Mis queridos seguidores, a punto
de desarrollar unas branquias a los lados del cuello después de casi un mes de
lluvia continuada, encuentro por fin un rato en mi apretada agenda de jubilado
hiperactivo para contarles algo acerca de mis preocupaciones. Quiero en primer
lugar ponerles al día sobre la actualidad de Samantha Fish, a la espera de la
publicación de su nuevo álbum el 25 de abril y su actuación en Madrid del 14 de
junio, para la que ya tengo mi entrada reservada. Si creían ustedes que iba a
dejar de darles la murga con mi querida Sam, es que no me conocen. Solamente un
par de apuntes. Por un lado, les pongo el clip que le dedicó el otro día Radio
5 Todo Noticias, breve como todo lo que emite esa emisora, pero que evidencia
que a esta señora ya se la empieza a conocer por estas tierras. No como cuando
yo la descubrí para todos ustedes en los meses de encierro pandémico de 2020. Para
escuchar el audio han de pinchar AQUÍ y luego en el triangulito que indica el Play
abajo en el centro. Y ahora les pido que escuchen la segunda canción del nuevo disco, que
se ha dado a conocer como primicia reciente.
Pero yo quería dedicar este post
básicamente a hablar de un tema que nos preocupa a todos: ¿es la llegada de
Donald Trump por segunda vez a la presidencia USA un peligro real para nuestras
vidas? No hay que caer en el pánico, pero conviene estar informado. Para ayudar
en esa información, les traigo aquí dos documentos. Uno de ellos es un artículo
escrito en francés por Jean Louis Missika, del que ahora les hablo, y el otro
una entrevista mantenida por el periodista estrella de la BBC Alexis Conran con
el catedrático de economía Yanis Varoufakis, que se hizo famoso cuando encabezó
por breve tiempo el Ministerio de Finanzas del gobierno de izquierdas de Alexis
Tsipras al que el mundo financiero internacional estranguló para que no
pudiera llevar a cabo su programa de reformas.
Ambos abordan el tema Trump con
enfoques muy diferentes, pero con una cosa en común: los dos dejan claro que
Trump actúa como un bufón, camina como un bufón, se expresa como un bufón, pero
hay que tomárselo muy en serio, porque eso es sólo una pose de alguien que
maneja muy bien la telerrealidad. Vamos, que deja pequeñito al Montoya ese que
salió corriendo por una playa simulando que le habían puesto unos cuernos, tal
como le marcaron en un guion televisivo que cumplió a rajatabla. Mal iremos si
nos dedicamos a reírnos de Trump, a hacer memes y a tratarle con la
condescendencia que se reserva a los locos. Una amiga mía dice que no hay que
hacer nada, que Trump caerá por su propio peso. Algo así dijo de Ayuso mi
añorado amigo Mariano, que pronosticó que esta señora acabaría cayendo por
fuego amigo y ahí la tienen, vivita y coleando mientras mi amigo cría malvas en el cementerio.
He de decirles que conocí
personalmente a Jean Louis Missika, cuyo teléfono de contacto conservo, cuando
era concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de París. La señora Hidalgo tuvo a bien nombrar para
el cargo a este señor, licenciado en Ciencias Políticas por la prestigiosa facultad
conocida como Siences-Po, lo que en cierta forma arrebataba el urbanismo de las
manos de la casta de los urbanistas
de toda la vida. Estuvo en el cargo entre 2008 y 2020 y vino a Madrid encabezando
la delegación de París para el acto de presentación de Reinventing Cities 1,
momento en que me tocó compartir con él varios días de saraos y encuentros.
Desde 2020 se ha pasado al ámbito privado y entre otras cosas dirige una
revista cultural on line, en la que ha publicado el artículo que les voy a
transcribir abajo y que he traducido para ustedes porque me parece de interés.
