AQUÍ

viernes, 25 de abril de 2025

20. Sobre el turismo tóxico y otras disquisiciones

Aquí me tienen recién regresado de Budapest, ciudad maravillosa que he visitado por primera vez, para pasar allí la Semana Santa en buena compañía. Mi nueva situación personal, me lleva inevitablemente a viajar en períodos del año como el mes de agosto o la Semana Santa, salvo algunos moscosos rebañados con no poco esfuerzo, en contra de lo que solía hacer hasta ahora, que era aprovechar esos tiempos en que todo el mundo viaja, para quedarme en un Madrid solitario y recoleto, a disposición de los urbanitas que funcionábamos a la contra. No es este un mal cambio, teniendo en cuenta que, por ejemplo, los últimos meses de agosto que he pasado por Madrid ha hecho un calor infernal, de modo que la vida en mi piso de la última planta se volvía prácticamente insoportable, y no parece que las cosas vayan a cambiar en los años venideros. Les diré que viajé a Budapest en el Jueves Santo, lo que me permitió estar en Madrid durante la primera parte de la Semana Santa y constatar que en mi barrio ya no se puede vivir durante esos días festivos.

Yo ya había comprobado que tampoco es nada agradable el barrio los viernes por la noche, sábados y domingos, pero ahora añado la Semana Santa. ¿Por qué? Pues por el turismo que yo suelo llamar pedorro, aunque queda más fino adjetivarlo de tóxico. Me refiero, por supuesto a esas masas de familias acarreando maletones enormes con ruedas, que se mueven despacio como grupos de hipopótamos, que te impiden circular por las aceras y también entrar en los bares y locales, ante los que hacen colas muy largas que sufren consultando sus móviles. Esta gente camina a menudo con paso torpe e irregular, porque andan despistados y no saben adónde van. Son ruidosos y forman a veces grupos guiados por un/una joven que se para de tanto en tanto para contarles unas mentiras consistentes con un megáfono que te atruena, antes de salir hacia la siguiente parada con un paraguas cerrado en alto, para que no se les pierda nadie. Más los cochecitos a pedales (los malditos tuk-tuks) y las limusinas gigantes que circulan a paso de tortuga entorpeciendo el tráfico de las calles. Y la población flotante de raterillos y timadores, que acuden como moscas a la mierda y se dedican a acecharlos con disimulo.

Durante unos días nos pasamos al otro lado del espejo, para ejercer de turistas en Budapest, si bien les diré que en todo momento huimos de las aglomeraciones camuflados de húngaros (a mí se me ponía cara de húngaro en cuanto echaba a andar), usando el transporte público y paseando arriba y abajo por una ciudad estupenda, que conserva el esplendor de los tiempos del Imperio Austrohúngaro y ha logrado sobrevivir tanto a la caída de dicho imperio, como a una corta aunque letal invasión alemana (los nazis entraron en 1944) y 40 años de régimen soviético. Aprovechando los fondos europeos, se han reconvertido ahora en una sociedad próspera, de la que tira la capital, especialmente la parte de Pest, donde está la vida urbana más rica, mientras que, al otro lado del Danubio, la pequeña colina de Buda conserva el aire medieval ensimismado y los viejos museos e instituciones, que visita gran parte del turismo.

Ahora mismo, esa sociedad está bastante dividida políticamente, como la de todos los estados europeos, entre los escépticos de la democracia, complotistas paranoides y creyentes de las redes de desinformación, que nutren la ultraderecha de Orban y admiran a Trump y Putin y, por otro lado, los últimos demócratas en retirada tan asustados y preocupados como yo lo estoy, frente a calamidades como la pandemia, la invasión de Ucrania, la masacre de Gaza y la victoria de Trump en los USA, las últimas cuatro desgracias que nos han jodido el futuro (aunque desastres como el Brexit ya presagiaban esta deriva). En este mundo convulso, Hungría continúa a su bola, con un gobierno a la contra, regido por un amigo de Putin y Trump, sin integrarse en el euro (se siguen manejando en florines), entendiéndose en su idioma ininteligible para los demás, disfrutando de su magnífica capital, de su gastronomía refinada, de sus baños termales extraordinarios. Durante estos días, en todas las vallas de la ciudad se podía ver el cartel cuya fotografía les pongo abajo.

