el culo y se trajeron a Feijoo, pero resulta que les ha resultado un Fake-Jo-oh, que finalmente hace lo mismo que su antecesor: desaprobar todo lo que proponga Sánchez, sin siquiera leerlo, ir de acuseta a Bruselas diciendo que tenemos un presidente muy malo, declaración que suscita las cuchufletas de Van der Leyden y los demás, y amparar a los mazones y similares contra viento y marea.

Este tío es muy feo, y más desde que se ha quitado las gafas que le daban un aire algo menos tosco. De verdad, yo no lo veo de presidente. Y, además, su discurso es cansino y totalmente previsible: sólo abre la boca para decir que lo que acaba de hacer Sánchez es horroroso, declaración a menudo adornada con anuncios de grandes desastres y catástrofes (y luego nunca pasa nada) y con descalificaciones hiperbólicas, del estilo: esto es la mayor vergüenza que se ha visto en España desde las cortes de Cádiz. Resulta muy aburrido escucharle decir siempre lo mismo. Y, fíjense lo que les voy a decir: el día que este señor salga a la palestra a decir que Sánchez ha hecho una cosa bien, las siguientes elecciones las gana. En este país no nos gustan los cenizos, ni los agoreros ni los cansinos.

Pero este post tiene un título muy concreto y todavía no nos hemos puesto al tema. Es que se trata de un asunto peliagudo. Desde la izquierda ortodoxa, se airea el lema No a la guerra, como un mantra o un estandarte inamovible. Es un lema que a mí ya me resulta un poco rancio, pero OK, de acuerdo: no a la guerra en ninguna de sus formas. No es por presumir, pero yo salí a la calle a protestar por la invasión de Iraq, con mis hijos que entonces eran pequeños y con una pancarta que me fabriqué yo mismo y que rezaba Give peace a chance. Así que, por supuesto, no a la guerra. ¿Quiere esto decir que tenemos que quedarnos quietos ante la agresión armada de Putin a un país reconocido por la ONU? Ustedes me dirán. Yo creo que Putin no es muy distinto a Netanyahu. Los dos son un par de asesinos y genocidas, que deberían comparecer un día ante el tribunal de La Haya.

Pero los izquierdistas de manual parecen ver diferente un conflicto del otro. Yo no he visto una sola manifestación de apoyo a Ucrania en la que aparezcan los artistas de la ceja, por citar un colectivo que frecuentemente se indigna por otras agresiones similares. Es un tema complejo, que yo creo que se merece una reflexión sincera y no sesgada por prejuicios y dogmas previos. En ese sentido, me parece muy lúcida la intervención del señor Rufián, el otro día en el Congreso, en el último día de Aitor Esteban como parlamentario. No es que Rufian sea especialmente santo de mi devoción, sobre todo con las formas que usaba al principio de su camino por las Cortes españolas. Pero, quizá con el tiempo, ha logrado una especie de poso político que le permite intervenciones como la que les voy a pedir que vean. Aquí, después de un rato despachándose con Feijoo, casi como un divertimento (como he hecho yo más arriba), entra de lleno en el tema del rearme sí o no, y yo creo que sus dudas y sus reflexiones son legítimas. Escúchenlo, que más abajo les doy las mías propias.

Les diré que comparto muchas de las dudas de la parte central del discurso de Rufián. Pero yo, hoy, me inclino más por apoyar el fortalecimiento de la Unión Europea, por la cuenta que nos trae. Para empezar, a mí me importa un rábano que se me considere un buen izquierdista o por el contrario se diga que me he aburguesado y ese tipo de cosas que he tenido que oír en ocasiones similares. Yo no tengo prejuicios ni acepto dogmas previos. Respeto cualquier opinión, pero pido a la vez que se escuche y se respete la mía. Y, con más de setenta años a mis espaldas, creo que mis opiniones han de basarse en nuestras experiencias pasadas. Como ya he dicho, con motivo de la Guerra española, se firmó un pacto de no intervención, por considerarla un conflicto interno. El primer ministro francés Daladier y el inglés Lord Chamberlain acudieron a Munich a firmar ese acuerdo con Hitler y Mussolini.

Hace un par de posts les mostré la portada del ABC informando de ese acuerdo vergonzoso. Chamberlain y Daladier regresaron a sus países como campeones del pacifismo, como los grandes hacedores de una paz europea duradera. Pero pasaron a la historia como dos imbéciles. Porque Hitler y Mussolini nunca tuvieron la menor intención de respetar ese pacto que habían firmado. Y, mientras Inglaterra y Francia se mantenían exquisitamente imparciales, incluso obstaculizando la llegada de remesas de armas al ejército republicano, Hitler se dedicaba a bombardear Guernica y Mussolini mandaba tropas a Guadalajara. Ahora mismo, de un personaje como Putin no se puede esperar que cumpla ningún pacto, aunque lo haya firmado.