Missika establece una serie de
paralelismos entre la forma de actuar de Trump y la de Hitler (el otro día
comparaba yo las formas de Trump con las de Mussolini, pero este señor va a
comparativas más de fondo). El artículo tiene ya un par de semanas pero es curioso cómo se van cumpliendo algunas cosas que se anunciaban aquí, como el no
cumplimiento de sentencias de un poder judicial al que desprecia, o el gran
circo que se ha montado con los mafiosos venezolanos a los que ha uniformado
con monos de presidiario y ha empaquetado con destino a El Salvador, para que
su amigo Bukele les dé el trato que merecen. Comparen estas escenas con las de
los judíos en la Alemania nazi y verán que ambos grupos son tratados como
alimañas. Creo que la lectura de este artículo es de interés, para que vayamos
viendo lo que puede venir.
Donald
Trump y Adolf Hitler
Por
Jean-Louis Missika
Director
editorial de La Grande Conversation
Nunca se dirá lo suficiente cuánto
daño hizo Mike Godwin, abogado y especialista en nuevas tecnologías de la
información, cuando inventó el punto
Godwin, el famoso punto al que se llega en una conversación cuando se
empieza a hablar de nazismo para descalificar las ideas del interlocutor. El
nazismo es un episodio político, monstruoso sin duda, pero forma parte de una
sucesión de regímenes políticos en Europa y en todo el mundo. Como tal, es
legítimo incluirlo en las comparaciones históricas para comprender mejor los
regímenes actuales. Pero cuando uno intenta hacerlo, es inmediatamente
descalificado por un despectivo Godwin o incluso por una desdeñosa reductio ad Hitlerum.
Y, sin embargo, como nos recuerdan
explícitamente los saludos nazis de Elon Musk y Steve Bannon, la comparación
con el nazismo es esencial para entender el trumpismo en su versión 2.0. Sin
ponernos demasiado psicológicos, podemos establecer un paralelismo entre dos
estrategias políticas que utilizan la violencia para doblegar a la
Administración, desafiar al Estado de Derecho, demonizar a los extranjeros y
practicar el expansionismo imperial. Godwin se debería morder los dedos.
Alimañas
Al igual que Adolf Hitler, Donald
Trump llegó al poder principalmente por medios legales. Al igual que él, se
ganó a sus votantes con una retórica ultranacionalista, glorificando la
grandeza pasada (y futura) y movilizando el odio y el miedo a los extranjeros, igual
que Hitler movilizó estas pasiones contra los judíos, presentándose como
víctima de una conspiración. Todo ello en una verborrea repetitiva e irracional
que recuerda la logorrea informe del
autor de Mein Kampf, tan bien descrita por Olivier Mannoni. Porque, como ha
demostrado Viktor Klemperer, el fascismo se manifiesta ante todo a través de la
destrucción del lenguaje. Hay incluso similitudes inquietantes en el
vocabulario utilizado, en particular el uso de la palabra alimaña para describir a sus oponentes políticos.
Nada más ser elegido, Trump expresó su
deseo de extender el territorio de Estados Unidos por la fuerza y el chantaje,
en una concepción imperialista de las relaciones internacionales, en la que los
imperios controlan zonas de influencia y someten a los Estados que las ocupan:
el Lebensraum (espacio vital) se
envuelve ahora simplemente en los supuestos imperativos de la seguridad nacional estadounidense. Como
Hitler, Trump tiene preferencia por las alianzas con dictadores, en particular
rusos: el pacto Trump-Putin para sellar el destripamiento de Ucrania se parece
al pacto Ribbentrop-Molotov para sellar el destripamiento de Polonia.
El primer intento golpista de Trump
fracasó el 6 de enero de 2020, igual que fracasó el putsch de Múnich el 8 de
noviembre de 1923. La justicia alemana resultó más eficaz que la
estadounidense, ya que Hitler fue condenado a cinco años de prisión, de los que
sólo cumplió trece meses, tiempo durante el cual escribió los dos volúmenes de
Mein Kampf, mientras que en Estados Unidos los amotinados del 6 de enero acaban
de ser indultados. También hay un paralelismo inquietante en la forma en que
estos dos putsches igualmente patéticos se han convertido en elementos clave de
los mitos fundacionales tanto del nazismo como del trumpismo. Hitler y Trump
aprendieron de estos fracasos para preparar y triunfar en su segundo golpe de Estado,
tras su conquista del poder a través de las urnas.