¿Cómo dicen? ¿Que no entienden el húngaro? No me lo puedo creer, unos políglotas contrastados como ustedes. Vale, ya no les vacilo más. Para este tipo de vicisitudes, yo aprendí en mi viaje de vuelta al mundo que hay una aplicación que viene de serie en mi móvil (y en el de todos ustedes), que se llama Google Lens. Si ustedes hacen una foto de un letrero en húngaro, o en coreano o en chino, el Google Lens se lo traduce al instante. El cartel dice textualmente: Voto por correo 2025. Votación sobre la admisión de Ucrania en la Unión Europea. Ahora en grandes mayúsculas: ¡NO DEJEMOS QUE DECIDAN SOBRE NUESTRAS CABEZAS! Acompañan las caras de Zelensky, Ursula von der Leyen y Manfred Weber, líder de Alemania, sobreimpresos sobre una cruz roja que, en cierta forma los tacha (es significativo que aquí no aparezcan las caras de Putin, Trump o Netanyahu). Pero lo más preocupante es el pequeño letrero que aparece abajo: Campaña realizada en nombre del Gobierno de Hungría.

Está bien claro. Uno se encontraba este cartel por todos lados, desde que salía del aeropuerto. Es lo que sucede con gobiernos proclives a la autocracia. Los norteamericanos ya se están empezando a dar cuenta de lo que esto supone. Ahora mismo, en todas las ciudades yanquis, si eres nacido en cualquier lugar de Latinoamérica, aunque tengas tus papeles de residencia en regla, te pueden abordar por la calle unos tipos de paisano que te llevan a un lugar desconocido, donde proceden a raparte al cero, ponerte un sayón infamante y unas cadenas en pies y manos, proceso que filman minuciosamente para mostrarlo al mundo, antes de meterte en un avión y mandarte a El Salvador, donde te pilla el presidente Bukele y te ingresa en esa especie de Guantánamo que ha construido en la capital. Te da lo mismo estar casado con una norteamericana y tener varios niños nacidos en el país.

Ya les dije que esta es la parte de Trump que me preocupa y me aterroriza. En cuanto a la política (es un decir) económica, como les pronostiqué, no le va a hacer ni cosquillas al sistema financiero internacional. Ahora mismo, las bolsas de valores han recuperado más o menos la mitad de lo que perdieron el día del trumpazo arancelario. Una parte de este rebote es normal: cuando una noticia mete miedo (pandemia, guerra o crisis), muchos pequeños inversores acojonados se apresuran a vender y eso es lo que hace que todo baje. Unos días después, al estar los valores muy bajos, la gente se pone a comprar como loca y los índices vuelven a subir. Pero aquí hay algo más que el llamado rebote técnico. Porque el fanfarrón Trump metió realmente miedo el día de la proclamación de sus aranceles urbi et orbi. Pero ahora todo el mundo ha visto cómo los poderes económicos le han doblado el brazo y ha tenido que recular. Y esto ha tranquilizado a los inversores: este tipo va de farol.

Pero en lo que no va de farol es en el recorte de libertades y derechos democráticos. Y ya empieza a decir que no le importaría presentarse a un tercer mandato, algo prohibido en la Constitución. Y mucho ojo con las elecciones de mitad de mandato, finales de 2026. Este señor va a empezar muy pronto a decir que, si no gana él, serán fraudulentas y no sería de extrañar que trate de obstaculizarlas, boicotearlas, cuando no directamente impedirlas. Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez andan de gira por todo USA poniendo en alerta a la gente. En uno de sus mítines se presentó Neil Young, antes de venir a Europa, y juntos cantaron eso de Keep on rocking in a free world. El vídeo está en Youtube, pero no he querido traerlo al blog, porque su visión me resultó un poco patética. Me recordó a los abuelos cabreados que hasta hace unos años danzaban en círculo en la Puerta del Sol con sus canas y barbas blancas al aire, coreando: Los crímenes del franquismo NO-PRES-CRIBEN. Hace mucho que no los veo, tal vez se hayan muerto todos.

El caso es que este martes regresé a casa, después de haber dejado sólo a Tarick Marcellino durante cinco días completos, con agua y comida suficiente, siguiendo las instrucciones del veterinario, que dice que, en ausencias de hasta cinco días, el animalito prefiere quedarse en casa, antes que sufrir el estrés de un traslado. Preferirá quedarse en casa, pero tenía un cabreo supino. Y nada más entrar, me encontré la muestra palpable de ese cabreo: había destrozado en parte la alfombrilla azul que tengo puesta en la salida a la terraza y había esparcido minuciosamente los pedacitos por encima de la alfombra de colores que he puesto este año. La cosa era tan llamativa, que grabé un video cortito para dejar constancia para la posteridad de esa muestra de contestación ciudadano-felina, antes de limpiarlo todo. Véanla.