Quiero recordarles también que en las últimas elecciones USA en las que fue elegido Roosevelt, se organizó una plataforma pacifista que se oponía a la intervención en Europa. Se intentó que la encabezara el aviador Lindbergh, un héroe nacional que cruzó por primera vez el Atlántico y cuyo hijo de 20 meses fue después secuestrado y encontrado muerto, por lo que la gente lo adoraba. Lindbergh era simpatizante del nazismo y llegó a ser condecorado por Hitler. Su grupo defendía que la Guerra Europea era un conflicto interno (como la española unos años antes) y que los Estados Unidos debían mantenerse exquisitamente neutrales y llevarse bien con Hitler, por si al final resultaba ganador de la contienda. Lindbergh declinó finalmente presentarse a la presidencia USA, Roosevelt ganó la elección y nunca le estaremos suficientemente agradecidos por su participación en la guerra.

Hay un libro muy inquietante de Philip Roth que nos muestra una distopía. Lindbergh se presenta, gana, los USA pactan con Hitler, que gana finalmente la guerra y la trama de la novela te describe cómo se empieza a perseguir a los judíos en las ciudades americanas. El libro, cuya lectura les recomiendo encarecidamente, se titula La Conjura contra América. Este tipo de ejemplos me llevan a ser partidario de un fortalecimiento de la defensa europea (como dice también Rufián). En un mundo de lobos (Putin, Trump, Netanyahu, etc.) conviene que estemos bien armados para defender nuestro modelo de democracia y de reparto social de la riqueza. No es un modelo perfecto: si lo fuera, le gente no estaría tan desencantada y cabreada como para votar a Trump, Meloni, Le Pene y otros. Si, en base a un mal entendido pacifismo, nos quedamos indefensos en medio de la jauría, nos puede pasar como a los coreanos.

¿No recuerdan lo que les conté de Corea? Corea era un estado pacífico, con una cultura única, basada en un alfabeto creado en el siglo XV. Era la sociedad perfecta, con sus defectos y sus desigualdades, como todas. Pero no tenía apenas ejército, porque pensaban que, siendo tan pequeños no serían enemigo de nadie. Cuando Japón salió de la Edad Media a finales del siglo XIX, con la revolución Meiji y les dio por elegir el modelo fascista e imperialista, entre los varios que apuntaban en el mundo moderno, pues sucedió que el ejercito japonés conquistó toda Corea y la provincia China contigua de Manchuria, esclavizando a la población de ambas regiones.

Corea y su población las pasaron canutas hasta que el Eje Roma-Berlín-Tokyo empezó a perder la guerra. En ese momento, dos ejércitos acudieron a liberarlos: los rusos por el norte y los yanquis por el sur. Y ambos ejércitos avanzaron incontenibles hasta que llegaron a mirarse cara a cara en el Paralelo 42. Y hasta ahora. A ambos lados de ese paralelo subsisten dos estados creados a imagen y semejanza de sus dos liberadores. Por eso, algunos de mis amigos coreanos del sur me han confesado que ellos odiarán siempre a los japoneses. Lo que les quiero decir es que uno tiene que proteger sus propios intereses, así es el mundo que hemos construido los humanos.

Desde luego que la violencia y las guerras nunca solucionan nada y que hay que priorizar los acuerdos y el logro de la paz por otros medios. Pero, ojo con el pacifismo. Si vas por ahí de ingenuo y de pacifista (o si te dejas influenciar por dogmas políticos rancios y poco prácticos) pues puede que la realidad te arrase. Voy a terminar con una historia que ya se contó en mi blog. Todos los meses de agosto, el portero de mi edificio se va a la playa y deja al cargo de su chiringuito a un suplente. Estos suplentes cambian de año en año. Hace no mucho, el suplente de turno resultó ser un intelectual, con una barbita atildada, súper educado y con una confianza absoluta en la gente. Dos detalles para que vean como era este señor. En un barrio lleno de homeless y drogotas como era entonces el nuestro, este señor mantenía la puerta del portal abierta, porque él era un pacifista de libro y no temía a la gente que pudiera pulular por allí.

Le dijimos que mejor cerrara, que a ver si se iba a colar alguien a robar en las casas, pero él no nos hizo caso. Se pasaba las horas escuchando una vieja radio de transistores sin carcasa, con aires de haber sido montada por él mismo y que mantenía a volumen bajo para no molestar a los vecinos. El portero titular le dejó un grupo de carteles para que los dejara en el mostrador cuando se tuviera que ausentar: estoy en la primera escalera, he salido a un recado, estoy en las calderas, o estoy recogiendo la basura. Este último, el de la basura, no le gustó y lo sustituyó por otro que se escribió él mismo con una caligrafía exquisita y que rezaba: Estoy recogiendo los desperdicios domiciliarios. Creo que ya entienden qué clase de persona era.

Bien, pues un día, se fue a alguno de esos recados dejando la puerta abierta y entró un indeseable que le robó lo único que pudo encontrar: la radio de transistores y la colección de carteles. Se quedó bastante cariacontecido y nos los contaba con una cara de pena muy ridícula. Pero desconozco si esta historia le hizo abdicar de sus convicciones. En fin, con esto no estoy diciendo que sea partidario de un rearme como el que parecen haberle impuesto a Sánchez en Europa. Pero al menos pongamos el tema en cuestión y pensemos sobre ello. Ese es mi consejo, además de recomendarles que sigan siendo buenos como siempre.

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