Gleichschaltung
Una vez conquistado el poder, lo que
ocurre en Washington también se parece a lo que pasó en Berlín. El DOGE de Elon
Musk pretende aterrorizar a los funcionarios y doblegarlos, especialmente a los
que trabajan para causas ajenas al nuevo régimen, como las agencias
medioambientales o de ayuda humanitaria. Los supuestos objetivos de ahorro
presupuestario son una farsa: son inalcanzables mientras los gastos militares y
sociales (Medicare y Medicaid) no se vean afectados, y no se pretende que así
sea: Hitler también perdonó al Estado del bienestar alemán. Por tanto, Musk
miente en las cifras que publica, y no es de extrañar.
Mientras tanto, los brutales despidos,
las amenazas y los chantajes se asemejan a lo que la administración nazi
llamaba Gleichschaltung, que puede
traducirse como «alineación», para doblegar a los opositores, aterrorizar a
todos los que no piensan (y votan) bien y seducir a unos pocos. El hecho de que
todos los funcionarios que cuentan sus desventuras a los grandes medios de
comunicación lo hagan de forma anónima es un síntoma de este clima de terror.
Los grandes medios de comunicación son los siguientes en la lista, y pronto les
llegará su turno. Trump ha despojado a Associated Press de su acceso a las
ruedas de prensa de la Casa Blanca en favor de partidarios de MAGA cuyas habilidades
periodísticas aún están por demostrar.
Cuando Jeff Bezos interviene en la
política editorial del Washington Post y prohíbe la publicación de artículos
que representen determinadas opiniones, uno recuerda lo que la administración
nazi llamaba autoalineación en el contexto de la Gleichschaltung, es decir, la
sumisión voluntaria a la línea definida por el Führer. Ciertamente, por el
momento, hay una diferencia considerable entre lo que hacen los esbirros de Musk
y lo que hacían las SS en 1933 en términos de violencia política (pensemos en
el incendio del Reichstag, en la Kristallnacht o en los asesinatos sumarios
perpetrados por las SA), pero el espíritu es el mismo. En el siglo XXI, la
violencia psicológica ha sustituido a la violencia física como medio de
subyugar las mentes, pero la intención y el resultado son similares. El uso de
la fuerza simplemente ha cambiado de objetivo en un siglo: tomar el control de
los sistemas de información y los archivos de todos los ciudadanos es un nuevo
tipo de golpe de Estado, pero sigue siendo un golpe de Estado. Y esto es sólo
el principio de la subyugación de la sociedad estadounidense.
Otra etapa clave es la sumisión de una
gran parte de la comunidad empresarial y de los capitanes de la industria al
nuevo régimen, como los Krupp o los Thyssen al Tercer Reich. Su flexibilidad es
tan fascinante como siempre. Bastaron unas semanas para que decenas de grandes
empresas estadounidenses pusieran fin a sus programas antidiscriminatorios,
ensalzaran las virtudes de la energía masculina
y, en general, se plegaran a la nueva etiqueta. Con algunas excepciones, las
principales figuras de la tecnología se han apresurado especialmente a mostrar
su lealtad a los amos de MAGA.
La forma en que la administración
Trump está atacando a la ciencia también es sintomática de un objetivo totalitario,
en el que la ideología prevalece sobre los hechos. En febrero de 2025, dejó de
financiar investigaciones científicas que mencionaran la palabra «clima» o
términos relacionados. Datos científicos cruciales sobre el clima han sido
eliminados de las páginas web gubernamentales, destruyendo años de investigación
e impidiendo a los investigadores continuar su trabajo. La Fundación Nacional
de la Ciencia ha suspendido el acceso a la financiación de muchos proyectos en
curso porque no cumplen las directivas presidenciales que prohíben financiar
investigaciones sobre teoría de género,
diversidad, equidad o inclusión. En los estados republicanos, más de 10.000
libros fueron prohibidos en las escuelas públicas en 2024. Esta ola de censura
está siendo impulsada por grupos MAGA que cuestionan libros que abordan temas como
el racismo, el antisemitismo o los derechos LGBTQ+. Entre los libros prohibidos
se encuentran Maus, un cómic clásico sobre el Holocausto, Un mundo feliz, de
Aldous Huxley, y El ojo más azul, de la premio Nobel Toni Morrison. Son señales débiles, pero no deben
ignorarse.