El mundo felino es muy particular, pero dentro de él, los diferentes gatos tienen cada uno su carácter y una cierta tendencia a parecerse a sus amos con los que conviven. Por ejemplo, Ulises y Mina, los gatos de mi querida amiga África, son tan buenazos y divertidos como los demás miembros de su familia. Tarick Marcellino es un tipo con carácter, con su mal genio, que hace travesuras consistentes, unas veces de forma reivindicativa, como diciendo No hay derecho, y otras por pura diversión. La noche del martes se debatió entre dos pulsiones, la de hacerme ver que estaba muy enfadado conmigo por haberlo dejado solo cinco días y la alegría enorme de que ya hubiera vuelto. En mi academia de yoga hay dos gatos que andan por allí entre las esterillas mientras hacemos las diferentes asanas. Y la verdad es que son bastante sosos. Le he preguntado al profe cómo se llaman y me ha dicho que Tigre y Juanelo. Los nombres que la gente le pone a sus gatos son también un indicativo del carácter de sus amos. Tal vez ustedes recuerden que Julio Cortázar tuvo durante muchos años un gato que se llamaba Teodoro W. Adorno.

Pero yo quería hoy hablarles del turismo masivo que está acabando con los centros de nuestras ciudades, como el Barrio de las Letras en el que yo vivo. Este es un fenómeno muy reciente, de dos años para acá, o más en concreto, desde que se acabaron los encierros por la pandemia. Yo creo que la gente se asustó tanto de no poder ni salir a la calle durante meses, que al solucionarse el tema se han lanzado a conocer mundo como si no hubiera un mañana. Cierto que ya antes había ciudades muy machacadas, como Venecia, Barcelona o Praga, pero ahora es que son todas. Y el asunto se sustenta sobre una tipología urbanística concreta: los llamados apartamentos turísticos. Los propietarios de pisos vacíos o que antes tenían inquilinos fijos, se han decantado por esta forma de negocio que les asegura una ganancia sustanciosa. En septiembre pasado, cuando yo estuve en Llanes (Asturias) ya me dijeron que en todo el pueblo era imposible encontrar un piso para alquiler de larga duración.

Es un fenómeno incontenible, inmuebles enteros se convierten en colmenas de apartamentos turísticos que están siempre llenos porque nos hemos vuelto locos colectivamente. Y los inquilinos antiguos se van viendo expulsados a barrios menos céntricos. En Madrid la gente ya no puede vivir en el Distrito Centro y se van a Carabanchel o Usera. Y eso mismo está pasando en todas las grandes ciudades del mundo. Aunque en otros lugares, como París, Londres o New York, al menos hay políticas urbanísticas que tratan de controlarlo. Aquí, si hemos esperar que El Topillo (por cierto, inminente padre en tesitura de disfrutar de cuatro meses de permiso por paternidad, gracias a las políticas promovidas por Pedro Sánchez y otros comunistas), si hemos de esperar, digo, que este elemento haga algo para contener la avalancha, pues vamos dados.

Pero estos apartamentos turísticos no estaban hasta hace poco preparados para competir con los hoteles y hostales, que incluyen otros servicios y cobran por ello. Y en esta última marea incontenible, como les digo, de dos años para acá, han empezado a aparecer una serie de usos complementarios en las plantas bajas de los inmuebles de mi barrio. En primer lugar, unos locales llenos de taquillas, en donde dejar los equipajes. Han surgido como hongos y no tienen ninguna persona al cargo. El viajero llega, teclea un código para abrir la puerta, deja sus maletas y se va a la calle. Yo primero pensé que esto estaba al servicio de gente que llega en tren y se ahorra el hotel: pasa el día viendo la ciudad y luego recupera el equipaje para irse. Pero no es eso, o al menos no es sólo eso. Resulta que los apartamentos turísticos han de ser dejados a las 10 de la mañana, por ejemplo, y muchos viajeros tienen el avión o el tren por la tarde/noche. Los hoteles tienen un cuarto en el que se puede dejar el equipaje durante todo el día, pero los apartamentos turísticos no, porque en cuanto sale un viajero entra otro y no hay espacio para ello. Por eso han surgido estos negocios de taquillas (lockers en inglés). Esta mañana he hecho unas cuantas fotos que les muestro, todas en un radio de acción de unos cien metros de mi casa.




Un segundo negocio complementario: los cajeros ATM, que presumen de ser los que menos comisiones te cobran por sacar dinero con tu tarjeta VISA. También han surgido como hongos, empotrados en los mostradores de todas las tiendas de los chinos y los pakis. Para que puedas tener dinero suelto sin tener que buscar un banco. Más fotos del entorno de mi casa. 


Como verán abajo, estos cajeros son compatibles con cualquier otro negocio destinado a enganchar al turista: un ultramarinos (regentado por chinos), una heladería, una oficina de la Western Union para que te manden dinero en efectivo desde tu país, una lavandería de autoservicio y hasta un centro de taquillas como los que les he mostrado más arriba.