Por último, al igual que su siniestro
predecesor, Trump no tiene reparos en alabar la deportación como medio para
resolver los problemas del mundo. Como los polacos de Prusia Oriental o
Silesia, o los franceses de Alsacia, el inquilino de la Casa Blanca cree que
Gaza sería mucho más hermosa sin sus palestinos, y que Estados Unidos sería más
grande sin sus 11 millones de inmigrantes recientes. Hay que decir que el siglo
XX no esperó a Hitler para organizar este tipo de purgas: el difunto Imperio
Otomano experimentó terribles purgas en Anatolia y los Balcanes. Pero al
reanudar este tipo de prácticas, Trump podría romper definitivamente las
promesas hechas en 1945 sobre las ruinas del Tercer Reich y autorizar a muchos
otros a cruzar los mismos límites morales que él.
Una
ideología fascista
Los medios de comunicación se centran
en las payasadas y los tuits surrealistas de Donald Trump. Tienden a pasar por
alto los textos teóricos que sustentan la ideología fascista del nuevo régimen.
El payaso esconde al dictador. Y, sin embargo, todo está ahí, ante nuestros
ojos. Hay que leer esos textos. Pero no basta con leerlos, también hay que
tomárselos en serio, como debería haberse tomado en serio Mein Kampf en 1925.
Hay que leer y tomar en serio a Peter
Thiel cuando escribe que «ya no cree que la libertad y la democracia sean
compatibles, o cuando anuncia el apocalipsis en un artículo de opinión en el
Financial Times. Peter Thiel es el antiguo jefe del vicepresidente J. D. Vance,
que financió su campaña senatorial en Ohio y convenció a Trump para que lo
contratara como vicepresidente. Hay que leer a los teóricos del Dark
Enligthment, en particular a Curtis Yarvin, el gurú de Silicon Valley, apoyado
por Peter Thiel, que influyó en J. D. Vance, el nuevo ideólogo del régimen.
Yarvin sostiene que el experimento democrático de los dos últimos siglos ha
fracasado, que Estados Unidos debe superar su fobia a los dictadores y que una
nueva aristocracia debe gobernar el mundo, formada por empresarios multimillonarios
e ingenieros tecnológicos.
También deberíamos leer a Patrick J.
Deneen, filósofo católico ultraconservador, otro de los autores de referencia
de J. D. Vance, que aboga por el advenimiento de una nueva élite
«aristo-populista», y cree que la democracia liberal ha conducido a la
disolución de las estructuras sociales tradicionales (familia, comunidad, religión)
y a la concentración del poder en manos de una élite tecnocrática y
progresista. La nueva élite será virtuosa en esencia y permitirá al pueblo
librarse de la oligarquía que gobierna actualmente, utilizando la democracia
liberal como pantalla.
Detrás de las referencias teóricas, históricas
o religiosas, todos estos textos expresan una aversión a la democracia liberal,
al Estado de derecho y al pluralismo, y reclaman una nueva forma de dictadura
puesta en manos de los gigantes tecnológicos, una aristocracia que habrá
demostrado su superioridad por su éxito en los negocios y la tecnología
digital, y que por tanto tendrá legitimidad para gobernar sin la unción del sufragio
universal. Desde un punto de vista, la troika Trump/Musk/Vance es la
encarnación perfecta de esta nueva aristocracia.
La
agenda golpista
Adolf Hitler necesitó una serie de
leyes y tomas de poder para superar la estructura federal de la República de
Weimar. El término Gleichschaltung se derivó originalmente del deseo de
abolir las competencias de los estados federales y establecer un sistema
vertical de poder y unidad de mando. Este proceso duró dos años. Donald Trump
se enfrenta a un problema similar: estados y ciudades estadounidenses con sus
propios poderes y elecciones, y un poder judicial independiente. En cuanto a la
justicia, la estrategia de la Administración es simple: ganar tiempo
multiplicando los recursos y no aplicando las sentencias judiciales.
Llegado el momento, declarará
claramente que se niega a tenerlas en cuenta si le son desfavorables. Las primeras
escaramuzas ya se han producido a nivel estatal y local. Trump está aplicando
las mismas recetas: chantaje, amenazas y corrupción. El chantaje por las
subvenciones federales es un clásico. Gavin Newson, gobernador de California,
ha recibido la orden de cambiar las normas medioambientales del Estado si
quiere financiación federal para luchar contra los megaincendios. Janet Mills,
la Gobernadora de Maine, ha recibido un chantaje similar por la cuestión de la
participación de estudiantes transexuales en competiciones deportivas, unido a
una investigación federal sobre el Departamento de Educación de Maine. Las
amenazas son cada vez más concretas, sobre todo en relación con los alcaldes
demócratas que utilizan sus ciudades como refugio de inmigrantes. Después de
que Mike Johnston, alcalde de Denver, expresara su disposición a proteger a los
migrantes en su ciudad, Tom Homan, el zar
de la frontera de la administración Trump, declaró: El alcalde de Denver y yo estamos de acuerdo en una cosa: está listo para
ir a la cárcel; yo estoy listo para enviarlo allí.
Por último, la corrupción, que permite
ceder a los más vulnerables. El alcalde de Nueva York, Eric Adams, se libró de
ser procesado por corrupción al aceptar que el gobierno federal acorralara a
los inmigrantes en su ciudad. Los gobernadores y alcaldes demócratas están
atrapados en una trampa mortal: frente a las intromisiones ilegales del
gobierno federal en sus competencias, sólo pueden recurrir a los tribunales,
pero éstos también están siendo puestos en entredicho por la administración,
que confía en su control del Tribunal Supremo para ganar la mayoría de los
casos actuales. Además, habrá que juzgar miles de casos, lo que hace la
situación incomprensible para el público e inmanejable para el poder judicial.
Pero la cuestión esencial está en otra parte. Hitler necesitó menos de un mes, entre su llegada a la Cancillería y el incendio del Reichstag, para imponer su poder. Donald Trump tiene dos años para dar su golpe de Estado, y conocemos el plazo: el 3 de noviembre de 2026 se celebrarán las elecciones de mitad de mandato para renovar toda la Cámara de Representantes y parte del Senado. O bien estas elecciones serán limpias y los demócratas recuperarán el control de la Cámara de Representantes y quizás del Senado, o estarán amañadas y Donald Trump habrá triunfado en su golpe de Estado. En el primer escenario, la democracia estadounidense habrá sobrevivido al intento de putsch, aunque la reconstrucción del Estado de Derecho será larga y difícil. En el segundo, Estados Unidos se habrá vuelto fascista, Donald Trump será presidente vitalicio, el Congreso se parecerá a la Duma y la putinización de Estados Unidos estará a punto de completarse.
No me digan que la cosa no es
para que se les pongan los pelos de punta. Pero vamos con el segundo de los
documentos prometidos. Varoufakis responde al periodista de esta radio pública
de la BBC con bastante precisión. Abajo tienen el vídeo que les pido que vean
(doy por supuesto que ya saben cómo ponerle subtítulos en español). Por
destacar algunos conceptos, lo que este señor dice es que Trump tiene tras él
un grupo de consejeros del tema económico que son de mucho peso. Y que todo
este delirio arancelario tiene un objetivo preciso y concreto: hacer que el
dólar baje, para que se encarezcan las importaciones y se abaraten las
exportaciones, lo que a medio plazo provocaría que la gran industria, que en
las últimas décadas deslocalizó la producción a países con costes laborales o
sociales más bajos, se vea impulsada a regresar a los USA y ello induzca la
reindustrialización del Medio Oeste y los demás estados de la América profunda.