Y un tercer uso complementario: los antiguos bares del barrio están siendo progresivamente sustituidos por cafés con encanto, panaderías artesanales, lugares para el brunch y similares, además de tiendas de souvenirs baratos. En mi investigación, he descubierto que muchos de los turistas que hacen cola a la puerta de estos nuevos locales, van provistos de unos bonos de desayuno que les facilita la propia compañía de pisos turísticos, con los que se pagan el brunch o lo que haga falta. Otro servicio más que incluir en su oferta. Nuevas imágenes para que vean que no les engaño. 




Y algo que ya es el colmo: enfrente del Mercado de San Miguel, el templo de reunión de los turistas más adinerados a los que no les importa que les estafen, ha surgido una novedad, de la que también les incluyo abajo un par de imágenes. Otra necesidad perentoria de los turistas que abarrotan las calles del centro de Madrid es, obviamente, la de miccionar (ya ven qué fino me estoy volviendo). Para aumentar los servicios al turista y que no tengan que entrar a los bares a pedir un vaso de agua para disimular, un espabilado de estos negocios ha tenido la ocurrencia feliz de instalar unos aseos públicos de pago. Lo que nos faltaba. Y, por cierto, los guarros que se lo hacen en algunas esquinas de mi calle, seguirán perpetrando su tropelía incívica con tal de no pagar el euro y medio que, como ven, se pide por acceder. Me dice una amiga del servicio de Licencias del Ayuntamiento que este es un uso ilegal y que cualquier día se lo precintan. Como iban a precintar el ático del novio de Ayuso. 



En mi salida por el centro esta mañana, después de mi sesión matinal de yoga, la plaga de turistas no ha sido la única incomodidad que he sufrido; hay otras que terminan por hacerte la vida imposible. Los tuk-tuks a los que me he referido más arriba. Las obras que nuestro alcalde El Topillo hace por doquier. A este respecto, les diré que la Puerta del Sol sigue en obras, más de dos años después de empezadas y cada vez está más fea (les recuerdo que la propaganda decía que iban a estar listas para la Nochevieja de 2023). Y la desgraciada Plaza de Santa Ana está completamente destripada, a cuenta de los trabajos de mejora de un aparcamiento de concesión a un privado, que se han llevado por delanta la mayor parte de los árboles. Y para colmo, la huelga de basuras. La recogida de basuras es un negocio floreciente, ya saben que en Nápoles y otras ciudades lo controla la mafia. En Madrid, la concesión recae en las grandes constructoras, que están ahora forzando el pulso de la negociación con El Topillo y su cuadrilla. Yo tengo grabada en mi memoria, de cuando la huelga anterior en tiempos de la señora Botella, la imagen de una multitud de ratas como conejos campando tranquilamente entre los montones de mierda de la calle Atocha. Aquí las últimas fotos de mi reportaje: el tuk-tuk esperando clientes, las obras de Santa Ana y las basuras acumuladas.



Lo dicho. Que estamos todos locos. El dinero mueve al mundo y si la actividad de las ciudades no se regula debidamente (¿lo recuerdan? se llama urbanismo), sino que por el contrario, promovemos la libertad-libertad-libertad de Ayuso y sus colegas, pues el resultado es que la gente se ve expulsada del centro y los barrios de interés, porque estos del negocio turístico no se van a detener o buscar una cierta proporcionalidad o equilibrio: estos seguirán atestando las ciudades de apartamentos turísticos y sus usos complementarios, hasta matar la gallina de los huevos de oro. Después de ello, abandonan los locales y aparecen los okupas, delincuentes y gente de mal vivir, y los barrios se van a la mierda. Es un clásico de la evolución de las ciudades. En mi barrio, tratamos de sobrevivir los que vamos quedando, defendiendo nuestros bares y comercios de toda la vida y ocupando las aceras de forma menos invasiva. A la espera de que venga el señor Trump y nos joda la vida. Me queda sólo desearles que sean buenos y que tengan cuidado: el mundo va deprisa y no se detiene. Pórtense bien y tengan cuidado de que no les arrolle.

2 comentarios:

  1. Un verdadero timo, 1,5€ por la micción en los aseos turísticos. Me recuerda la puya del epigramista dedicada al duque de Sesto cuando, siendo alcalde de Madrid, estableció una multa de dos duros al individuo que pillaran orinando en la calle:

    Diez pesetas por mear,
    Caramba, qué caro es esto!
    Cuánto cobra por cagar
    el señor duque de Sesto?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mil gracias por tu comentario, querida, tan ingenioso y divertido como todos los tuyos.

      Eliminar