Al fin y al cabo, en estos estados es donde se ha votado más a Trump, que les
prometió un renacer de su tejido industrial tradicional.
Pero eso lo quiere hacer Trump sin
que el dólar pierda su carácter de patrón monetario internacional, papel en el
que un día ya muy lejano vino a sustituir al patrón oro. Si el dólar baja
mucho, tal como está provocando Trump, podría verse sustituido en esa función por
el euro, el yuan, la libra o cualquier otra moneda. Y esto no le conviene a
nuestro personaje del pelo naranja, por la mala imagen que daría y la pérdida
de poder que supondría. En resumen, que este señor pretende hacer una especie
de orfebrería fina para recuperar la industria sin que el dólar deje de ser el
referente monetario mundial. Algo así como lo que se expresa en el refrán extremeño
de mi querido amigo Críspulo que ya cité en el blog: todos queremos el cochino
gordo, pero que pese poco para que no sea tan caro. Y esa especie de cuadratura
del círculo la podría conseguir Trump recurriendo a las criptomonedas, que por
eso las quiere potenciar. Interesante
tesis esta de Varoufakis, en el vídeo que ya les pido que vean.
En fin, creo que con estas dos
aproximaciones al fenómeno del trumpismo sabemos algo más sobre él y podemos
estar listos para defendernos, por la cuenta que nos trae. Lo demás es teatro y
telerrealidad. Como el show que montaron Trump y Musk delante de la Casa
Blanca, para promocionar la venta de automóviles eléctricos Tesla. Las ventas
de estos coches han caído en picado. ¿Por qué? Pues está muy claro. Los
compradores de estos vehículos son todos gente concienciada con el tema
climático y a la vez con mucho dinero, porque un coche eléctrico Tesla es mucho
más caro que uno estándar. Es decir, son lo que se llama en Francia bobos (bourgeois bohemes), o lo que la
ultraderecha denomina izquierdistas woke.
Que el gurú de estos automóviles haga el saludo nazi no les gusta y por eso no
llegan nuevos compradores. En el esperpento de los jardines presidenciales no
faltó siquiera el niño Equiscito,
como pueden ver en la foto.
En cuanto a las promesas de Trump de acabar con la guerra de Ucrania en 24 horas, de momento ya han pasado dos meses desde su toma de posesión y lo más que ha logrado es hablar por separado con Zelensky y Putin, sin resultados visibles. Los contendientes en este desigual combate se siguen zurrando de lo lindo y, mientras las dos guerras que había en marcha hace dos meses siguen de la manera más encarnizada, Trump ha creado nuevos focos de tensión con Groenlandia, Canadá y otros lugares. Por si las moscas, Putin ya tiene preparada la mesa para una eventual negociación (no hay que hacer memes sobre estas cosas, pero yo voy a seguir haciéndolos porque este blog es más de esta línea que de unos análisis políticos sobre los que siempre les insisto que no estoy debidamente preparado para hacer). Con esta imagen les dejo que se sigan calando bajo la lluvia. Ya saben que nunca choveu que non escampara, pero el segundo paso de Trump por el poder puede que no sea tan fácil de revertir. A Hitler hubo que echarlo a bombazo limpio. Sigan siendo buenos, pero mantengan los ojos bien abiertos. Por si las moscas.
El desaguisado de haber elegido a Trump como presidente solo lo puede arreglar el propio pueblo norteamericano, su sociedad y sus instituciones. Hasta entonces, habremos de tocar madera e intentar pasar por el mundo de puntillas, para que nadie se fije en nosotros. Los que vivimos el franquismo sabemos cómo se hace eso. Interesante la cita electoral de noviembre de 2026. Podría ser un punto de inflexión.
ResponderEliminarDe acuerdo en que esta avería sólo la puede arreglar el pueblo norteamericano. Pero como se descuiden, no van a poder, igual que les pasó a los alemanes con Hitler. Y con el vicepresidente que se ha buscado, ni siquiera nos vale que le dé un perreque a tiempo. Es para estar preocupados.
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